Antes de dormir, fui a la cocina por algo de cereal, intentaba tomarlo a escondidas puesto que no había hecho las compras de la casa, moría de pena con Lilia, así como de hambre, no podía dejar que Lia pensará que era una abusiva, así que me propuse aprovechar el domingo como cualquier ama de casa para ir a hacer las compras de ambas. Regrese a mi cama, tome mi tratamiento y no tuve ni el menor de los problemas para conciliar el sueño, a pesar de no haber sido productiva durante mi sábado.
Ahora estaba en un lugar que no recordaba haber visto, tenía amplios espacios verdes, muy similares a campos, seguí caminando rumbo al primer edificio que se cruzo en mi camino y esa arquitectura me recordaba a la misma arquitectura que podría ser de una universidad; ese diseño en concreto, piedra labrada, ventanales grandes y escaleras amarillas, era un bachillerato privado o una facultad universitaria. Los escalones eran perfectos para mi rutina de piernas, no utilizaría el elevador, había prometido intentar llevar un estilo de vida un poco más sano, me esforzaría en subir esos cinco pisos por las escaleras, igual nada malo podría pasarme. A pesar de que era un sueño y de cierta manera estaba consciente de ello, cuando estaba subiendo la primer parte de escalones del cuarto piso me encontré bofeada, mi cuerpo me reclamaba esos años de malos hábitos y flojera absoluta. Cuando finalice las escaleras del quinto piso, mis ojos se iluminaron por completo al entrar a la biblioteca de la facultad, podía perderme ahí mismo durante horas, recorriendo sus pasillos, entonces comencé el recorrido tan pronto como pude porque estaba segura que no acabaría de conocer por completo esa biblioteca. Una voz pronunció mi nombre, desconcertándome, gire a mi izquierda y ahí estaba saliendo entre los pasillos, ganándome la partida nuevamente. No pude emitir ni una palabra, estaba sin aliento, ya no sabía si era consecuencia del ejercicio extenuante al que me había sometido, si quizás era la emoción de la enorme biblioteca o era la sorpresa de encontrarme al entrometido nuevamente en mis sueños.
A lo que el Doctor Martín respondió burlesco: -¡Te he dejado sin palabras cierto!-. Antes de responder, aclare mi garganta un poco y tome una gran bocanada de aire, para luego decir seria: -No doctor, descuide fue efecto de las escaleras-. El doctor Martin aclaro: -Oye puedes llamarme Alex, mi nombre es Alejandro, pero llámame Alex como todos-. Me disculpe y mencione: -No lo sabía, creía que tu nombre era Martin, me parece un poco irrespetuoso llamarlo por su nombre-. El doctor Martin insistía: -Tímida e inoportuna, ¿No se supondría que eso fuese una mala combinación?-. Me hizo reventar al instante, me acusaba nuevamente de ser la entrometida en sus sueños, cuando era él quien se entrometía en los míos. Contesté: -Avíseme el lugar en el que se encontrará la siguiente noche, para no acudir, como si realmente pudiera controlar los sueños-. Entonces respondió: -Precisamente eso investigo señorita, como ve estoy metido en libros tratando de averiguarlo, recordando un poco sobre neurología-. Al mismo tiempo mostraba la portada del libro que se titulaba: Principios de Neurociencias, solo alcance a ver que el autor se llamaba Kandel. No dije nada, comencé a vagar por la biblioteca, cada vez que me topaba con el brillante doctor Alejandro Martin, terminaba sintiéndome estúpida e inútil; cada que quería mostrarse agradable y vacilador, terminaba siendo un patán boquifloja, no había manera de llevarse bien con un tipo como él. Podría ser el favorito de la Doctora Barrera, pero aún tenía mucho que aprenderle, acerca de humanidad, empatía y amabilidad.
Aunque odiaba admitirlo el Doctor Martin tenía razón, no podía solucionar esto si no me adentraba en el pensamiento humano, entonces me encontré con el libro titulado: Las Puertas de la Percepción de Aldous Huxley, parecía un buen comienzo, quise empezar a hojearlo cuando el engreído fue hasta el pasillo en el que me encontraba y dijo: -Oye Karen, emm… Siendo realistas no terminaremos de leer estos libros en una noche, quizás no tenga mucho caso abrirlos-. Al mirarlo torcí los ojos e ignoré sus palabras, como se ignora al viento cuando entra por el salón. Entonces exasperado dijo: -¿Podrías ser un poco amable?-. Su frase me hizo brotar canas prematuras en mi cabellera y dije: -Verdaderamente quieres que me muestre amable contigo, si cada que cruzamos palabras solo muestras lo patán que eres… No te equivoques conmigo Alex, quizás no sea de aquí, pero hay algo que tengo muy claro tú no eres el tipo de persona que me gustaría incluir en mi lista de amigos-. Mis palabras lo helaron, parecía que nuevamente yo era la que diría las líneas finales de nuestra conversación. Pero me miro con sus ojos café claros brillantes, queriendo expresarme algo y dijo: -Vale, no he sido la mejor persona, es solo que todo esto me aterra-. A lo que contesté: -Yo entiendo, también me encuentro un poco aterrada, es solo que me desespere un poco; no es mi afán que tengas tan horrible concepto de mis compatriotas-.
Por primera vez, teníamos una verdadera conversación, lejos de buscar culpables y de insultarnos uno al otro; procedió a sentarse en un lado mío y dijo: -Me alegro de que estéis recuperada, no me hubiese perdonado si el día del avionazo te me hubieras ido de las manos-. Su confesión me sorprendió por completo y dio un giro de 360 grados a la impresión que tenía de él, estaba mostrando signos de tener un corazón y no cualquier corazón, sino uno grande y humanitario, la persona que hacía unos cuantos minutos había sido grosera no parecía la misma con la que me encontraba dialogando. Contesté: -Debo decir gracias a ti Alex, no sería así de no ser por ti-. Antes de contestarme me hizo una seña para que nos sentáramos en el corredor, entre los libreros, y dijó: -Parte del trabajo es tuyo, por haber querido quedarte-. Entonces recordé mis alucinaciones, como todo era tan confuso, no lograba entender nada, probablemente de no haber sido por sus ojos no lo hubiera logrado. Esos ojos claros que ahora eran aparentemente puros y transformaban por completo a un hombre. Mirando a la nada respondí: -No, de verdad, gracias a ti-. No solo salió de mis labios sino también del corazón, porque cuando me encontraba mas pérdida la fe y esperanza me volvieron al cuerpo gracias a esos ojos, quizás ese fue el motivo por el cual no me fui. Mi percepción de él cambio de inmediato, después de nuestra primera conversación.
Editado: 01.04.2020