Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 30.

20-04-19

Desperté con el lamento de mis acciones la noche anterior. Y con una idea que no dejaba de rondar en mi cabeza. Sin embargo, no importaba lo avergonzado que estaba, no podía cambiar lo que había hecho. Mis pensamientos seguían siendo los mismos, mis padres seguían siendo los culpables de todo, pero intentaba perdonarlos. Salí de la habitación en la que dormí, por alguna razón que no me interesó mucho, había dos cuartos perfectamente implementados.

            -Buen día hijo. –Me dijo, cuando lo encontré en el pasillo.

            -Hola papá. –Le respondí con un poco de vergüenza en mi voz.

            - ¿Qué tal amaneciste?

            -Apenado. Confundido. –Le respondí suavemente.

            -Sé que es difícil, pero todo estará bien. –Intentó tranquilizarme, mientras lo seguía hacia la sala de estar.

            - ¿Cuánto tiempo te quedarás? –Le pregunté, sentándome en el sofá.

            - ¿En este departamento? O ¿en la ciudad? –Me cuestionó él sentándose frente a mí.

            -En el país. –Le respondí rápidamente.

            - ¿Por qué la pregunta? –Se mostró preocupado.

            -Estaba pensando en que, si estás de acuerdo, irme a México contigo. –Le respondí, intentando mantener el valor de poder mirarlo a los ojos.

            -Haber si entendí bien, ¿me estás diciendo que quieres venir a México conmigo? ¿A vivir conmigo? ¿Por qué? No es que no quiera, todo lo contrario, me encanta la idea.

            -Esta ciudad. Ya tuve bastante de ella, tal vez un cambio de aire es lo que necesito. Tal vez eso es justamente lo que necesito para sanar.

- ¿Qué hay de tu mamá? Dudo mucho que acepte.

            -Ella siempre me dijo que busca lo mejor para mí. Y esto lo es.

            -De todas formas, es una decisión que no debes tomar a la ligera. No te dejes llevar por una emoción. –Me aconsejó.

            -No lo hago. Desde hace un buen tiempo que llevo pensando en que debería dejar esta ciudad. Conocer nuevas personas, estudiar en un nuevo colegio. Y ¿qué mejor que un nuevo país para lograr eso? –Le respondí con sinceridad.

            -Pues si realmente estás decidido, debes hablar con tu mamá primero. No puedo llevarte, así como si nada. Ella es tu mamá, y yo solo soy tu papá muerto.

            -Lo haré lo más pronto posible. –Le respondí.

            -Perfecto, por ahora vístete, que iremos a desayunar. –Me habló, sonriendo un poco. Tratando de minimizar todo lo que había pasado la noche anterior.

Regresé a la habitación, mi mochila estaba a un lado de la cama, estaba limpia y seca, pero mi ropa no estaba dentro.

            -Ten. –Apareció mi padre en la puerta de la habitación con mi ropa en las manos–. Saldremos cuando estés listo.

Luego de que se fue, me vestí. Me puse el pantalón oscuro y la camiseta gris. Afortunadamente, mi reloj aun servía del todo bien.

-Estoy listo, ¿A dónde iremos? –Le pregunte a mi padre en la sala de estar.

-Al café plaza. –Me respondió mientras se levantó del sofá.

Cuando llegamos allí, intenté serenar lo que me quedaba de vida. Pensaba en el cambio de vida, en el efecto que tendría en mí, pensaba que me vendría bien. Quería sentirme bien.

Bebía un sorbo de jugo de naranja cuando Sergio apareció en el café. En frente de mí, mantenía una mirada de tristeza. Realmente se veía destrozado, lo cual me preocupó.

            -Te estuve llamando toda la noche. –Habló con un ligero enojo en su voz, acercándose hasta nuestra mesa.

            - ¿También me estuviste buscando? –Le pregunté avergonzado.

            -Sí, pero no para lo mismo que los demás. –Espetó.

            - ¿Entonces? –Me intrigué.

            -José está muerto. –Dijo con mucha pena en su voz. Tres palabras, cientos de emociones. Él las había dicho rápidamente, pero yo las escuché lentamente, una a una. Lo cual hizo que me sintiera devastado, sorprendido, intrigado, aterrado.

Me quedé sin palabras. Bajé la cabeza, y luego sin movimiento alguno, mi mirada estaba perdida en la mesa, pensé en lo poco que sabía de la vida, y en lo mucho que me sorprendía.

            - José tomó de ejemplo lo que habías hecho con tu padre, al enfrentar la verdad. Percy nos contó lo que pasó. –Miró a mi padre con pena, y siguió–. José tomó de ejemplo “tu valor” al enfrentar la verdad, así que cuando regresamos de las cataratas, cuando caminábamos hacia su casa, me dijo que tomó la decisión de decirle a sus padres toda la verdad. Intenté hacerle cambiar opinión, pero ya lo tenía decidido. Lo único que pude hacer es acompañarlo en ese momento. Esperé en su casa junto a él, a que llegaran sus padres, y cuando llegaron empezó lo peor… Mientras tú deambulabas por las calles, huyendo, sin saber lo que te estaba pasando, José les decía a sus padres lo que había cometido y lo que había hecho Gael para salvarlo. Lo que ninguno se imaginó fue su reacción.

            - ¿Qué le dijeron? –Le pregunté sin mover la mirada.

            -Palabras que nunca imaginé escuchar de un padre a su propio hijo.

            - ¡¿Qué?! –Le espeté.

            -Erick, cálmate. –Me dijo mi padre.

            -Básicamente, lo despreciaron. Yo intenté defenderlo, pero su padre me botó de la casa a empujones. Pude escuchar gritos, pero entendía muy bien desde afuera por el sonido de la lluvia. Me quedé esperando afuera, por si José salía, pero nunca salió… Una hora después, me envió un mensaje diciéndome que esperara afuera de la ventana de su habitación, cuando llegué a la ventana, él salió con un sobre manila en las manos. Me dijo que te lo entregara, y que solo tú podías decidir cuándo abrirlo y qué hacer con él. Tenía una sonrisa tímida, pensé que estaba bien. –Dijo la última frase mientras las lágrimas asechaban en sus ojos–. Debí preguntar, debí suponer lo contrario.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.