Desde mi alma

Aquella noche de abril

Veo esos ojos

No dudo en dispararte sin piedad

Pero, el único que sangra soy yo.

 

Me ahogo lentamente en mi ser

Y, sin embargo,

dices: “Te perdono”.

Dándome tu hombro para llorar.

 

“No lo entiendo”.

 

¿Merezco tu misericordia?

Una voz dentro de mis entrañas

La misma que se alzaba gritando con fuerza:

¡Dispara! ¡Dispara!

No deja de repetir:

¡No!




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