27-03-19
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No había podido sacar de mi mente el qué se sentirá drogarse. Quería intentarlo, lo necesitaba. Mi mente seguía abrumada por todo lo que estaba pasando. Después de todo, mi madre ya pensaba que fumaba, ahora sí tendría razón. Ya lo tenía decidido, yo haría, pero mi gran interrogante era cómo conseguiría la droga. Mario no era una opción, solo me quedaba Sergio, pero no sabía si la tendría.
A la hora del receso en el colegio, me dispuse a buscar y hablar con Sergio, mis nervios estaban de punta, pero necesitaba hacerlo. Evité lo más que pude el que me vieran con Sergio, luego de buscarlo por casi todo el colegio, lo encontré en el baño de hombres.
-Necesito un favor. –Le dije una vez asegurado de que no había nadie más.
-Te lo dije García, lo de Mario fue la única vez que te ayudaría. –Se lavaba las manos sin quitar la vista del agua.
-Esto es diferente. –Me aseguré una vez más de que no hay nadie cerca. –Necesito cocaína.
-Espera, ¿qué? –Volteó a mirarme rápidamente. –Entonces la marihuana que encontraron en tu mochila si era tuya, y no como dijiste.
-No. La marihuana que me encontraron si fue de Mario, pero eso no importa. Lo que te pido no será gratis, te pagaré.
- ¿Y para qué quieres cocaína? ¿Vas incriminar a Mario?
-No. Y si fueras así que importa… Solo la necesito y ya.
-No si soy parte de una trampa, o peor aún, no pienso ser partícipe de un suicidio. –Espetó volviendo su mirada al lavamanos.
Carajo, pensé.
-Gael usaba las drogas para olvidar sus problemas… Quiero ver si también funcionaría para mí. –Dije casi en un susurro nervioso.
Sergio se silenció un momento, y al cabo de un segundo sacó una pequeña bolsita transparente de adentro de su pantalón y me la extendió.
-La sensación que te da es increíble, te lleva a un mundo lejos de este, uno feliz, pero una vez que entras a ese mundo ya no querrás estar lejos de él, y se convertirá en un vicio del cual no podrás salir, ¿Estás seguro de hacerlo? –Habló.
-Estoy dispuesto a arriesgarme siempre y cuando me aleje de esta realidad. –Agarré la bolsita pequeña y la guardé rápidamente–. ¿Cuánto te debo?
-Tu silencio. –Respondió él–. Si alguien llega a preguntar, lo único que tienes que hacer es olvidarte que existo. –Dijo muy serio, si mirarme a la cara.
-Gracias.
-No me agradezcas, solo lárgate. –Dije toscamente.
Salí del baño, y me encaminé de vuelta a mi salón. Durante el camino me pregunté si Sergio tenía los mismos problemas que yo, o tal vez otros peores. Luego de la muerte de Gael, se volvió más oscuro en cierto modo, seguía siendo el más popular de todo el colegio, pero ahora se veía más apagado. Pero la vida había sido muy diferente a antes, todo cambió, para bueno o para malo, ya nada se sentía igual. Perecía que Gael hubiera sido tan importante en la vida de todos, o simplemente era el hecho de que todos ocultaban algo y tenían miedo de cualquier otro. El temor, era el sentimiento más abrumador en esos momentos.
- ¡Erick! –Me llamó Camila, sacándome de mis pensamientos.
-Ah, hola. –Le respondí.
- ¿Qué hacías con Sergio? Los vi entrar al baño. ¿Le dijiste algo de José?
- ¿Qué? No, claro que no. Solo necesitaba preguntarle algo.
- ¿Qué cosa? –Cuestionó.
-Cami, no voy a intentar suicidarme de nuevo si eso es lo que piensas. Solo era una duda sobre Gale, nada más. ¿Podrías ser menos dramática? –Y seguí caminando.
Durante el resto de lo que quedaban de clases, ansiaba con regresar a casa y probar la cocaína. Ansiaba con experimentar el sentimiento, cual sea que fuese. Miraba el reloj a cada momento, contando cada segundo, cada minuto y cada hora hasta que llegó el momento de regresar a casa. Lucas y yo regresamos a casa en motokar. Cuando llegamos, la señora Karina nos esperaba con el almuerzo listo. Me cambié la ropa, almorcé y luego fui a mi habitación.
-Te doy 10 soles si me cubres en caso de que venga la señora Karina. Cerraré la puerta y tú solo te asegurarás de que no intente ingresar a mi habitación, ¿de acuerdo?
-Claro, amo ganar dinero fácilmente. Pajero. –Respondió él, diciendo “pajero” en voz baja.
Le entregué el billete y luego cerré la puerta. Me agradó la idea de que Lucas pensara que iba a masturbarme, me ahorraba preguntas. Saqué la bolsita de mi mochila, puse el polvo sobre mi escritorio e hice una línea delgada con la ayuda de una tarjeta de presentación de mi madre. Luego enrollé un billete de 20 soles formando un tubo pequeño.
- ¿En serio lo vas a hacer? –Preguntó Gael.
-Se supone que eres parte de mi mente, ya deberías saberlo. –Le respondí seriamente.
-Entonces sabrás que esto es una locura.
- ¿Qué más da? Mi madre ya piensa que soy un drogadicto. Si lo hago ahora tendrá razón. Voy a darle la razón.
-Este no eres tú. ¿En qué te convertiste?
- ¿En qué me convertí? En un vidrio roto. Solo es eso, estoy roto y ya no puedo más.
-Sergio te advirtió que, si lo haces, te harás adicto a eso.
-También dijo que me llevará a un mundo feliz y me dará una sensación increíble.
-Entonces hazlo. –Dijo.
-No necesito tu permiso, puedo hacerlo si quiero.
Agaché la cabeza hacia mi escritorio, poniendo el billete enrollado entre el orificio derecho de mi nariz y el inicio de la línea de cocaína. En tan solo un segundo, y con una sola inhalada, inhalé toda cocaína de la mesa. Incliné la cabeza hacia atrás, sentía comezón en la nariz. Me levanté de mi siento y me lancé de espaldas sobre mi cama y cerré los ojos, esperando “el mundo”. Un mundo que jamás llegó, no sentí ningún cambio, seguía teniendo la misma sensación de ansiedad. Seguía abrumado, seguía siendo el mismo. Me preguntaba si eso era lo que sentía Gael, ¿eso era lo que lo relajaba y distraía de su realidad? ¿Ese era el maldito mundo del cual me habló Sergio? Me seguía sintiendo de la misma forma que estaba, ¿qué carajos? A eso no le encontraba el vicio.
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Editado: 16.04.2021