Desde Madrid, con Amor.

CAPITULO 44: FINAL

Alex

Después de aquel nefasto día tome mi rumbo a Madrid, había creído que partiría de México y ella me acompañaría, en el aeropuerto mi maleta resulto ser más pesada por lo que pague el costo extra, era lógico, venía cargada de unos cuantos souvenirs recolectados, sueños rotos y culpabilidad en exceso. Intenté guardar la compostura todo el tiempo, pero hoy por fin que me encontraba en completa soledad habéis comenzado a recordar. La primera vez que la vi, su ropa estaba destrozada, inconsciente, no respondía al reflejo doloroso, presentaba un Glasgow de 4, el equipo siguió mis indicaciones al pie de la letra y pensé:  -Por favor, chica no en mi guardia-. Fue como si me hubiese escuchado, comenzó a responder a la adrenalina, el goteo era continuo, la sedación estaba iniciando, no habría tiempo por perder. La tomografía extrañamente resulto mejor de lo que esperaba, solo bastaría inducirle el coma para que su cerebro se recuperase. Nadie la visitaba, supuse que su familia no podría costear los gastos para visitarla; cada mañana iría a por ella en la sala de terapia intensiva. Revisaba el seguimiento que la neuróloga le daba, así como sus medicamentos. Sin embargo, era una chica fuerte, yo lo sabía, después de tantos rostros que vi pasar por la sala de urgencias, nunca vi uno como el de ella, estaba sedada, respiraba a través de un tubo y era capaz de producirme algo indescriptible, una fascinación que nunca nadie me había producido. Angustiado por no ser descubierto, intente mantenerme al margen, pero, me fue imposible, todo el hospital hablaba de la guerrera de la sala de terapia que había sobrevivido a la caída del avión, era el tema de conversación entre las enfermeras durante la cafetería, además de que las personas se encontraban a la expectativa de lo que sucedería con la aerolínea.

Ignore cuanto pude la situación, habéis creído que, durante mis guardias, pasaba en la madrugada solo para observarla, el misterioso rostro que deleitaba mis sentidos; comencé a hablarle, primero le hable de lo dura que era la vida, pero de la pena que merecía vivirla, después le conté un poco de mi trabajo, era inevitable desahogarme con ella, ella no podía juzgarme. Así pasaron los días, hasta que me enteré de que eliminarían la sedación, no volví a aparecerme más a por ella.

Los días transcurrían sin tropiezos, mi trabajo era lo único que me importaba, había invertido tanto tiempo en él, algunas noches, las pasaba en vela, mientras que mis días de descanso los pasaba leyendo; cuando entre mis sueños apareció un rostro conocido que me quito la capacidad de concentrarme, enfadado quise alejarle, ella era testaruda mientras que no tuve más remedio que aceptarle, mi sorpresa fue mayor cuando descubrí que no era producto solo de un recuerdo en mi cerebro, sino era una conexión que sino la hubiese vivido no la habéis creído tal como me paso a mí.

Su vulnerabilidad y delicadeza me atraparon al instante, yo, un hombre con complejo de héroe había encontrado a su damisela en aprietos, falle en el intento de protegerla, falle cada día, no supe demostrarle lo importante que era para mí. Mi cobardía la alejo de mí cada día, intente estar presente en los momentos en los que mas necesitaba de alguien y fracase. Cometí un sinfín de errores que no me alcanzaría la vida para rectificar.

Repaso a diario la escena para saber si pude haber hecho más a por ella el fatídico día, aun así no obtengo mi respuesta, la encontré muerta, tendida en  el asfalto, no tenía pulso, múltiples golpes cubrían su cuerpo, su ropa estaba desgarrada tal como el primer día que la vi, el llanto nublo mi razón, quizás si no me hubiese impactado tanto verla ahí tan carente de vida, pude haberla ayudado, las lagrimas rodaban mis ojos, no aparte la vista de la ventanilla, mire las nubes una a una, hasta dormir por fin, después de días sin descanso.

Me sonrió, su cabello era largo, portaba un vestido blanco y me miro como si estuviese eternamente enamorada, le devolví la sonrisa y dije: -Me dejaste sin siquiera haber comenzado-. Con una imagen de paz y serenidad que hacía tiempo no veía en ella contestó: -No tuve opción, me sentía fatal-. Tome su mano, la acerque a mi rostro y un sutil beso deposite entre sus dedos. Mencione: -No volveré a cometer el mismo error dos veces-. La mire a los ojos, mientras contenía su rostro entre mis palmas exclamé: -¡Te amo!-. Las lagrimas rodaban por mi rostro, no tuve pena, mostré mi debilidad ante ella. Ella seco cada una de mis lágrimas y dijo: -Gracias, te amo también-. Quise reclamarle el modo tan atroz en el que había partido, no tuve tiempo, su espectral luz desaparecía ante mis ojos, le rogué con la mirada que no se fuera y ella comentó: -Debo irme, estarás mejor sin mí, me he reencontrado con mi padre aquí-.        

Desperté al escuchar la voz del piloto decir que habíamos aterrizado en Madrid.




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