Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 38: OSCURIDAD

No existen palabras para describir lo que aquella noche viví, y lo único que puedo expresar con claridad es que deje de ser yo. Karen se sumergió en una profundidad de oscuridad que no la dejo salir. La oscuridad que crece en mi interior me consume día con día, el desvelo me invade y la locura me atrapa, deseo ser victima para no ser victimario y herir a las personas a mi alrededor. Desperté queriendo escapar de lo que soy, pero la oscuridad me persigue a donde quiera que yo voy.

El cuarto era blanco completamente, tenía mangueras conectadas a mí y unas vendas me sujetaban a los barandales de la cama, cuando la enfermera se dio cuenta de que había despertado entro al cuarto a corroborar mi estado de consciencia, además de quitarme la sujeción sugestiva. Inmediatamente entro Lia, sus ojos no podían mentirme, me decían lo preocupada que había estado nuevamente por mi condición. Yo no podía entender con claridad el porque me encontraba en un hospital otra vez, hasta que Lia dijó: -Necesitan tu historial médico acerca de los procedimientos que se te realizaron en España, necesito el número de la Dra. Barrera-. No obtuvo respuesta alguna de mi parte.   

El día transcurrió mientras las enfermeras me mantuvieron dopada y tranquila durante varias horas, no fui capaz de mantener siquiera una conversación con Lia, ella me cuidaba en el sofá de al lado, al mismo tiempo que leía, yo ni siquiera tenía noción acerca de si mi madre o mi hermana estaban enteradas de mi condición actual. Supuse que encerradas en su dolor no les importaría, por lo que seria mejor no molestarlas, era increíble que ahora estábamos en la misma ciudad y la distancia se sentía como si estuviera al otro lado del Atlántico, la soledad me absorbía, Lia se culpaba de no ser suficiente para hacerme sentir completa.

A medida que anochecía el temor me consumía, dejé la valentía de lado para sentir miedo, miedo de que se repitiese lo que había pasado la noche anterior, empecé a temerle a la oscuridad. Le pedí a Lia que dejara una luz encendida con la esperanza de que la oscuridad no diera paso a los demonios que cada noche me atormentaban. Afortunadamente dormí plácidamente. Cuando desperté me sorprendió no ver a Lia a mi lado, sin embargo, la persona que se encontraba a mi lado se encontraba leyendo, se detuvo para ver por la ventana, giro su rostro para mirarme, sus ojos cafés me pedían calma, pero la vergüenza de que me viera en ese estado hizo que cubriera mi rostro con las sabanas.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.