Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 20: PRIMER DIA

Me levante, no tenía caso que intentara volver a dormir si no estaba teniendo un sueño reparador, al mal paso darle prisa, pensé; comencé a arreglar las cosas que llevaría, e inclusive prepare un par de sándwiches para Lia y para mí, por si nuestro día se alargaba más de lo que esperábamos. Me encontraba hacendosa al igual que ojerosa, la falta de sueño no me arruinaría el primer día de clases, o quizás sí, al menos pondría de mi parte para evitarlo. Para cuando Lia despertó, yo estaba casi lista, ella muy sorprendida puesto que creía que tendría que levantarme de la cama a tirones, ya conocía mi sueño profundo.

 Ella estuvo arreglada en un santiamén, me recordó guardar los justificantes por si los necesitaba presentar en el departamento de control escolar, pero realmente no se lo creía, digamos que en Madrid la asistencia era opcional puesto que ya éramos todos unos chavales que lidiábamos con el proceso de aprendizaje a nuestro modo, así me lo explicó Lia. Además, de que me proporcionó el libro que analizaríamos en la clase que llevábamos juntas, menciono el numero de páginas que debía leer para la clase, pero no le preste la mínima atención.  

Salimos juntas de la casa con la promesa de que regresaríamos igual, tomamos el metro que nos conduciría hasta tres cuadras después de la universidad; no éramos las únicas chavales que utilizaban ese medio de transporte, el metro estaba lleno de personas camino a sus empleos y escuelas. Afortunadamente encontramos asientos al subir, por lo que nuestro trayecto fue de lo más confortable. Las puertas se abrían y cerraban en cada estación, al unísono entraban casi 30 personas y bajaba aproximadamente una cantidad similar.

Observaba a nuestro alrededor, cuando lo vi a Alex Martin, con un quirúrgico gris, su portafolio y una bata blanca entre sus manos; lucía terrible, estaba demolido, ojeroso y despeinado, por lo que pude juzgar había tenido un pésimo turno. Nunca noto mi presencia, dormitaba de pie, bien sujetado del agarrador del metro, al igual que lo hacen algunas aves, como las palomas o canarios, solo le faltaba apoyarse sobre uno de sus pies para ser comparado con un flamenco. Las personas a su alrededor lo miraban extrañadas envidiando tan notable habilidad, en mi caso al verlo hecho polvo, no pude evitar pensar en el numero de vidas que había salvado la noche anterior, en el trabajo acumulado que había estado desempeñando durante la noche o quizás en todo lo que debía estudiar durante el día para seguir desempeñando su profesión.

Lia me descubrió contemplando al desconocido que portaba pijama quirúrgica, aunque no se mofo de inmediato sabía que guardaría el momento para cuando fuese mas privado. En un proceso de desaceleración del metro el buen Alex despertó, se dio cuenta que la siguiente estación era donde haría su bajada, para lo cual lucho con todas sus fuerzas por no volver a quedarse dormido, se limpio los ojos una y otra vez, justo antes de la parada paso su mano derecha por su cabello tratando de acomodarlo y salió por una de las puertas justamente tres estaciones antes de que nosotras bajáramos.

Tuve ese vuelco en el corazón, pero me sentí aliviada de que el no me notara entre tanta gente, cuando comenzó a moverse para descender del metro, baje mi cabeza hacia mi teléfono celular como si estuviera haciendo algo, al mismo tiempo que trataba de asesinar mis ganas de bajar junto con él para seguirlo, como toda una acechadora. Nadie me había enseñado a ligar, pero creo que como acechadora era sumamente buena, todo lo había aprendido con algunos programas de Netflix y otros libros en los que acechaban. Por suerte Lia iba junto a mí, puse los pies en la tierra nuevamente y me di cuenta de que estábamos por bajar. Llegamos a la universidad y toda esa arquitectura se fue disolviendo en cada paso, después de ver a Alex Martin en el metro, ya nada me impresionaba.

La emoción volvió a mí, cuando como toda una nerd tome un mapa del campus y mi horario; llegar un mes tarde a clases es más difícil de lo que las personas se imaginan, eres el extraño cuando todo mundo ya ha hecho amigos, así como otros tantos ya conocen el campus que habitan. Lia había tenido que dejarme a mitad de la arboleda que adornaba el campus, por lo que comencé a caminar hacia el sur, tratando de ubicar el edificio H, donde tomaría contabilidad. No fue difícil ubicarme, el traslado al edificio se dio sin contratiempos, presentarme a los profesores durante todo el día no fue fácil, me ubicaban como “la lisiada”, bueno no literalmente, de hecho, estoy exagerando, pero por fortuna estaban enterados de mis problemas de salud, algunos me reiteraron que tenía que ponerme al corriente en todo lo que habían avanzado, mientras que otros dijeron que no tendrían problema en calificarme a partir de ese momento. Justo al salir de contabilidad, un chico de lentes me tomo por el brazo, con cabello castaño, desaliñado y rizado; se presentó como Luis, al mismo tiempo que mencionó: -No tengo problema en pasarte algunos de mis apuntes, he escuchado que tuviste problemas de salud y no eres de aquí-. Contesté: -Gracias, eres muy amable-.




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