Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 39: RESPIRO

Me destapo el rostro y dijo: -Karen, no temáis-. Las lagrimas rodaron por mi mejilla, tenia tanto tiempo que no escuchaba su voz y ese acento suyo tan característico, respondí: -¿Quién te aviso?-. A lo que Alex dijó: -Esa maravillosa amiga que tenéis, encontró mi numero en tu celular, se comunico conmigo asustada, me comentó todo lo sucedido y no pude evitar acudir en tu auxilio, discúlpame si te sentís incomoda por esta visita-.  Al mismo tiempo acerco la caja de pañuelos, mientras yo mencionaba: -Soy una tonta, perdóname, es solo que no sé cómo reaccionar-. Se quedo en silencio mientras me observaba.

Posteriormente el ambiente en la recamara comenzó a tornarse incomodo, pero libero toda esa ilusión diciendo: -Tengo dos noticias, una buena y una mala; ¿Cuál queréis primero?-. Sin pensarlo dije: -La mala-. Respondió: -Ok, vamos a por ella-. Su frase me hizo sonreír, me sentía contenta pero nerviosa por el hecho de que se había tomado tantas molestias por mí, no estaba entendiendo absolutamente nada. Completo la frase diciendo: -Veríais Karen antes que nada soy médico, te hablare como tal, estas pasando por ciertas situaciones en tu vida que te han llevado a colapsar y colapsar no es malo, simplemente es como cuando te tomas un respiro; pero necesitas terapia psiquiátrica para salir de esto-.

Mientras mis ideas se ordenaban, Alex dijo: -La buena noticia es que nos podemos ir en cuanto tú lo deseéis-. Respondí: -¿Estás hablando en serio?-. Alex dijo: -Claro, yo no miento; he hablado con tus doctores, les he traído tu resumen clínico acerca de los estudios que se te realizaron en Madrid, todos están de acuerdo en que no llevaste adecuadamente tu terapia psiquiátrica y la necesitas más que nunca para enfrentar tu duelo, aunado a la psicoterapia que iniciaras-. Todos sus términos médicos me hicieron centrarme y poner los pies en la tierra, él no había acudido a mi auxilio, simplemente cumplía con su trabajo de una manera más que extraordinaria. Me senté en la cama, inerte ante sus palabras, a lo que agrego: -¡Vamos Karen!, anímate un poco, creí que estarías contenta porque le mostrarías México a este español-. Las palabras vinieron a mi boca, respondí ante un automatismo y pregunte: -¿A quién le estoy mostrando México, a mí doctor o a Alex?-. La incomodidad volvió a mostrarse en la habitación y automáticamente me retracte y excuse diciendo: - Discúlpame, los medicamentos durante estos últimos días me tienen ligeramente desorientada, la mayor parte de los días no estoy segura de lo que digo-. Sabía de antemano que no podía engañar a Alex, pero al menos no pecaría por intentarlo. En ese momento Lia apareció en la habitación, cambiando todo ese aire de incomodidad por positivismo, llego con una sonrisa y una oleada de energía para convencerme de que lo mejor era dejar la clínica de rehabilitación para programar citas con el psiquiatra y la psicoterapeuta.

A quien quería engañar, yo haría lo que Lia me pidiese, así su petición fuera lanzarme de un octavo piso, confiaba mas en esa mujer que en nadie mas y ella estaba convencida después de hablar con los doctores y con Alex que ese no era el ambiente adecuado en el que debía recuperarme. Mientras me preparaba para irme, Alex se fue a su hotel, menciono que necesitaba una ducha, yo ni siquiera entendí el motivo, se despidió de Lia como si llevaran toda la vida de conocerse y debo reconocer que en mi interior sentí un poco de celo en la boca del estómago, puesto que jamás se había despedido de mí con beso en la mejilla y de mano. Trate de disipar esas ideas en cuanto vinieron a mi mente, intente desecharlas, pero todo era extraño, otra vez sentía que mi mente confabulaba en mi contra.

Lia llevaba consigo la ropa para cambiarme e irnos lo mas pronto que fuese posible de ahí, se había encargado de los formularios y cuentas del hospital; no sabia cuánto dinero le debía a Lia, pero estaba segura de que mi deuda crecía día con día. Lia y yo acordamos en la recepción los días de terapia, surtió mi receta la cual me inundaba de antidepresivos y sedantes diarios, pero de acuerdo con lo que me explico el psiquiatra en turno iríamos valorando la dosificación de cada pastilla conforme a mi evolución, que esperábamos que fuera favorable.

Al salir de la clínica, sentí que había sido una cerda egoísta y malagradecida con Alex, por lo que intenté que Lia me explicara todo con calma de camino al hotel. Lia se negaba a hablar, puesto que había hecho un pacto con Alex acerca de mantener el secreto, por lo que lo único que comentó fue: -Solo ten fe Karen-.




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