Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 11.

14-03-19

...

Siempre pensé que los funerales son la principal reunión de los hipócritas, donde todos llorar por tu muerte sin siquiera conocerte. Es en tu funeral donde tu peor enemigo se vuelve tu amigo, donde el o la que siempre te criticó habla bien de ti. El funeral de Gael estaba lleno de hipócritas, empezando por sus padres.

Mi madre había insistido en que no debía ir, pero fui muy terco y al final si fuimos. Puesto que era la única manera de sentirme menos culpable. Mi madre se tomó el día libre y se negó a dejarme ir solo, por miedo a lo que fuera capaz de hacer, y a esa altura, ya era capaz de mucho. El colegio había declarado día feriado y todos los alumnos de último año estaba ahí para despedirse. Entendía eso, ya que Gael siempre había sido amable con la mayoría. Pero lo que no pude comprender es lo que Mario hacía ahí. Me enojaba su presencia, él había insistido en que Gael era culpable y yo su cómplice, es el que menos debería haber estado ahí.

El día era soleado, llevaba gafas de sol, más para ocultar mi vergüenza que para otra cosa. Miraba alrededor, aprovechándome de que nadie podía verme los ojos. Sergio estaba a lo lejos, cerca de Pablo, el hermano menor de Gael. Pablo se veía totalmente destrozada, tenía entendido que era muy apegados. En un principio me había sorprendido no verlo visitando a su hermano, pero me pasó por la mente que tal vez sus padres se lo habían prohibido. No pensaba claramente, no tenía las ideas claras, no podía sospechar nada. Divagaba en mis pensamientos, trataba de buscar algo significativo en cierto modo.

De alguna manera empezaba a tener alucinaciones de Gael. Lo veía cerca, a veces lejos, en todas me miraba fijamente, como si tratara de decirme algo.

            - ¿En qué piensas? –Me preguntó mi madre.

            -Creo que deberíamos irnos.

            - ¿Irnos? No hace mucho que llegamos. Además, tu insististe en venir.

            -Lo sé, pero no sé cuánto tiempo más aguantar el no decirles todas sus verdades a todos aquí.

            -Está bien. Iré por el auto, te avisaré cuando lo tenga listo. –Se alejó de mi lado.

Mi una última vez hacía donde estaba su tumba. Luego caminé divagando entre las tumbas.

            - ¿Te vas tan pronto? –Reconocí aquella voz que sonaba burlona con cada palabra. Volteé para mirarlo, Mario estaba de pie, con las manos en los bolsillos.

            - ¿Qué quieres? –Espeté.

            -Solo quiero saber qué se siente ser culpable.

            -No pienso caer en tus juegos. –Me volví hacia él, quitándome las gafas.

            - ¿Juegos? Ha, ha, ha.

            -Ya párale.

            -No. Esto aún no se acaba. –Cambió su semblante completamente por uno serio y atemorizador. –Sé que ocultas algo, y lo voy a descubrir. Sé que tú eres el asesino.

            -Jódete. –Le respondí, dándole la espalda y seguí con mi camino.

No pensaba caer en sus juegos. No había nada que pudiera descubrir, nada incriminatorio en mi contra. Caminaba intentando despejar mi mente.

            -Erick. –Camila se acercó.

            -No quiero hablar. –Seguí caminando.

            -Hay algo que necesito preguntarte.

            -Ahora no. –Espeté.

            -Es urgente… -Dijo, tocándome el hombro, intentando detenerme.

            - ¡¿Qué?! –Pregunté volteando rápidamente, estaba molesto y abrumado–. ¿Qué quieres saber?

            - ¿Por qué no se los has dicho a alguien lo de tus problemas?

            - ¿Cuáles problemas? ¿De qué hablas? –Pregunté inocentemente.

            -Sufres de ansiedad, Erick. –Sus palabras hicieron una especie de eco en mis oídos.

            -No sé de lo que estás hablando. –Volví a ponerme las gafas y seguí caminando.

            -No, esta vez no. –Se adelantó y se detuvo en frente de mí, evitando que pase. –No vas a huir de esto. Deja de huir, enfrenta la verdad. Por favor. Ya perdí a un amigo, no quiero perder a otro más… Esto es importante.

            -Mira, no sé cómo lo descubriste, pero no es tu asunto. No te atrevas a decir una sola palabra de esto a alguien más, en especial a mi madre. Este es mi problema, mío y solo mío.

            -Necesitas ayuda…

-No. No necesito tu ayuda, ni la de Percy, ni la de mi madre, ni la de nadie más en el mundo… Haz como si no supieras nada, porque no hay nada que puedas hacer. –Le dije clara y directamente. Calmé mi enojo lo más que pude, y para no explotar, caminé rápidamente lejos de ella.

            - ¿Por qué haces eso? –Preguntó una voz que me seguía. Volteé enojado para ver quién era, y una enorme conmoción surgió en mí al ver a Gael ante mis ojos, vestido de la misma forma que lo vi aquel día del asesinato de Gisela. Llevaba unos jeans semi apretados, una camiseta negra con una imagen de la luna en el centro.

            - ¿Qué carajos? –Me espanté–. Esto no es real. No puede ser real. Tú estás muerto. –Moví la cabeza de un lado a otro, apretando los ojos y sobando mis párpados con los nudillos. Volví a abrir los ojos, pero él seguía ahí.

            -Soy parte de tu subconsciente. Dudo mucho que me desaparezcas con facilidad.

            - ¿Qué carajos? ¿Qué es lo que quieres?

            -No. No es lo que yo quiero, es lo que tú quieres. ¿Qué es lo que quieres?

            - ¿Qué? ¿No se supone que eres una creación de mi subconsciente? Tú deberías saberlo. –Estaba confundido, y empezaba a alterarme. Esperaba su respuesta, que básicamente era mi respuesta. No obtuve nada, se había ido. Gael había desaparecido, al menos el Gael que me imaginaba.

            -Yo no huyo, como tú lo haces.

            -Púdrete. Déjame en paz. –Espeté.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.