Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 26: ELLA ES BONITA

El nerviosismo me invadió durante toda la noche, mis manos se encontraban inquietas mientras mis pies se movían al ritmo de Another One by the Dust, me sentía feliz, me cuestionaba que había impulsado al Dr. Alex Martin a realizarme tan amable y valiente llamada. La noche me pareció eterna, pero a medida que las horas se fueron disipando, mis parpados se sintieron cada vez mas pesados hasta que se cerraron completamente.

Mis sueños fueron negros, al igual que la noche; al despertar al día siguiente, me di cuenta de que era demasiado tarde para acudir a la Universidad, busque desesperada a Lia por toda la casa y no la encontré. Por lo que me arregle como de rayo para ir al hospital. Ilusionada me puse ropa que creí favorecía mi nueva talla, intente maquillarme un poco, pero al no ser diestra en la actividad tarde mas de lo esperado, y mi cabello lo deje lucir al natural. Por primera vez en tantos años me sentía segura, confiada y bonita.

A medida que me acercaba al hospital, me sentí tan nerviosa que podía sentir las palpitaciones en mi pecho, mi cabeza zumbaba, tuve que detenerme un momento, cuando voltee a mi derecha ví, la nevería en la que tome mi raspado con gomitas, estaba ahí, unos cuantos metros antes de llegar al hospital, tal y como Alex me había dicho en aquel sueño. Entre, no tuve problema para elegir mesa, ni tampoco para ordenar lo que quería tomar, así haría tiempo mientras calmaba las emociones que últimamente manejaban mi cuerpo.

La nevería tenía una decoración colorida, me percate que contaban con una rockola además de un mostrador en el que se encontraban diferentes postres de todos los sabores y colores, me distraje observando a la chica que se encontraba utilizando la rockola, cuando la puerta de la nevería se abrió, una gomita se me cayo al suelo, al intentar levantarla no pude evitar, mi celular le hizo compañía, me agache a levantarlo mientras unas manos lo recogían para entregármelo. Mi sorpresa fue mayor cuando vi el rostro del joven que me entregaba el celular, me quede pasmada y casi sin habla, fui sorprendida como un bateador fuera de base; él dijó: -¡Qué gusto que hayas descubierto la nevería por ti misma!-. Dudé si realmente se refería a lo que yo estaba pensando, por lo que solo comenté: -Vine por un raspado… Antes de que pudiera terminar la oración Alex comentó: -Con gomitas, lo sé, ha sido mi favorito desde entonces-. Tenía una sonrisa que solo le había visto en aquel sueño en el que me desviví haciéndole muecas para lograr mantenerla, no sabía que decir realmente ni como continuar la conversación, esta vez él se esforzaba por intentar conocerme. Y yo estaba ahí callada, que no me la creía; intente sutilmente pellizcarme, porque ni siquiera recordaba haber despertado por la mañana, sin embargo, me atrapo dándome el ligero pellizco en el brazo a lo que dijo: -¿Estáis tratando de despertarte?, tranquila que este no es uno de tus locos sueños-. Yo respondí: -Es que no se bien que pensar-. Alex comentó: -Bueno, es comprensible, pero creo que tuvimos un mal comienzo-. Para cuando nos encontrábamos manteniendo una conversación fluida, él ya se encontraba sentado a mi lado, tomando un raspado con gomitas, mientras mi raspado era de cereza, el de él era de mora azul. Yo respondí: -Más bien creo que el problema radica en que no estoy segura de haber tenido un comienzo-. Alex mencionó: -Tenéis toda la razón, por lo que me presento, mucho gusto mi nombre es Alex Martin, tengo 25 años, soy escorpio y no creo en la carta zodiacal-. No pude evitar soltar una carcajada, pues su ironía me producía gracia; mi risa mantuvo la sonrisa esbozada en sus labios, por lo que dije: -Al parecer, hoy estamos de muy buen humor, mucho gusto Alex, mi nombre es Karen, soy estudiante de intercambio, mi país de origen es México-. Alex dijo: -Claro, por ello tu acento es diferente-. Espeté: -Así es, ¿decepcionado?-. Mencionó: -Ni un poco, ya lo sabía-. Al mismo tiempo me guiño un ojo y no supe cómo responder a su coquetería, mientras yo estaba ahí sin saber como tratarlo, él dudaba si me estaba enviando el mensaje correcto, puesto que nadie reaccionaba así ante sus coqueteos. Me escude sorbiendo mi raspado y comiendo otro gusano de goma, mientras él preguntó: -¿Queréis un poco de mi raspado?-.  A lo que pregunte antes de responder: -¿Es una clase de albur?-. De inmediato puso cara de interrogación y me sonroje por completo, era una mal pensada, arregle la situación diciendo: -¡Olvídalo!-. Tome mi popote, lo coloque en su vaso y tome un sorbo de su raspado; ofrecí un sorbo de mi vaso y él accedió.

