El descenso del avión me hizo despertar, la turbulencia se había acrecentado, mis pesadillas habían vuelto desde lo recóndito de mi cabeza, sin embargo, apenas vi el cielo gris de la Ciudad de México y el alma me volvió al cuerpo. Olvide por completo los tragos amargos de mi viaje a Europa. Al entrar al aeropuerto Ana me esperaba sentada dentro, la vi a lo lejos, enseguida supe que no la estaba pasando nada bien a raíz de la enfermedad de mi padre. Su cabello estaba desaliñado, su cara demacrada, se notaba que no estaba durmiendo en absoluto, e inclusive había perdido algunos kilos de acuerdo con la imagen que recordaba; sabría que mi drama iniciaba en ese momento.
Me acerque a Ana despertándola del trance en el que se encontraba, me abrazo inmediatamente, las lagrimas rodaban por sus mejillas y sus muecas de dolor me decían que quería ser fuerte pero no podía. El camino hacia casa fue sombrío, no teníamos mucho de que hablar por el momento, supuse que ya nos pondríamos al corriente mas delante. Llegar a casa fue nostálgico, nada era como lo recordaba, aunque solo habían pasado 8 meses desde mi partida, se notaba que mi madre se había empeñado en remodelar.
En la sala de estar pude notar que habían desaparecido mis fotografías, solo conservaban una mía en la cual tenia alrededor de 3 años, era notorio que no estaban para nada orgullosos de la joven adulta en la que me había convertido. Al subir hacia la recamara que solía ser mi dormitorio pude notar cuanto habían cambiado las cosas en ese hogar, e inclusive dude de estar siendo bien recibida en aquella casa que alguna vez considere mía. Los muebles habían sido reemplazados por unas maquinas para ejercitarse, aunque yo nunca había acudido a un gimnasio supe de inmediato que había un par de caminadoras y tres maquinas para trabajar pierna y brazo, según a lo que entendí por los dibujos de las instrucciones de uso que estaban en los bordes laterales de cada una. Cuando Ana noto que había entrado al cuarto equivocado, me corrigió e instalo mis maletas en el dormitorio que era designado para los huéspedes. Me disculpe agregando: -¡Vaya! Demasiadas cosas han cambiado por aquí-. A lo que Ana contestó: -Ha sido ya casi un año-. Note en su rostro que a pesar de que al inicio de mi aventura ella me había impulsado para realizarla, hoy me recriminaba en silencio por ello, por no haber estado presente y por la manera tan abrupta en la que me había alejado.
Subimos al coche nuevamente para acudir al hospital, no hubo tiempo de darme una ducha, Ana se encontraba apurada y preocupada por haber dejado a nuestra madre sola. En ese momento, mi celular vibro para indicarme la llegada de un mensaje, desee que fuera Alex y mi deseo parecía cumplirse; el mensaje decía con un tono recriminador: -“Al menos la próxima vez que viajes deberías avisarme”-. No supe que contestar, no tenía ánimos para flirtear con él, se encontraba en línea y un segundo mensaje añadía: -“Al menos deberías decirme si regresaras”-. Al leer dicho mensaje no pude mantener mi silencio, por lo que contesté: -“Para tu mala suerte sí regresaré, he dejado varias cosas inconclusas por allá”-.
Ana me veía de reojo mientras mensajeaba por el celular, cuando noté que mi actitud le había molestado decidí apagar el celular; ella no había dicho ni una palabra, pero era notorio su coraje debido a esa mueca entre los labios que indicaban peligro, era como si quisiera escupir un montón de verdades pero su papel de dama no se lo permitieran. Preferí mantenerme en silencio, manteniendo el papel de intrusa que Ana me había asignado en su drama.
Estábamos parqueando el coche cuando por la ventana pude notar que mi padre estaba en uno de los mejores hospitales del país, por lo que pensé: -Debe estar mejorando favorablemente, al obtener los cuidados con tecnología de primera-. Ana como si gozara del poder de la telepatía, menciono: -Esta en excelentes manos, sin embargo, su salud pende de un hilo-. No eran buenas noticias para nadie, quizás la vida se reía en mi rostro por todas las desgracias que me había sufragado. Durante el elevador recordé mi ir y venir por el hospital en Madrid, recordé cuan fuerte había sido, esperaba sembrar en mi padre algo de mi fortaleza para que se recuperase.
Al llegar al piso en el que mi padre se encontraba, pude ver a mi madre en la sala de estar, con sus ojos tristes y un semblante que me rompía el corazón, contuve mi nudo en la garganta al verla, ella desvió la mirada y al fijar sus ojos en mi desbordo su dicha y tristeza en llanto; la abrace lo mas que pude mientras intentaba calmarla, ella quiso darme explicaciones sin embargo no se lo permití, la única que debía darle explicaciones era yo y no era ni el momento ni el lugar. Ana abrazo a mi madre, culpándome con la mirada por la escena presenciada. Entendí que era una intrusa que pretendía encontrar su lugar del cual había partido, pero sería un trabajo difícil al cual me enfrentaba.
Editado: 01.04.2020