Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 27.

04-04-19

Falté 2 días al colegio luego de lo que le dije a mi madre. Mi madre me llevó con su amigo psicólogo, el doctor Ismael. Tuve la primera sesión, y a primera impresión, el doctor Ismael me cayó mejor de lo que pensaba, inspiraba confianza, esa fue la principal razón por la que no dudé en decir la verdad sobre todo. Haciéndole jurar de antemano que cada palabra de lo que diga en las sesiones, incluyendo lo ilegal, no se lo diría a mi madre, para mi fortuna, el doctor Ismael apoyó mi decisión. Luego de decirle todo lo que había pasado previo a ese día, me sentí sanamente liberado, y no dudé en asistir a las demás sesiones, las que hicieran falta para sentirme mejor y sanar.

Mi madre se quedó junto a mí, Lucas y Percy, quienes tampoco asistieron a clases durante esos días. Aquellos días sirvieron para poner al día a mi madre sobre lo que había pasado antes de eso. Recibí muchas palabras de apoyo que me reconfortaron, recibí su cariño, y sobre todo su culpa.

            -Lo siento. Todo es mi culpa, debí estar más atentos en ustedes. –Me había dicho mi madre entre sollozos.

No le había respondido. En el fondo pensaba que tenía razón, yo creía que ella era la culpable de todo lo que me había pasado. Quería encontrar un culpable, uno que no fuera yo, uno que se llevara todo el sentimiento de culpa por mí, y tal parecía que mi madre lo estaba haciendo. Y no me sentí mal por ello por un tiempo.

-Erick, despierta hijo. Tienes que ir al colegio. –Dijo suavemente mi madre asomándose por la puerta.

            -Buenos días, mamá. –Le susurré.

            -Buenos días cariño. –Me respondió ella.

Me había despertado con la idea de que todo había cambiado radicalmente para mí, como si todo lo que había pasado haya desaparecido de la noche a la mañana, aún sigo pensando en lo ridículo que estaba siendo.

Luego de ponerme el uniforme, tomé desayuno junto a Lucas y Percy. En los dos últimos días no habíamos hablado sobre lo que le ocultaba a mi padre, tal parecía que ambos eran conscientes de que no se me hacía fácil hablar de eso.

            -Ten. –Me dijo mi madre, extendiendo mis audífonos con su mano izquierda mientras sostenía su taza de café con la otra. Una sonrisa serena rebosó de sus labios, junto a una mirada tranquilizadora que no había visto hace mucho, y no porque no lo había hecho antes, sino porque lo ignoraba.

            -Gracias… –Dije casi en susurro, convencido de que todo estaba cambiando, justo como lo pensaba.

Subí a coger mi mochila antes de subir al auto, me asomé al escritorio y tomé mis audífonos. Saqué mi celular y sostuve cada cosa en cada mano, y me pregunté si ahora los necesitaba a ambos como creía. Al final, dejé mis audífonos en el escritorio y bajé las escaleras rumbo al auto de mi madre. El camino hacia el colegio fue realmente gratificante, en parte porque ninguno habló más de lo debido, y entendía eso porque habíamos estando dos días completos juntos, no había nada que preguntar o informar. Sin embargo, había otros que querrían información e iba justo hacia ellos y no sabía si estaba preparado.

Afortunadamente, ni Camila, ni Marco hicieron preguntas. Sabían lo que sabían, y al parecer era suficiente. Llegué a un punto en el que creí que resultaba incómodo el hecho de que no haya recibido ninguna pregunta y producto de eso se mantuviera el ambiente en un silencio incómodo. Sorpresivamente, José tampoco había asistido a clases durante los días que yo tampoco asistí, y por un momento tuve miedo, pero cuando lo vi me tranquilicé.

            -Oye Erick, ¿hay algo en lo que te podamos ayudar? –Habló Karen, rompiendo el estúpido silencio de palabras, que pese al bullicio del resto de alumnos que iban y venían de un lado a otro, no dejaba de ser incómodo.

            -Ya lo hacen… –Le respondí.

            - ¿Qué tal estos días de descanso? –Preguntó Marco–. También me gustaría tener un par de días para descansar.

            - ¿Descanso? ¿En serio? –Le cuestionó Camila–. Pero si no haces nada.

            -Ehhhh. Como que no, ser el más guapo de la clase es un gran peso que cargo todos los días. –Sonrió Marco, causando una risa divertida en todos los que estábamos cerca, José sonrió más divertido que nunca.

            -Ni tú te la crees. –Bromeó Camila, y en eso apareció Sergio. Causando temor en cierto modo, pero, sobre todo incomodidad.

            - ¿Qué es lo que quieres? –Se levantó Percy, rápidamente del suelo, haciendo a un lado suavemente a Karen. Marco lo siguió y ambos se acercaron a Sergio, intimidantes.

            -Necesito saber la verdad. –Espetó él.

            - ¿De qué verdad hablas? –Lo cuestioné, levantándome. A ese punto, todos se había levantado del suelo.

            -Sobre Gael. –Espetó Sergio. –Cuando toda esta mierda empezó, asegurabas que Gael era inocente. Luego, hace casi una semana me dijiste que habías descubierto que Gael sí era el asesino de Gisela. Días después, frecuentas con José, con quien no habías tenido ni un puto tema de conversación desde que nacieron. –Se podía escuchar la diferencia de su voz, se expresaba de una forma distinta. No intimidaba, más bien pedía auxilio.

            -Mario te envió, ¿verdad? –Volteé a mirar a José, se veía intranquilo.

            -Mario me importa un carajo. Lo único que tenemos en común es que no nos soportamos… Merezco saber la verdad, Gael era más amigo mío que con cualquiera de ustedes. –Volvió a hablar Sergio.

            -José, depende de ti. –Le dije con suavidad.

            -Erick, ¿qué haces? –Cuestionaron Camila y Percy en unísono.

            -Mientras más personas sepan la verdad, más peligroso se vuelve todo. –Agregó Camila, para hacerse diferenciar.

            -Sí, pero él tiene un punto. Gael era su amigo, no el nuestro…




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