Desde mi infierno

3.

Vamos camino hacia el club de Tony, está lloviendo, toda la gente corre buscando refugio menos nosotros. Erick va delante de mí sin decir nada, el efecto del tequila  ha desaparecido totalmente. Entre más caminamos más me siento mal, angustiada, tengo ganas de gritar, tengo ganas de caer al piso y llorar. No quiero esto, así como nunca quise ser una ladrona, pero de nueva cuenta parece que no tengo opción.

Llegamos al club "bola 8" tiene una enorme bola de billar en el título que está rodeado con luces neón, más que club parece prostíbulo. Sigo caminando detrás de Erick, entramos y el ruido y la gente ya no me desconcierta. Pasamos entre todos que está bailando, Erick con gracia y elegancia, yo voy chocando contra todo. De repente salgo de mi ensoñación, empujo a una pobre mesera que llevaba unas copas. Le ayudo a mantener el equilibrio, es una rubia muy hermosa de ojos verdes, cuando nuestras miradas hacen contacto ella me ve con vergüenza, se apena y baja la mirada. En estos precisos momentos mi actitud es un asco, ella me sonríe, pero yo no le presto interés, simplemente sigo caminando como si nada hubiera pasado.

Al llegar a la puerta de la oficina de Tony espero el peor de los regaños, supongo que estando adentro entre los dos me van a hacer pedazos. Suspiro profundamente, dejo escapar el aire con pesadez y entro mientras Erick me cede el paso. Cuando cierra la puerta no puedo evitar ver a Tony sentado en el escritorio leyendo unos documentos.

—¿Cómo les fue?—, nos pregunta sin levantar la mirada de unos documentos que tiene entre sus manos.

Tuerzo la boca, no sé qué decir, con la mirada busco a Erick, él me ve con el ceño fruncido, denota su enojo, voltea inmediatamente a ver a Tony y le platica lo sucedido. Tony decide levantar la vista de sus papeles y me ve sorprendido y abre aún más los ojos cuando le comenta de mi encuentro con Asmodeus. Mueve su cabeza en signo de desaprobación, deja los papeles a un lado y se levanta del escritorio. Creo que ahora si se pondrá bueno.

—Florence... creo que aún no entiendes tú papel en todo esto— lo dice con prudencia, sin emitir ningún sentimiento en su voz, como si sopesara mucho las palabras que va a decir antes de decirlas. —Serás la nueva inquisidor, tú comportamiento no puede ser el de la humana ladrona que no le importaba su vida.

Simplemente estoy de pie frente a él, escuchando, pero a la vez pienso en todo lo que quiero decirle, jamás quise estar aquí, si me hubieran dado a escoger preferiría estar muerta, ¿qué beneficio puedo tener de todo esto?, ¿la salvación eterna?, nunca fue algo que me preocupara.

—Te lo dijimos, los demonios y los ángeles existen... y ahora que serás tú su verdugo y juez debes de manejarte con prudencia— me lo dice Erick con cierto tono de enojo en su voz.

—Sólo espero que el encuentro con Asmodeus te haya puesto los pies en la tierra— comenta Tony con seriedad.

—Vaya... pensé que serían más duros conmigo...— sigo parada frente a ellos viendo hacía el piso, cansada y sin ganas de discutir.

—Florence... soy tu guardián mientras siga aquí, mientras no seas aún capaz de protegerte tú sola... me preocupé al no verte, me preocupé aún más al verte en ese antro de mala muerte... solo te pido comprensión— Erick suena en verdad preocupado.

—Mañana irán con los profetas, te tienen que conocer, además irán los representantes del cielo y el infierno, estarás trabajando con ellos— Tony vuelve a su escritorio y toma los papeles de nuevo mientras me lo dice —por favor, causa una buena impresión ¿quieres?

Mi vista se levanta después de tenerla tanto tiempo clavada en el piso, ¿representantes del cielo y de infierno?, no sé mucho de esto, pero supongo que estaré frente a un ángel y un demonio  y no solo eso, son importantes.

—¿Puedo irme a mi habitación?

Erick me ve con preocupación y asiente con la cabeza, de inmediato me retiro, solo quiero dormir, ni siquiera quiero pensar en eso de los profetas. ¿En qué clase de locura estoy metida?

Entro a mi habitación, me recuesto en mi cama y pienso en todo lo que me ha ocurrido desde que morí. Entiendo que si quisiera huir y regresar a mi antigua vida sería algo imposible, dudo que ellos me dejen ir así de fácil.

Al día siguiente despierto aún pensativa, no pude dormir del todo y al parecer hoy es el gran día. Veo en una silla frente a mi cama ropa limpia. Me la pongo mecánicamente, ahora es algo más formal, un pantalón de vestir, una blusa azul cielo y unos botines de piel muy lindos. Al salir de la habitación veo a Erick, está de traje, se ve bastante atractivo. Voltea verme con esa sonrisa tan tranquilizadora.

—¿Estás lista?, me ve con ternura.

—No... Nunca he estado lista y creo que ahora menos. 

—Jajajajaja descuida nunca nadie lo está— sigue portándose lindo y espontáneo.

Suspiró profundamente y nos dirigimos a la salida, ahí nos espera Tony en un carro negro muy bonito, Erick abre la puerta trasera y me permite subir, enseguida sube al asiento del copiloto. Detrás del volante ya se encuentra Tony, vestido con su respectivo traje, él siempre está elegante.

—Odio la burocracia— menciona Tony con un aire de apatía.

—¿Qué te digo?, no hay otra opción, los profetas tienen que conocer a la futura inquisidor— contesta Erick con tranquilidad mientras ve por la ventana.




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