(Después de Noé y el suceso en la torre de Babel)
En la tierra de Ur de los Caldeos, vivía un hombre llamado Abrán junto a su esposa Sarai y su familia. Un día, Dios llamó a Abrán y le dijo: "Sal de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré y engrandeceré tu nombre, y serás una bendición."
Con fe y obediencia, Abrán salió de Ur junto a Sarai y su sobrino Lot, y se dirigieron a la tierra de Canaán. Allí, Dios se apareció a Abrán y le prometió dar esa tierra a su descendencia.
Debido a una hambruna en Canaán, Abrán descendió a Egipto con su esposa Sarai. Temiendo por su vida, ya que Sarai era muy hermosa, Abrán pidió a Sarai que se hiciera pasar por su hermana. Cuando los egipcios vieron la belleza de Sarai, la llevaron a la casa del faraón. Pero Dios afligió al faraón y su casa con plagas, y el faraón descubrió la verdad. Entonces, devolvió a Sarai a Abrán y les pidió que abandonaran Egipto.
Abrán y Lot regresaron a Canaán, donde sus rebaños y posesiones crecieron tanto que la tierra no podía sostenerlos a ambos. Para evitar conflictos entre sus pastores, Abrán sugirió a Lot que se separaran. Lot escogió las fértiles llanuras del Jordán, cerca de Sodoma, mientras que Abrán se quedó en la tierra de Canaán. Después de que Lot se separó, Dios reafirmó su promesa a Abrán, asegurándole que su descendencia sería tan numerosa como el polvo de la tierra.
Dios se apareció a Abrán en una visión y le prometió una recompensa grande. Abrán preguntó a Dios cómo sería posible, ya que no tenía hijos y su heredero era un sirviente en su casa. Pero Dios le aseguró que tendría un hijo propio y que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo.
Para sellar su pacto con Abrán, Dios le ordenó preparar un sacrificio de varios animales. Cuando el sol se puso, Dios hizo pasar una llama de fuego entre los animales sacrificados, estableciendo así el pacto. Dios prometió a Abrán que sus descendientes heredarían la tierra desde el río de Egipto hasta el gran río Éufrates.
Sarai, viendo que no podía darle hijos a Abrán, sugirió que él tuviera un hijo con su sierva egipcia Agar. Abrán aceptó, y Agar concibió a Ismael. Sin embargo, los celos y las tensiones surgieron entre Sarai y Agar, y Agar huyó. En el desierto, un ángel del Señor se apareció a Agar y le dijo que volviera y se sometiera a Sarai. También le prometió que su hijo Ismael sería padre de una gran nación.
Dios apareció de nuevo a Abrán cuando tenía noventa y nueve años y reafirmó su pacto, cambiando su nombre a Abraham, que significa "padre de multitudes". También cambió el nombre de Sarai a Sara, prometiéndole que ella sería madre de naciones y reyes. Como señal del pacto, Dios ordenó que todos los varones de la casa de Abraham fueran circuncidados.
Un día, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda en el calor del día, tres hombres, que eran ángeles, se le aparecieron. Abraham les ofreció hospitalidad, y mientras comían, uno de ellos le dijo que Sara tendría un hijo en un año. Sara, que estaba escuchando, rió incrédulamente, pero el ángel reafirmó la promesa de Dios.
Dios informó a Abraham de su intención de destruir Sodoma y Gomorra debido a su maldad. Abraham intercedió por las ciudades, preguntando si Dios las destruiría si hubiera justos en ellas. Dios accedió a no destruirlas si encontraba diez justos. Sin embargo, no se encontraron ni siquiera diez justos, y las ciudades fueron destruidas. Lot y sus hijas escaparon, pero su esposa, al mirar atrás, se convirtió en una estatua de sal.
Finalmente, tal como Dios había prometido, Sara dio a luz a Isaac. Ambos, Abraham y Sara, estaban llenos de alegría y gratitud. Isaac creció y fue circuncidado al octavo día, siguiendo el mandato de Dios.
Dios puso a prueba la fe de Abraham pidiéndole que ofreciera a Isaac como sacrificio en el monte Moriah. Con gran dolor y obediencia, Abraham llevó a Isaac al lugar señalado. Justo cuando estaba a punto de sacrificar a su hijo, un ángel del Señor lo detuvo y le proporcionó un carnero como sustituto. Este acto de fe reafirmó el pacto de Dios con Abraham, prometiéndole que su descendencia sería bendecida y multiplicada.
Sara vivió hasta los 127 años y murió en Hebrón. Abraham compró una cueva en Macpela como lugar de sepultura para Sara, que se convirtió en el sitio sepulcral de la familia.
Abraham envió a su siervo más antiguo a buscar una esposa para Isaac en su tierra natal. El siervo, guiado por Dios, encontró a Rebeca, quien aceptó casarse con Isaac. Isaac amó a Rebeca y encontró consuelo tras la muerte de su madre.
Abraham tomó otra esposa, Cetura, y tuvo otros hijos, pero heredó todo a Isaac. Vivió hasta los 175 años y murió en buena vejez. Fue enterrado por Isaac e Ismael en la cueva de Macpela, junto a Sara.
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Editado: 10.12.2024