Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 12.

15-03-19

...

Luego de aquel feriado, el regreso a clases se sintió tan ajeno y tan distinto. Como si fuera el regreso luego de unas vacaciones de verano. Y en cierto modo se vio extraño porque era viernes, lo cual significaba el fin de semana. El cielo nublado daba una sensación de tristeza, y las miradas hurañas de los demás no ayudaban en absoluto. Los demás seguían creyendo lo mismo que yo, el único culpable de la muerte de Gael, era yo. Al parecer eso era lo que pensaba yo.

Mientras subía las escaleras hacia el tercer piso, pude ver a Sergio pasar por el pasillo. Se veía opacado, desolado. Caminaba cabizbajo, las manos en los bolsillos, hasta me pareció familiar. Se topó con Mario, quien se acercó en seguida y lo rodeó con el brazo. Sergio se lo quitó de encima rápidamente con brusquedad, parecía enojado. Mario levantó las manos en son de paz, con un toque burlón. Sergio se acercó mucho al rostro de Mario y le dijo algo, algo que no pude escuchar por la distancia, luego siguió caminando.

            - ¡García! –Gritó, justo en el momento que me volteé para seguir mi camino hacia mi salón.

            - ¡García! –Volvió a decir. Pero no respondí. Seguí caminando con la esperanza de que se diera por vencido y se fuera.

Por alguna maldita razón, Mario se esmeraba muchísimo en hacerme la vida imposible desde que Gael fue arrestado. Al principio me afectaba demasiado, pero a ese punto de fastidio ya estaba harto, de sus bromas, de sus comentarios, de sus especulaciones. Estaba harto de él.

            -Eres un cobarde. –Escuché a un lado mío. Era la imagen de Gael, el mismo que había visto el día anterior.

            -Púdrete. Tú ni siquiera estás vivo. –Le respondí, tratando de disimular para que nadie note que estaba hablando con un fantasma.

            - ¿Por qué no lo enfrentas? Es un imbécil, merece un poco de daño.

Por suerte, tanto para mí como para Mario, la campana de inicio de clases sonó, haciendo que camine con rapidez hacia el salón y Mario al suyo. Gael había desaparecido de nuevo.

Las clases se había puesto pesadas esa mañana, nadie hablaba más de lo debido. Lo cual resultaba triste ante demasiado silencio, era lo que quería en ese momento, pero se sentía extraño.

Durante el receso no podía dirigirle la palabra a Camila, una parte de mí se sentía avergonzado e incluso molesto. Intentaba evitarla a ella y a Marco, porque pensaba que se lo había dicho.

            -Eres tan cobarde. –Había dicho Gael, haciendo énfasis en “tan”.

            -No me jodas. Tú no tienes derecho, ni siquiera eres real. Es más, ni siquiera sé porque te sigo el juego. –Respondí, haciendo que desaparezca otra vez.

            -Erick, espera… -Apareció Percy desde atrás.

Carajo. ¿Es en serio?, pensé.

            -Erick. ¿Podemos hablar? –Me tocó el hombro.

            -Tengo algo que hacer.  –Mentí.

            -Sólo quiero saber cómo has estado luego de la muerte de Gael? Sé que querías ayudarlo, pero puedes contar conmigo para lo que sea…

            - ¿Es en serio? –Pregunté en tono leve– ¿Por qué tu repentina necesidad de querer ayudarme? Han pasado más de 2 años desde la última vez que hicimos algo juntos, ni siquiera me has preguntado cómo he estado durante un largo tiempo, ¿Por qué lo haces ahora? ¿Qué es lo que quieres realmente? ¿Qué es lo que sabes?

Él no había respondido, se había quedado sin palabras luego de lo que le dije.

            -Ahí está. Prefieres callar –Volví a hablar–. ¡Al carajo! No hay nada de qué hablar. –Seguí caminando.

            -A este paso te vas a quedar sin amigos. –Volvió Gael.

            -Yo no tengo amigos. –Respondí, acelerando el paso devuelta al salón.

No volví a ver al espectro imaginario de Gael durante el resto de la mañana. Lo cual me tranquilizaba. A la hora de regreso a casa, salí del salón a toda prisa. Tenía que encontrar a Lucas para regresar juntos porque mi madre no podía recogernos.

            -Nos has estado evitando toda la mañana. –Me persiguió Marco.

            -Solo no quería hablar con nadie.

            -Espera, tenemos que hablar. –Apareció Camila.

            - ¿Hablar sobre qué? –Espeté.

            -Sobre la supuesta extorsión, ¿Lo olvidaste? –La mirada de Camila era calmada. Al parecer no le había dicho nada a Marco.

            -Ah. Claro. –Respondí, deteniéndome para hablar con ellos, mientras los demás seguían con su camino.

            - ¿Entonces? –Preguntó Camila.

            -Tengo una idea. –Propuso Marco. –Vamos y preguntemos a la comisaría en que estuvo detenido Gael, solo así sabremos si el extorsionador lo visitaba. Es la forma más directa de saber.

            -No sabía que podías tener buenas ideas. –Se burló Camila.

            -Ha, ha. –Se quejó él–. Muy graciosa.

            - ¿Tenemos que ir ahora? –Preguntó Camila.

            - ¿Acaso no quieres saber la verdad? –Habló Gael, cuya presencia solo la podía ver yo.

Verdad que solo me la podrías haber dicho tú. Dije mentalmente.

Estaba molesto con Gael, con el verdadero. Con el que se suicidó ocultando la verdad y sin solucionar sus problemas. Me enojaba su cobardía, puesto que sabía muy poco de lo que había pasado.

            -Es ahora o nunca. –Opiné–. Mi madre no nos recogerá hoy, podemos llevar a Lucas con nosotros, estoy seguro que no le dirá nada a mi madre, siempre y cuando le demos algo con qué callarse.

            -Perfecto. Entonces vayamos.

En la salida encontramos a Lucas, afortunadamente accedió a acompañarnos. De todas formas, no tenía otra opción. Montamos dos mototaxis y llegamos hasta la comisaría. Resultaba absurdo la forma en que hacíamos los planes, tan sencillos y poco convencionales. Cuando llegamos allí, uno de los policías intentó sacarnos de ahí, pero el comandante lo detuvo.




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