Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 16.

20-03-19

...

No me sentía como esperaba sentirme, aunque en realidad nunca supe con exactitud cómo iba a sentirme. El dolor no se había ido. Pequeños fragmentos de recuerdos venían a mi cabeza, causándome un extraño remordimiento. A cada segundo que me hundía, veía como si la superficie estuviera más lejos. ¡Erick! Un grito desesperado, seguido de un chapuzón mientras tenía los ojos cerrados.

Abrí los ojos lentamente, estaba totalmente desorientado. Una luz apuntaba justamente en mis ojos, los abrí poco a poco y empecé a ver mejor. Un foco exageradamente grande yacía en el techo de aquel lugar, pero ¿qué era aquel lugar? Lo descubrí justo al momento de plantearme la pregunta, cuando noté que llevaba una mascarilla de oxígeno en la cara. Intenté levantarme y quitarme la mascarilla, pero la debilidad de mi cuerpo era mayor y volví a recostarme.

            -Erick. –Escuché la misma voz, y solo la reconocí cuando vi el rostro de la persona que dijo mi nombre.

            - ¿Percy? –Dije a duras penas. ¿Qué estoy haciendo aquí?

            -Casi te ahogas. –Me ayudó a sentarme y a quitarme la mascarilla. –Por suerte pude llegar a tiempo.

            - ¿Qué? ¡No! ¿Por qué hiciste eso? –Me enojé, separándolo de mí.

            - ¿Cómo que por qué? No iba a dejar que te ahogaras…

            - ¡No lo entiendes! No debías salvarme, no quería que lo hicieras. ¡No debería estar aquí! –Sentí unas inmensas ganas de llorar, y al no soportarlo más rompí en llanto.

            -Cálmate. –Intentó decir.

            - ¡No! ¡Es que no lo entiendes! No sabes lo que pasó… No lo sabes. –Empezaba a tener un ataque de ansiedad. Me descontrolé, no me medí y de cualquier forma ya no me importó.

            - ¡Enfermera! –Gritó Percy, parecía asustado.

La enfermera vino rápidamente. Sentía que el oxígeno que llegaba a mis pulmones era muy poco y me fui hiperventilando demasiado, al punto de entrar en pánico y temer por lo que me fuera a pasar. Y por más curioso que sonara el hecho de temerle a la muerte luego de intentar suicidarme, así era.

            -Tranquilo, vas a esta bien. –Intentó tranquilizarme la mujer.

            -No puedo. No puedo. –Repetí continuamente.

La enfermera encontró la manera de inyectarme un tranquilizante, sin saber qué más hacer. Rápidamente los párpados empezaron a pensarme demasiado y cerré mis ojos, volviendo a dormir.

¿Qué estaba haciendo con mi vida? Si es que así se le llamara a lo que tenía. Temí de mí mismo y de lo que fuera capaz. Necesitaba respuestas a preguntas que ni siquiera hubieran pasado por mi cabeza hace unos días.

Habían pasado 3 horas desde la última vez que desperté. Empezaba a reaccionar nuevamente.

            - ¿Qué se supone que debo hacer? –Escuché la voz de mi madre, quien sollozaba.

            -Tranquila, todo estará bien. Solo es cuestión de tiempo. –Le respondió una mujer que rápidamente reconocí. La mamá de Camila.

            -Mamá. –Dijo Lucas al instante de percatarse que abrí los ojos.

Mi madre se levantó de su asiento y corrió hacia mí.

            -Hijo. Hijo, que bueno que despiertas. ¿Cómo te sientes? –Preguntó desesperada.

            -Estoy bien. –Respondí–. Mejor de lo que debería.

            -No digas eso, por favor…

Ni dije ni una palabra más por la vergüenza que sentía. No sabía que era peor, si fallar en el intento de quitarme la vida y lidiar con los problemas a las malas, o huir de mis problemas sin siquiera intentar solucionarlos.

Por mi cabeza pasaba la duda de si decirle toda la verdad a mi mamá, y si no era así, que se suponía que le diría.

            -Hijo, ¿qué fue lo que te pasó? –Peguntó mi madre en tono conciliador.

Intenté decir al menos una palabra, pero por más que lo intentaba no me salía nada. Era como gritar para dentro, lo que debía decir para afuera. Las palabras se convertían en flechas, dolorosas, que me hacía mucho daño. Incapaz de pronunciar una sílaba, lloré desviando mi mirada hacia la ventana de la habitación.

            - ¿Puedes llevarte a Lucas, por favor? –Le dijo mi madre a la mamá de Camila.

Quedó un extraño silencio abrumador en la habitación, y solo cuando estuvimos los dos fue cuando pude pronunciar dos palabras.

            -Lo siento. –Dije con ligero susurro, que se podía escuchar a la perfección debido al ambiente silencioso.

Mi madre se quedó en silencio, pensando en quién sabe qué. No podía imaginarme cuanta decepción sentía mi madre al ver mi cobardía, me disculpé por ello, aunque una parte de mi quería que ella sintiera el mismo dolor y angustia que yo sentía al no saber lo que ocurriría. Pero de haber sabido lo que iba a decir, no me habría disculpado con ella.

            -Me gustaría poder comprenderte, hijo... –Habló de una forma que casi sentí su dolor, un dolor que no comprendía–. ¿Qué es lo que te está pasando? No lo sé… y no lo sabré mientras no me lo digas. Y no quiero insistirte, pero si debo hacerlo lo haré. Y no importa si me odias por eso, lo haré por tu seguridad, incluso si debo encerrarte en una habitación. –Espetó, limpiándose las lágrimas de espaldas para que no las note.

Fui totalmente ajeno a su actitud, me enojaba hasta cierto punto el que no me diera la comprensión que necesitaba, tal vez ese fue el factor que me llevó a retarla.

            -De todas formas, no soy el único que oculta secretos en nuestra familia, madre.

            - ¡Basta! ¿Por qué te esfuerzas tanto en alejarme de ti? ¿Qué no entiendes que tu actitud me lastima? Soy tu mamá, Erick…

            -Eh, disculpe. –Una enfermera ingresó a la habitación, repentinamente. –Doctora, la necesitan. –Le dijo a mi madre.




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