Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 43: PAZ

Llegue al hotel a las 4:00 am, era una hora perfecta, era esa hora en la que se desconocía si era una hora demasiado temprano o demasiado tarde. Lia dormía profundamente; sentía una felicidad que tenia demasiado tiempo que no sentía, me recosté en la cama e inmediatamente caí en un sueño profundo.

Las pesadillas de esa noche no me permitieron descansar, la oscuridad que me envolvía era inmensa, caminos empedrados entre la oscuridad, llamas entre el campo, confusión a mi alrededor y nada terminaba, desperté exaltada, sentía una opresión en el pecho, la maldad no terminaría había nacido maldita desde el comienzo y pagaría la factura tarde o temprano por ello. Rompí en llanto, Lia no estaba en la habitación, atrapada nuevamente por mis pensamientos, sabía que no era merecedora de nada bueno, si cosas grandiosas no me habrían sucedido en el pasado, mucho menos comenzarían a sucederme en la actualidad. Sentí que Alex solo había sido un espejismo en mi vida, no era alguien que me asegurara quedarse, pero le estaba dando el arma para que clavara la estocada final. Mi vida era un caos, siempre había sido un caos, pero ahora me encontraba en total destrucción. La noche anterior había cometido errores, pero no dejaría que eso se repitiera, haberle permitido a Alex aquel beso solo confundiría las cosas; no necesitaba eso en mi vida, no por ahora y si Alex verdaderamente quería quedarse a mi lado, no le importaría las veces que yo lo alejase, al menos eso eran lo que decían en todas esas películas románticas. Yo no sabia nada de romance, pero todo lo que había aprendido respecto a ese tema, lo sabía por esas estúpidas películas.

Me sentía tan miserable, a pesar de la increíble noche anterior, pero volvía a estar sola en mi habitación, mi peor enemigo estaba dentro de mi cabeza y había llegado para quedarse, me llenaba de pensamientos negativos las veinticuatro horas del día, como ir en contra de todo ese sentimiento, si ese sentimiento era yo misma. Mire a mi alrededor, soledad por todos lados y oscuridad. Quería llamar a mi madre, pero ella me culpaba de la muerte de mi padre, quería llamar a Ana pero ella estaría consolando a mi madre, ya eran mas de dos semanas que no tenia noticias de ninguna.

Ya no podía seguir dándole molestias a Lia, ya no más, lo que sentía por Alex ni siquiera estaba segura de que fuera amor. ¿Realmente el amor existía?, ni siquiera el amor me salvaría ahora, tenía 23 años pisando la tierra y empecé a dudar de si alguna vez conocí semejante sentimiento, si es que pudiese ser un sentimiento, ya había vivido lo suficiente para saber que la felicidad no existía. Mi razón comenzó a nublarse, mi vida era un sueño ahora, mejor dicho, una pesadilla, necesitaba algo que matara este sentimiento, las píldoras en el gabinete del baño no eran suficientes para amenguar este sentimiento que crecía en el pecho.

Alterada salí de la habitación del hotel, me sentía desconcertada, pero podía mantenerme en pie, baje por el ascensor, los mareos aumentaban, tome aire fuertemente, solo necesitaba llegar a la tienda de conveniencia para comprar el alcohol que me tranquilizaría. Salir del ascensor me costo mas trabajo del que creí, pero nadie lo noto; todo el mundo caminaba encargándose de sus propios asuntos, egocéntricos, sin mirar a su alrededor, alardeaban de sus vidas felices, no miraban al prójimo; salir del hotel no fue problema, una calle al este me llevaría a mi destino.

Mi vista se nublaba, sentía dificultades para cruzar, necesitaba el alcohol, solo eso haría me haría sentir mejor, apagaría esos terribles sentimientos de mi cabeza, el estúpido semáforo no cambiaba, no era la única que quería cruzar y tenía prisa, no había tiempo que perder. Crucé sin mirar al lado, intente correr, pero mis piernas estaban pesadas, quería que reaccionaran, no lo hicieron; escuche gritos pero el coche no se detuvo, un golpe sordo recorrió mi cuerpo, dolía profundamente, pero una paz se apodero de mí al instante. No hubo agonía, todo fue paz y oscuridad.

Lia

Estaba por entrar al hotel, un mal presentimiento me detuvo, la conglomeración de la gente en un lado de la calle me detuvo, me dirigía hacia el tumulto, pero Alex me nombro para saludarme y me detuvo; dijo: -Buen día Lilia, ¿sabes si Karen ha despertado?, regresamos muy tarde anoche-. Respondí aun ansiosa por el disturbio en la calle: -Debe seguir durmiendo-. Agregue: -Creo que alguien está herido, ¿crees poder ayudar?-. Sin responder Alex, corrió a la escena, rompió en llanto cuando se percato del rostro conocido y grito mi nombre acompañado de un grito de auxilio, pedía una ambulancia, él no podía hacer nada ahora, no tenía signos, su cuerpo inerte yacía sobre el asfalto. Yo no pude hacer nada, rompí en llanto antes que él. Me desplome sobre la dramática escena.




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