Otra vez acá, todo igual que antes, me veo sonriendo y me siento dichosa. ¿De regreso a los días felices? El día es tan caluroso, pero me refresca el viento revolviendo mi cabello. Qué bonita ilusión. Todos ríen, se ven tan alegres, pero alguien falta.Me alejo de todos intentando encontrarte, eras parte de los días felices, tenías que estar por allí. En el patio todo estaba igual, el pasto verde, los grandes árboles y la banca blanca en su lugar, a la sombra del ciprés más alto.
Al salir al patio me di cuenta que iba descalza, bajo la planta de mis pies el pasto me relajaba. Corrí hacia un banco y me paré sobre el de un salto, quería cortar una ramita del ciprés. Casi caía al intentar cortarla, pero lo conseguí. Entonces me acosté sobre el banco y acercándome el ciprés al rostro inhalé su perfume. Todo era tan tranquilo y relajante que cerré los ojos.
Los abrí despacio al escuchar pasos acercándose que me recordaron a ti. Allí estabas, podía tocarte; te sonreí y me devolviste la sonrisa sentándote a mi cabecera. No dijiste nada, me miraste con ojos tristes mientras me acomodabas el cabello. Intenté abrazarte y me apartaste levantándote.
¡Otra vez no! Te alejabas de mi. ¿No podría detenerte? No quería perderte de esa forma. Alargando el brazo conseguí tomarte la mano, me viste confundido y me soltaste. “No puede ser, ¡no puede ser!”, volvía a morir...
“¡No me dejes!” Intenté gritar, mientras lloraba. No me salía la voz, quería gritarte y solo te alejabas, otra vez no podía hacer nada.
-¡No me dejes!- Por fin grité y desperté llorando.