Era una mañana nublada, por lo que cuando tocó mi puerta, yo aún estaba disfrutando de mis sueños; después del accidente había un sueño que se repetía, eran aquellos ojos marrones claros que me habían llevado tranquilidad cuando me encontraba en terapia intensiva. El desarrollo de mi sueño iniciaba con un sendero largo el cual me encontraba caminando en México, era un sendero en un pueblo el cual no reconocía, iniciaba en una carretera larga, luego esta se convertía en un camino sin pavimentar, parpadeaba y unos segundos después aparecía encerrada bajo llave en mi dormitorio, empezaba a gritar, golpear la puerta e intentaba abrirla a toda costa cuando una vez más sin explicación estaba en la recepción de mi hogar y al asomarme por la mirilla ahí estaban un par de ojos viéndome a través de una mirilla como si me conocieran de toda la vida. Tenían unas pestañas largas, con una forma avellanada, inspiraban bondad, eran brillantes; unos ojos así no podrían dañarte en absoluto, no te mentirían. Desperté de golpe y exaltada cuando alguien llamo a la puerta violentamente.
Lilia desesperada porque no abría la puerta decidió llamar a ella más fuerte, cuando la recibí en mi cuarto de hotel supe que necesitaba una amiga como ella, supe que un espíritu así de libre y valiente era lo que me ayudaría a sobrevivir en mi nueva ciudad. Su cabello era corto, rizado, azul índigo; su piel era clara casi pálida, pero con unas pecas preciosas al lado de su chata y pequeña nariz. Tan guapa que a más de uno encantaba mientras caminaba y conversábamos por las calles de Madrid. Se ofreció a darme un pequeño tour, Lilia era una de las chicas perteneciente al comité de vinculación e intercambio de la universidad por lo que estaba al tanto de lo que me había pasado, sin embargo, no menciono ni una palabra en el camino referente al accidente, la prudencia y discreción era un don que a ella se le daba bastante bien, puedo decir al día de hoy. Por fin tenía una amiga.
Antes de iniciar le pedí algunos minutos mientras me arreglaba y me disculpé por haberme quedado dormida, a lo que ella comentó que no había problema, entendía perfectamente que apenas me estuviera acostumbrando al nuevo horario. El hotel en el que me encontraba no era nada modesto, la aerolínea había sido lo suficientemente generosa, por lo que mientras yo me cambiaba en el dormitorio, Lilia esperaba en el recibidor. Visitamos una cafetería en el camino, yo me encontraba sumamente perdida y algo aturdida, era una especie de conejillo atontado por las luces de una avenida, todo me parecía hermoso alrededor, cada ciclista y la manera en que la gente en vehículos respetaba y cuidaba su camino, las pintorescas calles, y ese toque que me indicaba que estaba en el viejo mundo, no cabe duda que estaba en la ciudad correcta, debido a todos esos sentimientos que me producía.
La cafetería era tan única, a pesar de no ser una cafetería pequeña y cuando me disponía de tomar un café con pay de plátano, Lilia se disculpo por toda España, por el dolor que sus ancestros le habían causado a mis ancestros indígenas durante la conquista española, a lo que agregó, con ese acento madrileño que me gusta bastante: - Y que se joda la puta Malinche-. Las risas invadieron nuestra mesa, y conteste: -Oye si todos los madrileños son así, no se porque no me vine a vivir aquí desde antes-. Ella sonrió, al mismo tiempo que mencionó: -Sinceramente no sé si todos son así, pero no te confundas en todos lados hay gente estúpida-. Sabía perfectamente a lo que se refería, la calidez de su recibimiento ya me llenaba el alma, y ni siquiera había pasado una hora.
El primer lugar y único del itinerario fue la Catedral de Almudena, pasamos toda la tarde ahí, recorriendo cada centímetro de majestuosa edificación, es tan enorme, que fue sencillo que el tiempo volara ese día; era tan hermosa que una lagrima rodo por nuestra mejilla casi a la puesta del sol, me sentí avergonzada cuando Lilia lo noto, pero me alivie al ver que también ella lloraba, al hacerlo exclamo: -¡Vaya Karen! Esto si que no me lo esperaba, tienes alma de artista según veo. Sonreí sin decir nada, esa tarde algo nos unió, mas que la soledad en la que me emergía con el pasar de las horas, fue compartir un sentimiento en lo profundo del alma. Lilia estudiante de la licenciatura en literatura e historia me lleno la tarde de historias chuscas hasta algunos chismes acerca de la construcción en la que nos situábamos, debo decir que fue el mejor servicio guía turístico que yo había recibido en mucho tiempo.
La virgen que se encontraba dentro había sido tallada en el siglo XV aproximadamente, sostenía a un niño en brazos, aunque estaba tallada en madera lucía cromada en dorado; Lilia me contaba acerca de la época en la que se le colocaban sus ropas, sin embargo, los madrileños dejaron de hacerlo porque ella las desgastaba y salía de la catedral durante las noches, o al menos eso era lo que la gente platicaba en una época algo lejana. Creyeron que al ya no colocarle ropas de tela, eso evitaría que quisiera escapar durante las noches.
Editado: 01.04.2020