Estoy en la barra del club de Tony, "la bola 8", pienso en todo lo que ha pasado, en estos días, ha sido todo una locura, ángeles, demonios. Todo lo que creía, todo en lo que pensaba ha cambiado de una manera radical y me siento abrumada, es demasiada información en mi cabeza. Volteó a ver a la gente del club, la primera vez que entré aquí solo eran cuerpos balanceándose al compás de la música, ahora lo veo todo más claro, ángeles, demonios, bailando, besándose, comiendo, bebiendo, con sus alas llenas de plumas o membranosas.
Entre más los veo, más veo sus características, sus cuernos, la luz en sus ojos, un destello antinatural, siento que me ahogo, regreso mi mirada a la barra, estoy mareada, fijo mi vista en el vaso de whisky que pedí, quiero gritar que esto pare, tomo el vaso con ambas manos mientras intento controlarme.
—¡Hola!, te ves tensa... ¿todo bien?
Su voz es dulce y melodiosa, cuando levanto mi rostro veo sus ojos grandes y verdes, su cabello rubio y lacio está recogido en una coleta, tiene una sonrisa encantadora, es la cantinera, podría jurar que es como ver un ángel, hasta que sus alas membranosas se extienden y noto esas protuberancias en su frente. Se sirve un whisky y lo bebe de un solo trago.
—Eres la inquisidor nueva, ¿no?, tranquila, sé que esto se puede ver como toda una locura, pero no es tan malo cuando aprendes a ver más allá de las apariencias— me guiña un ojo y me sonríe cálidamente, aprieta mi hombro con afecto y se va.
La sigo con la mirada, se mueve con gracia y agilidad entre los cuerpos que se balancean, me quedo absorta viendo en dirección por la que se fue aunque ya no esté en mi campo de visión. En eso siento una mano en mi hombro que me vuelve a poner alerta, es Erick.
—Vamos, hay trabajo, el padre Thomas realizará un exorcismo y necesita ayuda— me guiña un ojo y me invita a seguirlo.
Voy caminando detrás de él hasta que salimos del club, el cielo empieza a nublarse, pide un taxi el cual nos lleva hasta un edificio de departamentos. Al bajar del vehículo nos encontramos con el padre Thomas, nos ve con mucha alegría. Nos saluda y nos abraza con cariño. Yo nunca he sido muy afectiva y su contacto hace que me ponga rígida.
Veo el edificio, es enorme, viven muchas familias en él. Entramos y subimos las escaleras. Con forme avanzamos todos están asomados por sus puertas, nos ven con miedo y angustia, llegamos al tercer piso, andamos por un pasillo enorme, con forme nos acercamos al departamento más alejado escucho rezos y llantos. Mi piel se eriza, pero mis nervios se ponen de punta cuando escucho una voz gruesa y profunda que habla en un idioma que jamás había escuchado. El padre toca la puerta, un señor de edad madura nos abre, se ve ojeroso, cansado y triste, nos conduce por el departamento hasta una de las habitaciones.
En cuanto llegamos a la puerta la voz grave se escucha más fuerte, el padre se persigna y da la media vuelta, con una mano extendida hacia nosotros y con la otra sosteniendo un rosario dice una oración, nos persigna y regresa hacia la puerta para abrirla, noto como Erick se tensa y sus hombros se cuadran. La casa se siente fría y está oscura, las luces titilan y pareciera que en cualquier momento se apagarán, pero ese cuarto no solo es frío y oscuro, huele a putrefacción. Una señora, sospecho que esposa del hombre que nos recibió, está hincada frente a una cama que mantiene a una niña si acaso de 13 años atada de pies y manos a cada esquina.
El padre Thomas se pone a los pies de la cama mientras que Erick se coloca a la derecha de la niña, yo me voy a la esquina más lejana intentando salir del campo de visión de la criatura que es la dueña de esa voz infernal. La señora que hasta ese momento estaba rezando se levanta y se va llorando de la habitación cerrando la puerta al salir. El padre saca de su abrigo una biblia pequeña, le da un beso, la abre y saca también un frasco pequeño con agua, mientras dice unas oraciones en latín rocía el agua sobre la niña con movimientos que describen una cruz. La niña se retuerce, grita, aúlla, el agua le genera pústulas donde toca la piel y se libera humo, como si el agua quemara la piel o cómo si la niña estuviera tan caliente que la evaporara. Yo veo todo desde el rincón de la habitación, impresionada por el espectáculo. De repente la niña logra desatar su mano izquierda y de un solo movimiento rápido toma a Erick por la ropa, se ríe histéricamente, yo grito su nombre y corro hacia él preocupada, lo saca volando y Erick se estampa contra la pared.
Yo intento frenar, pero termino cara a cara con ella, veo sus ojos acuosos y turbios que me ven fijamente, su piel es pálida y gris, sus venas se marcan por toda su cara y sus dientes cafés se asoman a través de sus labios secos y agrietados. Sin que me dé cuenta su mano derecha se desata y me toma con ambas manos de los hombros y me acerca aún más a ella. Aulló de dolor cuando encaja sus garras en mi piel haciéndola sangrar, el líquido escarlata se escurre de entre sus dedos por el largo de mi brazo, siento su recorrido hasta la punta de mis dedos, el líquido se siente caliente y espeso. Erick se incorpora con dificultad y se abalanza sobre ella, pero ella me avienta hacia él derribándolo, caemos los dos al suelo.
Él se levanta y me dice que no me mueva, intenta contenerla pero ella se desata de sus pies y cae sobre él como un animal salvaje, lo rasguña y lo saca volando contra el padre que se disponía a seguir sus oraciones. Intento no hacer ruidos ni ningún movimiento que la alerte, pero como si mi angustia y miedo le atrajeran me voltea a ver, hace una mueca grotesca que asemeja a una sonrisa, sus dientes se asoman y sus labios se parten generando delgados hilos de sangre que caen de su boca combinados con saliva y espuma.