Desde el interior de mi mundo

Capítulo 6. Recuerdos de una extraña bienvenida

El efecto de esos raros polvos duró hasta mediodía, Cleon se movía en su hamaca disfrutando de no hacer nada. Los que despertaban se preparaban para hacer la comida del día. No había mucho que hacer realmente. Algunas personas hablaban, otros jugaban con cartas hechas a mano. Era uno de esos días perezosos, como un domingo, sólo que era viernes.

 

-¿Buu?

 

Madelyn había intentado asustar a Cleon mientras dormía, pero ella no contaba con que él estuviese fingiendo dormir.

 

-Buenos días. -le guiño un ojo.

 

La joven tuvo que contener el aliento para no dar un pequeño grito, estaba demasiado emocionada, aún no creía su suerte por haberlo conocido y hacerse cercana a él. Otra vez esa máscara cubría su rostro, el joven ansiaba ver su rostro, pero sabía que si estaba usando ese objeto era mejor esperar, no podía forzarla.

 

-¡Mady! -exigió Darek acercándose a punto de separarlos.

 

-Buenos días tortolitos -la castaña de la otra vez se había acercado a ellos.

 

-¡Hola Danielle! -saludo Elizabeth

 

-No les digas así Danielle, no quiero. -La voz de Darek se hizo muy suave en cuanto la castaña apareció.

 

-Chicas, tengo algo que decirles, Cleon me dijo que no recuerda cuando llegó aquí -continuó Elizabeth divertida. -Debemos recordárselo. Además, todos los viernes de pijamada acostumbramos contar historias.

 

-¿Qué? -el rubio miraba atónito a las chicas en silencio. Darek ya ni decía una sola palabra pues Danielle ahora tomaba su mando, era muy evidente que gustaba de ella.

 

-Siii Eli yo quiero escuchar -Mady era la más emocionada.

 

-Bueno, esto pasó un “jueves de limpieza” sino mal recuerdo -Elizabeth empezó, esta vez Cleon ni se salvaría de oír la historia de cómo llegó al hospital.  -Lo recuerdo como si hubiese sido ayer, parecía muy refinado. -rio.

 

***

 

-¡Yo no pertenezco aquí de ninguna absurda manera! ¡SUÉLTAME IMBÉCIL O LLAMARÉ A MI ABOGADO! ¡suéltame! -gritaba enojado dando patadas en el aire.

 

Esos hombres lo tocaban como si fuera cualquier persona, pero no era así, él era Cleon Devine, sensación juvenil. Cualquier persona que lo tocara o se atreviera a intentarlo tenía altas probabilidades de quedarse en la calle sin trabajo, sus fanáticas eran algo intensas y cuando alguien decía algo malo de su adorado rubio no tenían temor en responder de manera hostil.

En ese momento había llegado a su nuevo hogar, un mísero lugar al que no pertenecía, ese hospital. Ni siquiera sus guardaespaldas estaban cerca para defenderlo cuando realmente los necesitaba. luego pensaría en darles un castigo o despedirlos, eran un par de inútiles.

Cleon seguía gritando que todo era un error, que sin importar lo que pasara saldría y los demandaría, sí. Amenazaba con hacerles perder su empleo, con dejarlos en la calle y rogar por piedad. Su ego a veces se apoderaba de su imaginación, llegó un punto en que se creía un verdadero rey que todo lo podía, esa actitud le gustaba a sus fanáticas, un ángel capaz de dar dinero a los necesitados y un rey del miedo que no temía en castigar a quienes lo merecían.

A los guardias les costó un poco hacer que él entrara, se movía como un verdadero animal salvaje. Pero ¿cómo no hacerlo? Habían irrumpido en su habitación y lo arrastraron por el suelo metiéndolo a una camioneta de dudosa procedencia. al abrir la puerta se dieron con la sorpresa de que él quería huir. Unos segundos después había sido arrastrado por la acera y cargado como podía, y ahora batallaban para meterlo por el pasillo, no iba a rendirse en lo absoluto.

 

El gran talento del rubio era gritar e insultar a todo pulmón. En momentos como ese cuando la ira lo había poseído podía ser una persona muy brusca, como un cocodrilo luchando. Incluso la gente que pasaba por allí juraba que a través de los ojos del rubio se podía ver la puerta que abría a los largos pasillos del infierno, donde las almas eran recibidas y lloraban suplicantes de piedad ante el rey del inframundo que los miraba disfrutando su larga y eterna agonía. Aunque tal vez exageraban. 

 

Sin embargo, al fin y al cabo no era más que un paciente con un gran problema de ira y su manera de ser tan caprichosa y perfeccionista. Después de todo, los empleados del hospital ya estaban acostumbrados a todo tipo de pacientes, y él no era en lo absoluto algo especial, como otra raya más al tigre.

 

De esa manera lo habían metido a una habitación mientras preparaban medicamentos para calmarlo. Ese joven parecía que tardaría más tiempo en adaptarse que el resto, claramente tenía demasiada energía, lo habían visto patalear todo el tiempo sin cansarse, como un niño berrinchudo con fuerza, pero al fin y al cabo era sólo una rabieta de niño mimado.




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