Anhelo escuchar esas palabras
tan cortas e inmensas,
tan profundas, pero simples.
Dos palabras que se rozan
y se tientan desde su nacimiento.
Desde que alguien sintió ese calor en el pecho,
desde que alguien vio
lo que no se puede explicar con la mente
y lo hizo sonreír sin querer.
Son tan escurridizas que se ocultan por mi interior,
a veces se quedan atoradas en la garganta
y, a veces, se pierden para siempre.
Muchas veces suenan como un susurro,
íntimo y pequeño, intenso y dulce,
como si estuvieras hablando en voz baja,
pero, por primera vez, quisiera decírtelas al oído
para que sea mi corazón quien las escuche.
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Editado: 19.03.2025