Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 40: REINVENCION

Confundida por esa conversación con Lia que no me llevaba a ningún lado y por la aparición de Alex en la ciudad, mi salida del hospital no fue triunfal, más bien se sintió como un agujero negro en el pecho que crecería llevándose todo a su paso. Sentía una tristeza profunda, pero debía tener la certeza de que saldría de lo que sea que estuviese enfrentando. Intente no pensar en nada, porque sabía que si continuaba teniendo esa serie de pensamientos arruinaría la estancia de Alex, era lo último que quería que pasara.

En el taxi camino al hotel pasamos por una estética, Lia y yo nos miramos de inmediato, teniendo certeza de lo que significaba, nos leímos las mentes, era el momento de cambiar mi estilo como me lo había prometido en Madrid, solo debía rezar por no arrancarme el cabello en un ataque de ansiedad y lucir al estilo de la Britney pelona en todo su esplendor. Le señalamos al taxista que se detuviera en dicha estética, por suerte habría promociones al 2x1. -¡Que ganga!- Menciono Lia. Mi estomago comenzó a molestarme, antes de entrar al establecimiento en el cual vendían belleza superficial y algo de autoestima inmediata, le pedí a Lia me prestase su espejo; me mire, con ojeras, ojos irritados por cansancio acumulado, piel pálida y hasta mis mejillas lucían diferente, estaba perdiendo algo de peso, en fin estaba demacrada, no podía reconocerme; habían pasado tantas cosas que sentía en mi interior como los edificios fueron derrumbándose uno a uno, al grado de que en mi exterior no mostraba mi verdadero yo. Era todo un proceso, tenía que reinventarme o volvería a colapsar en la desesperación de encontrar quien era.

Tome una revista, entre tantos modelos de cortes diferentes y tintes no podía elegir, sin embargo, mi hada madrina, es decir, Lia, hojeaba las revistas rápidamente y escogió un total de 5 cortes de cabello que de acuerdo con su percepción podrían quedarme bien. La mire asombrada y ligeramente indignada por los modelos que había escogido, eran demasiado atrevidos, inherentes a mi personalidad, aquellas modelos contaban con facciones elegantes que lucirían bien hasta con la cabeza rapada. Dudé, pero para mí, dudar ya no era novedad. Una especialista en belleza se acerco hacia nosotras al ver nuestra indecisión, se acerco alagando el cabello de Lia, la felicito por sus rizos coloridos y excelentemente bien cuidados, entablaron una conversación de rutinas, shampoo’s y acondicionadores, que sinceramente no entendía ni tenía el interés en saber. Luego de un rato, Lia le explico que queríamos un cambio, pero, que nada me convencía, inmediatamente, me miro, expresó: -Mírame a los ojos y dime ¿qué piensas acerca de mi cabello?-. Su pregunta me tomo por sorpresa, pero que podía pensar de su cabello, no podía pensar nada malo, era perfecto, iba bien con su edad, lucía cuidado, práctico y su color iba perfecto con la tonalidad de su piel, si ella me hubiese dicho que lucir la calva me haría hermosa le hubiese creído y confiada yo misma la máquina de rapar entre sus manos para que lo hiciera.

Al cabo de unos minutos, posterior a una elección entre modelos, tonos, capas; su actitud de servicio era impecable, procedió a lavarme el cabello, me coloco la capa, comenzó a cortar por secciones, a medida que fue cortando sentí como si me estuviese deshaciendo de una energía negativa. Comenzaba a sentirme renovada y fresca, era una sensación que tenia rato que no experimentaba, mas tarde, trajo con ella los tintes, los aluminios, las brochas y todo, me tenía en sus manos y yo confiaba en ella. Ansiosa por el gran cambio, Lia se acerco a tomarme una fotografía cuando aún un plástico cubría mi cabeza, ella parecía mas animada que yo, pero sabría que el resultado me impactaría.

Carmen mi estilista me había preguntado las actividades que solía realizar y la manera en que solía arreglarme el cabello, el tiempo que invertía en su autocuidado para así decidir el modelo que se adecuara a mis necesidades y me fuese práctico de llevar. Me sorprendí del ritual para la elección correcta, a medida que fuimos eligiendo paso a paso, había mencionado que casi cualquier color que eligiese iría bien con mi tonalidad de piel, pero para lucir más sofisticada me convendrían tres tonos: borgoña, castaño en tonalidades caramelo y rubio platinado como la opción más atrevida de la lista. Lia aseguraba que elegiría el tono más conservador, sin embargo, me atreví por el borgoña debido a que era un tono práctico, diferente y llevadero. El corte elegido fue hasta el borde inferior del cuello, con algunas capas.

Me mire al espejo y las lágrimas brotaron, era una nueva yo y estaba lista para volver a empezar otra vez.




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