La noche se vuelve lluviosa, de la casa sale un ataúd custodiado por 6 hombres fuertes y de apariencia sombría y triste. En estos momentos yo ya no lloro, tengo un parche en la mejilla la cual no deja de sangrar, no es algo que me moleste, volteó y veo a Mara siendo consolada por Javi y a un lado Sebastián, solemne, el dolor se siente en el ambiente. Todos lloramos y sentimos la pérdida no de un líder si no de un amigo y protector. La lluvia hace más difícil remover la tierra, ver el féretro en el fondo hace que mi corazón se estruje, me acerco, tomo un puño de tierra, me siento incapaz de soltarlo, simplemente pienso en él, en que lo perdí, en que no lo volveré a ver, después de ver todo lo que he visto tengo miedo por su alma, si está en el cielo o en el infierno, si lo volveré a ver, si me recordará. Después de todo si no lo hace, él no sufrirá, solo yo, ver a alguien a quien quise tanto no recordarme... Y eso sí tengo la suerte de volverlo a ver. Eso es lo difícil de todo esto, perder a la persona, saber que no solo estás enterrando un cuerpo si no que la continuidad de esos hermosos momentos terminó, si, hay que recordar lo bonito, pero seamos sinceros, cada vez que recuerde esos momentos bonitos me harán llorar, ya no serán tan bellos después de todo.
Me quedo frente a su tumba, poco a poco todos se van y yo me quedo ahí, mojandome con la lluvia, no sé cómo seguir con esto, cada día que pasa estoy más sola. De repente siento una mano en mi hombro, cuando volteó es Sebastián, me ve con lástima y dolor, me abraza y yo correspondo el abrazo, el pecho me duele, empiezo a llorar desconsoladamente, él acaricia mi cabeza y me da palmadas en la espalda, repite una y otra vez que todo estará bien, pero yo sé que no, ahora todo será diferente.
Llegamos a la casa de Arthur, se siente vacía y fría sin él, veo todo como la primera vez que entré, acarició los retratos dónde salimos él y yo, solo pensar en él me parte el alma. Sebastián se deja caer en uno de los sillones, apoya su cabeza en su mano que está recargada en el descansabrazos, está con la mirada perdida. Ninguno de los dos se anima a romper el silencio, como si esperáramos escucharlo en cualquier momento, pero sabemos que eso no pasará.
-¿Cuando te irás? (Me pregunta sin voltear a verme)
-Hoy... Planeo arreglar lo de los clavos (lo miro, pero él sigue estático)
-No es necesario, solo vete (su hostilidad regresa combinada con tristeza)
Se levanta del sillón y se va sin voltear atrás, veo como desaparece a través de la puerta. Mi corazón termina de romperse, regreso la mirada y veo en cada rincón de la casa intentando grabar cada detalle en mi cabeza, como si fuera la última vez que podré verla, suspiro fuertemente, salgo por la puerta, camino por entre los pasillos sin hacer contacto visual con nadie, me despediría de todos, pero eso hará más difícil mi partida, salgo por la puerta por la que entré, recorro las alcantarillas hasta llegar a la puerta que me lleva a subterráneo, camino por las vías hasta que llegó al andén, subo y camino entre la gente, veo a las personas que me rodean, ajenas a mi dolor, con sus propios problemas, salgo de ahí y camino bajo la lluvia, soy la única que no lleva paraguas, como si la lluvia pudiera mitigar mi dolor, sigo caminando, mis pasos me llevan al callejón donde me encontró esa noche, me siento junto al contenedor de basura y lloró amargamente mi pena, desearía arrancarme el corazón y tirarlo en ese contenedor, no puedo con el dolor, me quema el pecho, sube por mi garganta y la desgarra desde dentro, las lágrimas brotan de mis ojos y se confunden con gotas de lluvia, el aire me falta y apenas puedo ver algo, abrazo mis rodillas y hundo mi cabeza en mis piernas. No hay nadie que me dé una mano, no hay nadie que me consuele, tenga que levantarme con la poca fuerza de voluntad que me queda, iré a buscar a Lucifer a su club, él debe de saber quién era el que nos contrató, si consigo hablar con el puedo ganar tiempo en lo que recuerdo como encontrar el paquete.
Me levanto del suelo y sigo caminando bajo la lluvia, intentando contener el llanto, el dolor sigue ahí, se que no se irá jamás, solo aprenderé a sobrellevarlo, pero no hoy, tal vez no mañana... Cuando llego al club de Lucifer me detengo y veo la fachada antes de entrar, al hacerlo veo el mar de gente bailando, felices, despreocupados, los odio. Me siento en la barra y pido un tequila, no es Eris quien me sirve, le pido que deje la botella, me tomo el caballito de tequila y después tomo directo de la botella, el dolor empieza a diluirse, empino la botella y de una sola intención me tomo media botella hasta que siento una mano que me obliga a bajarla, la apoyo en la barra, me siento mareada, levanto la mirada de la botella y veo de reojo a mi acompañante.
-Necesito tu ayuda (le digo arrastrando un poco la voz)
-Alcoholicos anónimos está en la otra esquina (me dice con sarcasmo)
-Gracioso (sonrió de lado) ayúdame a encontrar a quien quiere los clavos de Santa Helena... (En cuanto lo digo se crespa y pone su mano en mi boca mientras me ve con sus ojos abiertos como platos)
-¿Ahora en que estás metida? (Me dice en voz baja)
Quita su mano de mi boca y me lleva al elevador, yo sin olvidar mi botella entro en el y me recargo en la pared, mientras el presiona el botón yo vuelvo a tomar de la botella como si fuera agua, cuando él lo nota de inmediato me la arrebata y me ve como si no me reconociera, ni yo me reconozco.
//Desde los ojos de Lucifer//
Lo veo y no lo creo, está ebria, pero expresa un dolor indescriptible, su rostro lo refleja y sus ojos están vidriosos, está peor que cuándo salimos el manicomio, la botella está casi vacía, al igual que ella. ¿Qué sabe de los clavos de Helena y por qué los busca?. Llegamos al penthouse, la tomo de la mano y la conduzco afuera del elevador.
-¿Entonces? (Espera mi respuesta)