Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 29.

19-04-19

Pasaron 14 días, lo último que supimos de Mario fue que había huido de la ciudad. Y por más absurdo que sonara, no podía evitar sentirme mal por él, ya que descubrimos que Marco y Sergio habían sido los que avisaron a la policía de la droga en la mochila de Mario, droga que sacaron del escondite del mismo Mario, pero, aunque solo se encargaron de revelarlo, no dejé de sentirme mal por él. Sin embargo, no era motivo como para dejar de seguir con mi vida. Después de todo, nos habíamos librado de un gran peso.

Durante los siguientes días, mi vida empezaba a sentirse liviana. No había preocupación que me aterre. Percy perdonó a su padre, pero le dijo que aún quería quedarse con nosotros. Me hizo muy feliz saber que Percy y el señor Fernando había limado las perezas.

Unos días antes, había tenido un ataque de pánico, a lo que me cuestioné ¿por qué seguía teniendo ataques, si ya había aceptado y estaba recibiendo ayuda? Pensaba que la clave era eso, haberlo aceptado, creía que los ataques se acabarían luego de eso, pero tal parecía que no, solo que ahora los ataques eran menos comunes. Por otro lado, no dejaba de pensar era en mi padre, me moría por descubrir qué es lo que había pasado realmente, pero era un pensamiento que llegaba de vez en cuando, sobre todo cuando no estaba con el grupo.

Aquel viernes, Percy tuvo la genial idea de ir a las cataratas de Ahuashiyacu luego de clases, como una especie de celebración por el fin de semana. A la cual asistimos Camila, Marco, Percy, Karen, José, Lucas, Sergio y yo. El grupo que empezó como una pequeña alianza para ayudar a Gael y terminó siendo una especie de grupo de apoyo. Y en los últimos días, se habían agregado miembros que no creí ver juntos. Sergio se había ganado nuestra completa confianza luego de lo que le pasó a Mario.

Luego de hablar con mi madre, nos dio el permiso de ir. Mi madre contrató a un amigo suyo para que nos lleve y nos traiga. Nos divertimos mucho, teníamos el lugar, prácticamente para nosotros solos. Por alguna razón, no abundaban las personas, solo encontramos a uno que otro. Lo cierto es que tuvimos uno de los mejores días de nuestras vidas, el agua fresca me relajaba, hacía que me olvide de todos los problemas y disfrute del momento. Me gustó sentirme así, realmente pensé que empezaría a sentirme así más seguido, pero ya sabes, nada es para siempre.

Lo dramático empezó cuando decidimos regresar a casa luego de una larga tarde de diversión. Mientras subíamos a la camioneta, pude notar que un auto estaba estacionado del otro lado de la carretera, un poco más arriba. De él salió un hombre. Mi padre. Confundido por su presencia, bajé de la camioneta y di unos cuantos pasos en dirección de donde él estaba.

            -Erick… –Dijo Percy–. ¿Es él?

            -Sí. –Le respondí, volteando a mirarlo un momento.

            - ¿Quién es él? –Preguntó Karen.

            -Ahora no. –Le reprochó Percy.

            - ¿Puedes esperarme cinco? –Le pregunté al amigo de mi madre, un hombre muy joven de unos 26 años aproximadamente.

            -Claro, solo no te alejes. Tu mamá me dejó ordenes muy claras. –Respondió él.

Caminé hacia mi padre, con el corazón a mil por hora. Pensaba en la oportunidad de descubrir lo que había pasado, y me aterré. Mi respiración era agitada, sentí nauseas, estaba ansioso y nervioso.

            -Hola hijo. –Dijo cuando estuve a dos metros de él.

            -Hola. –Le respondí nervioso–. ¿Q-Qué haces aquí?

            -Fernando me dijo que les preguntaste un par de cosas. –Habló un poco nervioso–. Estoy aquí para responder a todas tus preguntas.

            -Te escucho. –Le respondí, intentando ser frío.

            -Aquí no. –Me respondió. –Hablemos mientras te llevó a casa. Puedes llamar a tu mamá, si quieres.

            - ¿No te importa que se entere? –Lo cuestioné.

            - ¿Quieres saber la verdad?

            -Dame un segundo. –Le respondí. Caminé de vuelta hacia la camioneta, la mirada de Percy me acechaba en son de preocupación.

            - ¿Listo? –Me preguntó el chofer.

            -Me iré con él. –Le respondí.

            - ¿Qué? No. Tú mamá fue muy clara con…

            -Es mi padre. –Espeté. –Puedes llamarla si quieres, pero yo me voy con él.

            - ¿Cómo que tu padre? –Cuestionó Lucas–. ¿De qué hablas? ¿Por qué dices que él es papá?

            -Te lo explico luego. –Le respondí a Lucas, acercándome a la ventana.

            -Erick… -Intentó decir Camila.

            -Nos vemos luego. –Dije sin mirarlos.

Volví hacia el auto de mi padre, y subí. Encendió el auto y lo puso en marcha.

            - ¿A dónde vamos? –Le pregunté a mi padre.

            -Al boulevard de la paz. –Me respondió. Y a mi mente vino la imagen de la primera vez que lo vi, preguntándome la hora, terminó siendo quien menos esperaba. Y no pude evitar sentirme triste y nostálgico.

Cuando llegamos al boulevard de la paz, decidí que lo mejor era quedarnos en el auto.

            - ¿Por dónde empiezo? –Dijo mi padre.

            -Por el inicio, como toda historia. –Le respondí.

Él dio un suspiro profundo, tratando de calmar algún sentimiento que lo invadía.

            -Yo amaba a tu madre… Desde que la conocí en la universidad, supe que quería pasar el resto de mi vida con ella. Y tal cual lo pensé, pasó. Luego de terminar la universidad, trabajamos un tiempo para solventar gastos en el matrimonio. Un años después, nos casamos. Tiempo después, naciste tú… Nuestro primer hijo, yo no podía estar más emocionado… Pasaron los años, cumpliste 4 años, y tu mamá ya estaba esperando a Lucas. Éramos una familia feliz, no nos faltaba nada, ni envidiábamos nada a otras familias.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.