Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 33: CÁNCER

Mi madre me indico el sitio en el que mi padre se encontraba, por lo cual sin perder más tiempo, decidí entrar para corroborar el estado en el cual se encontraba, mi sorpresa fue inmediata al verificar lo descompuesto que mi padre lucía, su piel estaba pálida y grisácea, pude deducir que no había sido un proceso agudo sino que llevaba meses que las cosas no se encontraban en absoluto bien, lo cual significaba que mi padre llevaba meses consumiéndose en una enfermedad que al parecer lo llevaría a su fin.

Él se encontraba dormido, me senté sollozando en la silla que estaba a su derecha; aunque no fui lo suficientemente silenciosa, no tuvo la fuerza para despertar, tome su mano para indicar mi presencia, no despertó, acaricie su muñeca intentando despertarlo, seguía dormido, en mi intento desesperado por sacarlo de su estado de letargo, estruje ambos brazos; la maquina de la izquierda emitió un sonido incesante, mi entrada y salida por numerosos hospitales me dejaban de experiencia que ese sonido no era portador de buenas noticias. Una horda de médicos y enfermeras entraron a la habitación con toda clase de instrumentos en sus manos, me sacaron inmediatamente.

Al salir mamá y Ana rompían en llanto en uno de los sillones, no pude controlarme por lo que empecé a llorar también, toda clase de pensamientos vinieron a mi mente, la culpabilidad caía sobre mí como siempre, no entendía porque mi madre y Ana me habían ocultado el cáncer de mi padre, sin embargo, no era momento de reclamos, maldije mi egoísmo de seguir mis sueños en el ultimo año y la manera en que todo había empeorado en mi vida desde entonces. Como siempre no había nada que yo pudiera hacer para ayudar, mi madre rezaba fuertemente con la esperanza de que mi padre saliera de esta situación, Ana se unió a su rezo; media hora después los médicos salieron de la habitación para darnos la noticia que me hundiría por completo. La falla orgánica múltiple era su causa de muerte, no hubo manera de resucitarlo y ni siquiera había podido despedirme de él.

Mi madre se desplomo sobre el suelo al conocer la noticia, Ana la abrazaba tratando de calmarla, yo solo era una espectadora que no podía contener el llanto ni tampoco lograba comprender todo lo que sucedía a mi alrededor. El tiempo comenzó a ser lento, mientras en el hospital mi madre realizaba todo el papeleo de rigor. Hay tantas cosas que pude haber dicho, pero perdí el tiempo enojada por tonterías que ahora no tenían importancia. No pude despedirme de él y ahora eso sería aquello que atormentaría mi alma hasta el día en que la muerte me visitase y pronunciara mi nombre.  




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