Con el paso de los siglos, la humanidad se multiplicó y se extendió por la tierra. Set tuvo un hijo llamado Enós, y con su generación, los hombres comenzaron a invocar el nombre del Señor. De generación en generación, nacieron hombres como Matusalén, quien vivió 969 años, y finalmente, Noé.
Noé encontró gracia ante los ojos de Dios en una época en que la maldad de los hombres era grande en la tierra y todos sus pensamientos e intenciones eran siempre malos. Dios, viendo la corrupción y la violencia que reinaban, decidió poner fin a la maldad con un gran diluvio que destruiría toda carne bajo el cielo.
Sin embargo, Dios decidió salvar a Noé y su familia debido a su justicia. Instruyó a Noé a construir un arca de madera de ciprés, que debía tener 300 codos de largo, 50 codos de ancho y 30 codos de alto, con un techo, una puerta en su costado y compartimentos interiores. Noé siguió todas las instrucciones divinas al pie de la letra.
Dios mandó a Noé a llevar al arca una pareja de cada especie de animales para preservarlos, además de alimentos para ellos y su familia. Noé, su esposa, sus tres hijos—Sem, Cam y Jafet—y las esposas de sus hijos, entraron al arca y Dios cerró la puerta detrás de ellos.
Durante cuarenta días y cuarenta noches, el diluvio cubrió la tierra. Las aguas subieron y elevaron el arca por encima de las montañas más altas. Todo ser viviente fuera del arca pereció, excepto Noé, su familia y los animales que estaban con ellos.
Cuando las aguas finalmente retrocedieron, el arca reposó en las montañas de Ararat. Noé envió un cuervo, que fue y vino hasta que las aguas se secaron. Luego envió una paloma, pero al no encontrar dónde posarse, regresó al arca. Después de siete días, Noé envió de nuevo la paloma, y esta vez regresó con una hoja de olivo en el pico, señal de que las aguas habían disminuido. Finalmente, al enviarla una tercera vez, la paloma no regresó.
Dios instruyó a Noé a salir del arca, y él y su familia, junto con los animales, salieron para poblar nuevamente la tierra. Noé construyó un altar y ofreció holocaustos al Señor, y Dios prometió nunca más maldecir la tierra por causa del hombre ni destruir toda carne con un diluvio.
Dios bendijo a Noé y a sus hijos, diciéndoles: "Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra". Como señal de Su pacto, Dios colocó un arco iris en las nubes, prometiendo que cada vez que apareciera, recordaría Su promesa de no volver a destruir la tierra con un diluvio.
Con el tiempo, los descendientes de Noé se esparcieron por toda la tierra, formando naciones y hablando diferentes lenguas. Surgieron grandes civilizaciones y ciudades, pero también desafíos y conflictos.
Uno de los eventos más significativos en esta etapa fue la construcción de la Torre de Babel. En un esfuerzo por hacerse un nombre y evitar ser esparcidos, los hombres decidieron construir una torre que llegara hasta el cielo en la llanura de Sinar. Pero Dios, viendo su arrogancia, confundió su lengua para que no pudieran entenderse entre ellos, y los esparció por toda la tierra. La ciudad se llamó Babel, porque allí Dios confundió el lenguaje de toda la tierra.
A través de los siglos, Dios siguió revelándose a la humanidad, estableciendo pactos con figuras claves como Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, y guiando a Su pueblo elegido. Las historias de fe, desafío y redención continuaron tejiendo el tapiz de la humanidad, siempre bajo la mirada y el cuidado providente de su Creador.
¡Quédate porque la historia continúa!
Editado: 10.12.2024