Desde el hoyo en el que me encuentro

Capítulo 32.

Dos días después

Luego de evitar al grupo y a mi madre por dos días, supuse que era el momento de enfrentar lo que tenía que enfrentar. El doctor Ismael tenía razón, para sanar, primero debo enfrentar y debía hacerlo por partes. Empecé con el grupo, al que no había visto desde el funeral de José. Aquel día que solo me preguntaron cómo estaba y que no tuve cara de responder. Ya había estado con mi padre por dos días, él ya había comprado los boletos de avión para el viernes, tenía que hacer aquello que estaba alargando, despedirme.

Le pedí a mi padre que me llevara hasta el colegio, a la hora de salida. Esperé el frente de las puertas de salida del colegio mientras mi padre esperó en el auto del otro lado de la calle. Estaba nerviosamente ansioso. Quería que ellos supieran lo que tenía decidido, después de todo, me ayudaron en muy poquito tiempo. Las puertas se abrieron, vi muchas caras conocidas con las que no había hablado antes, pero ninguna de ellas era a las que buscaba. Luego de un momento, salieron Camila, Marco y Sergio, detrás de ellos, Percy y Karen. Y entonces hablé.

            -Hola. –Les dije, con un tono ligeramente avergonzado.

            -Erick… -Dijo Camila, casi en un susurro.

            -Hola, Erick. –Me sonrió Karen, y yo le devolví la sonrisa.

            - ¿Dónde estabas, mi bro? –Dijo Marco.

            -Ni yo falté tanto a clases el año pasado como tú durante un mes este año. –Me reprochó Sergio.

            - ¿Qué haces aquí? ¿Cuándo planeas regresar a tu casa? Tú mamá y Lucas te esperan. –Se expresó Percy.

            - ¿Sigues quedándote con ellos? –Le pregunté, nervioso por la respuesta.

            -No, pero voy seguido. Y me quedo con Lucas. –Me respondió. Hizo que me sintiera egoísta, y tenía toda la razón para hacerlo.

            -He estado con mi padre. –Le respondí a Marco–. Planeo regresar a casa hoy, de hecho, iré más tarde. –Le dije a Percy.

            - ¿Cuándo regresarás a clases? –Me preguntó Camila, temerosa.

            -No creo que vuelva… –Le respondí.

            - ¿De qué hablas? –Cuestionó Percy.

            -Me voy a México con mi padre… Ya tengo todo decidido, y mi padre ya compró lo boletos.

            -Erick, apenas empezamos el año, ¿no crees que es absurdo? –Habló Camila–. Percy, vamos. Dile algo, esto es absurdo. Apenas ha pasado un poco más de un mes.

            -Lo sé. Suena estúpido, y egoísta. Pero no puedo seguir en donde jamás me sentí bien.

            -Tiene razón. –Habló Percy. No sabía por quién lo había dicho, si por lo que dijo Camila o por lo que dije yo, hasta que habló de nuevo. –Erick tiene razón, es más absurdo si sigue en un lugar donde nunca se sintió bien. Si tiene la posibilidad de salir de este país y empezar una nueva vida desde cero con su padre, debe que hacerlo. Debe aprovecharla.

            -No. No puedo aceptarlo, lo siento. –Dijo Camila, siendo aquella su última frase, corrió hasta el auto de su mamá y se fue.

            -Bueno, yo solo quería que ustedes lo sepan… -Les hablé una vez más, casi en susurro, ocultando no solo la mirada, sino también mi dolor. –Y ya se los dije, así que… Adiós.

Marco intentó decir algo, pero Percy lo paró, impidiendo que hable. Regresé al auto de mi padre, una vez dentro, di un último vistazo hacia el colegio. Hacia el grupo. No pude evitar sentirme triste, y eso era justamente lo que quería evitar de todo este lugar. Estaba harto de sentirme así, estaba harto de ese dolor.

Mi padre llamó a mi madre por teléfono, para asegurarse de que se encontrara en casa. Ella nos esperaba. Mi padre condujo hasta allá, tomó el camino largo, y yo lo tomé como una manera de alagar el tiempo de llegar. Podía notar sus nervios, y no pude ocultar los míos.

-Esta casa me trae muchísimos recuerdos. Aun no puedo creer que el color siga siendo el mismo que elegimos juntos la última vez. –Me dijo mientras nos acercábamos a la casa, disminuyendo la velocidad poco a poco.

-A ella le encanta ese color, por eso nunca lo cambió. –Le respondí con suavidad.

- ¿Estás listo? –Me pregunto, cuando estacionó el auto justo en frente de la casa. El mismo color verde pastel que veía desde que tengo memoria. Mi madre jamás lo cambió, siempre decía que le encantaba ese color.

            - ¿Tú lo estás? –Le respondí con otra pregunta, sin dejar de observar la casa. Se veía tan acogedora. El color le quedaba genial, me encantaba el contraste que hacía con las plantas y las flores que mi madre siempre cuidó cada mañana. Me sentí nostálgico.

            - ¿Te soy sincero? Me siento del mismo modo que me sentí hace doce años, cuando le dije a tu madre lo que sentía.

            -Según un experto, la mejor forma de sentirse bien, es enfrentar el problema. –Le respondí, apartando los ojos de la casa y volteando a mirarlo a los ojos.

Un momento después, bajamos del auto y nos acercamos a la casa. Una que no había visto en dos días, y que se sentía distinta. Mi madre abrió la puerta, su expresión fue emotiva. Se alegró de verme, algo que pensé que iba a ser diferente.

            -Hola mamá. –Le dije, con vergüenza en mi voz.

            -Hijo. –Me respondió ella, rodeándome con los brazos y dándome un cálido abrazo que disfrute mucho por un corto momento.

Mi padre se quedó hablando con mi madre en la sala, tenían cosas qué aclarar y heridas que sanar. Yo estaba en mi habitación, esperando el momento en el que me toque hablar con ella. Lucas apareció un momento en mi habitación, en el que solo dijo: “Que bueno que hayas regresado, mamá te ha echado mucho de menos. Aunque solo hayan sido dos días, para ella han sido muy duros”. Luego de eso se fue a su habitación, y no volvió a salir de ahí. Decidí que la mejor forma de pasar el rato hasta que mis padres terminaran de hablar era preparando algunas cosas en la maleta. Así que tomé mis audífonos y en mi celular reproduje “Demons” De Imagine Dragons. Una canción que me identificaba, que podía entender e incluso sentir. Mientras hacía la maleta, decidí que algunos recuerdos no podían ir conmigo, por lo que la maleta estaba echo de ropa y cosas que realmente necesitaría. Un momento después, mi madre ingresó a mi habitación. Me quité los audífonos automáticamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.