Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 37: DESEQUILIBRADA

El primer mensaje que me había enviado decía: “No quiero sonar desequilibrado, pero ¿todo bien contigo?”. A las tres horas dijo: “toc, toc… Hay alguien ahí”. Y desde ese último mensaje ya habían pasado más de tres días. Comencé a preguntarme si responder sus mensajes era una buena idea, al final la única desequilibrada era yo. El sol ya se asomaba por completo, Lia comenzó a moverse, abrió un ojo primero, luego me miro y resoplo: -No puede ser, no has dormido-. Conteste meneando mi cabeza de un lado a otro. Inmediatamente se levantó, saco de su bolsa las pastillas que me habían sido prescritas para dormir y me dio una completa; quizás fue una mala decisión haberla ingerido toda, pero dormí mejor de lo que lo había hace mas de un par de años.

Sin sueños ni locuras, dormí mejor de lo que un recién nacido duerme durante su primera semana de vida fuera del útero; desperté al cabo de 15 horas de sueño, Lia se encontraba preocupada al pie de mi cama cuando reaccione, dijo: -Creo que mañana deberíamos ir al médico-. Mencione: -Tú sabes que no necesito un médico-. Ella espeto: -Necesitas que alguien reevalúe tú condición y los medicamentos que ingieres-. El silencio rondo en la habitación por poco más de 15 minutos.

Me gire para darle la espalda a Lia, mientras toda clase de pensamientos inundaron mi mente de golpe, era una enferma psiquiátrica en su esplendor, pensamiento en cadena tras pensamiento, probablemente necesitaría acudir a una clínica psiquiátrica por un tiempo, no podía seguir siendo una carga que Lia tomaba cada que mi mundo se estropeaba, eso brincaba los muros de la amistad y la destruiría poco a poco, lo sabía, quizás solo necesitaba volver a dormir para solucionar todo con calma. Uno a uno los pensamientos se asociaron en mi contra, me llevaban a ver cosas que eran inexistentes, no sabía quién era ni donde estaba, las crisis de pánico aumentaron durante la noche, taquicardia de nuevo, no podía moverme, el llanto me desbordaba, quería gritar, mi voz no era emitida, mi cabeza daba vueltas, una espiral de ideas, no podía concentrarme, no pensaba con claridad, acaso estaba soñando, no podía distinguir entre la realidad, hasta que desperté, ya no estaba en el hotel, era un hospital.




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