Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 41: TOUR

Recordé a Alex y como si él hubiese pensado en mí al igual que yo, respondió a mi llamado telequinético, me habló por teléfono, contesté sin dejar sonar tanto el celular puesto que estaba entre mis manos. Antes de que él pudiera decir alguna frase, dijé: -Gracias por las molestias-. Contestó casi sin pensar: -¿Cuáles molestias?-. Espete: - Todas, el venir hasta acá, cuidar de mi salud y todas esas cosas que has hecho y no te he agradecido-. Respondió: -No ha sido ninguna molestia, es todo un placer encontrarme en tierras mexicanas; por cierto, no te salvareis de mí, necesito un guía turístico-.  

Regresamos al hotel, elegiría el mejor outfit para la ocasión, aunque aún desconocíamos el itinerario. Intente estar lista lo más rápido posible. Alex tocó la puerta de nuestra habitación en el hotel, Lia y yo estábamos listas, por lo que llevaría a mis dos personas favoritas a conocer CDMX.

Posado sobre el marco de la puerta quedo boquiabierto en cuanto vio mi nueva imagen, sinceramente no esperaba esa impresión, pero acercaba bastante a como lo había imaginado. Alex era todo un caballero, con una actitud llena de galantería me saludo y posteriormente saludo a Lia. Les advertí que estaban a punto de recibir el mejor tour que CDMX pudiera ofrecerles y que CDMX nunca dormía. La primera parada como era de esperarse sería la Plaza Garibaldi, desde que llegamos los ojos de Alex se iluminaron como nunca lo había visto, estaba conociendo una faceta en él que no había descubierto en Madrid y me alegraba descubrirla ahora. Lo primero que hicieron fue ponerse un sombrero de Mariachi y documentar su paseo mediante las redes sociales. Conocimos otros extranjeros en el lugar y los enseñamos a bailar. Les ofrecí un shot de tequila, pero ambos se negaron, diciendo que si yo no tomaba ellos tampoco lo harían, a lo que respondí: -Es su primera vez en México, deben probar el tequila, es obligación-. Nos llenamos de risas y charla, cantamos al ritmo de mariachi, ni siquiera yo que era de México me había divertido de esa manera.

Me sentía como si estuviera en casa solo que esta vez, tenía una familia de verdad, el ambiente era tan agradable que descubrí mi instinto artista, entonando una canción ranchera acompañada por el mariachi, me impresione de mí misma e impresione a mis aventureros acompañantes. Los planetas se alineaban y parecía que cada cosa volvería a su lugar, hasta que los músicos entonaron la conocida melodía un puño de tierra, los sentimientos me doblegaron un poco y no pude evitar el recuerdo de mi padre, las lagrimas rodaron, sin embargo, no estaba dispuesta a arruinar una noche tan especial, me sentía imparable y tenía que comportarme como tal.

La velada transcurría, continuamos la diversión, la fortaleza emergió de un lugar desconocido, las nuevas experiencias fueron completamente satisfactorias, pero la velada tendría que llegar a su fin; aunque ninguno de los tres queríamos que terminará. Lia como buena celestina planeo la manera de dejarnos solos y regresarse al hotel con el pretexto ideal de que los tacos con demasiada salsa la habían enfermado.

La tensión crecía entre Alex y yo, ambos queríamos la privacidad, pero no éramos buenos manejando ese nivel de tensión, no podía creerlo la persona que se enfrentaba a la muerte a diario y resultaba intimidada frente a una chica, no era algo que pareciese real, probablemente se sentía intimidado porque no quería a la chica, ni las enfermeras de Madrid lo intimidaban tanto como la tensión que crecía entre ambos. Los millones de posibilidades posibles comenzaban a aparecer en mi cabeza como si estuviera viendo una película en cámara rápida, pensé: - Como toda una loca pensaba-. Subimos al taxi y lo primero que él dijo fue: -Muéstrame el esplendor de CDMX de noche-.




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