No dejaba de mirarme, por lo que solo lograba mantener la rubicundez en mi rostro. De pronto miro el reloj que portaba en su mano izquierda, el cuento de hadas estaba por disolverse y ni siquiera había podido mostrarle a Alex mi verdadero yo, quizás aun no descubría en su totalidad cual era mi nueva verdadera yo. Luego de mirar el reloj dijo: -Creo que debo regresar al hospital, ya estuve fuera mas tiempo de lo esperado-. Agregué: -De hecho, yo también voy al hospital, espero encontrar a mi neurólogo esta vez-. A lo que él contesto: -Sí, es verdad, aunque creí que ya habías ido al hospital-. Respondí: -No, es solo que en la mañana se me hizo un poco tarde y por ello apenas estoy acudiendo-. Alex cambiaba su semblante totalmente al hablar como profesional de la salud, dejo de coquetear conmigo a medida que la conversación fue tornándose seria, al hablar de mi estado de salud lucia realmente preocupado. El Dr. Martin dijo: -No debes restarles importancia a tus citas con el neurólogo, recuerda que tuviste un episodio de epilepsia; debes estar en constante revisión-. Dije: -Ok Dr. Martin, no tenga pendiente, acudiré a mis citas-. Asintió satisfecho con mi respuesta, procedió a pagar lo que habíamos consumido en la nevería listos para partir, sin embargo, yo no lo permití, pedí cuentas separadas y pagué lo que yo había consumido. Alex dijo: -¡Vaya! Toda una feminazi-. Note su tono tal cual como si quisiese iniciar una discusión, después de tantas discusiones anteriores, sabía perfectamente en que terminaría ese comentario. Agregue con una actitud calmada: -Bueno no es que sea feminazi, solo que no me siento bien dejándote pagar-. El respondió: -Pues no te sientas mal, una nieve con gomitas no es la gran cosa-. Discutí: -Bueno quizás si hubiese sido una cita te hubiera dejado pagar-. Me miro intrigado por mi respuesta al mismo tiempo que respondió: -Entonces debería invitarte a salir-. Con una seguridad sorprendente conteste: -Podría ser, probablemente haría una excepción con mis ideales feministas y te dejaría pagar-. Alex sonreía al mismo tiempo que decía orgulloso: -Así tendré la oportunidad de que conozcas a todo un caballero-. Caminábamos al hospital, al parecer el aire me ayudaba a que mis ideas fuesen fluidas y atinadas, a lo que respondí: -O puede ser que conozca al ogro que se mete en mis sueños-. Logré sonrojarlo, al parecer se arrepentía de la actitud que había tenido conmigo en nuestros sueños, y se defendió diciendo: -Digamos que no habían sido días buenos-. Le di la razón diciendo: -Sé perfectamente a que te refieres-. Las puertas automáticas nos recibían e instalaron en Alex el profesional que conocía, se despidió rápidamente antes de que alguien pudiera verlo con un guiño y dijo: -Te busco al rato-. Mi respuesta de despedida fue: -No te preocupes, estaré bien-. Lo mire un momento alejarse rumbo al área de urgencias.




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