Desde que la muerte nos unió.

Capítulo 3: Diferencias, similitudes y celos.

Alex no pronunciaba palabra durante la cena, al igual que Lois, ella siempre comía en silencio, y Dan, quien ya estaba acostumbrado al silencio de Lois. Pero ya que tenían un invitado más a la mesa esperaban que el tercero dijera algo en algún momento. Cosa que no ocurrió durante los primeros minutos.

 

—Hoy te quedó mejor — opinó Dan antes de tomar otro trozo de lasaña. 
—¿Sí? 
—M. Le faltó un poco más de salsa pero está buena. 
—Así está bien. Está muy buena por cierto, gracias — interfirió Alex. 
—Gracias. 
—Si le pones más salsa terminará siendo un solo puré — añadió.
—Gracias por el tip. ¿Eres experto en cocina? — Preguntó Lois sonriendo. 

 

“A July le encantaba la lasaña. Y siempre la hacía puré por tanta salsa”. 

 

—No. Pero he comido muchas — respondió mirándola a los ojos. Acompañando sus palabras con una pequeña sonrisa. 
—Entonces, imagino que debes de ser un juez muy estricto y exigente. 
—Digamos que tengo mi lista de requisitos para que pasen la prueba — dijo cruzándose de brazos y recostándose en la vieja silla del comedor. 
—Y ¿Qué opinas de la mía? 

 

Alex observó su rostro detenidamente mientras tomaba una postura como la del David, pensativo y taciturno. 


“No. Definitivamente no se parece a July”. 

 

Tal como había dicho tenía una lista, pero no de los ingredientes y exigencias para calificar la mejor lasaña del mundo. 


La primera y más notoria diferencia entre July y Lois estaba en su cabello. July era rubia platino, en verano se veía aún más claro por el sol. Y lo llevaba muy corto, con un estilo de esos que sin importar si te lo cepillaste o no, te ves peinada. Tenía ojos azules, muy claros. Su piel rosa se bronceaba fácilmente cuando estaba en el exterior en un día soleado.  Tenía labios finos y una nariz graciosa. Siempre le decía que ella llegó al final de la repartición de narices. Ya no había material suficiente así que le hicieron una pequeña y la repellaron en la punta. 

 

Era todos los opuestos a Lois, que seguía expectante mirándolo con sus ojos esmeralda. El flequillo ligeramente despeinado era un tono más claro que el resto de su cabello castaño claro oscureciéndose en las puntas y que le llegaba hasta la mitad de la espalda . Sus labios llenos resaltaban en su rostro ovalado. 


Ahora solo se preguntaba ¿Cómo se vería su piel oliva bronceada? 

 

—¿Y bien? — Insistió la concursante. 
—Solo diré que me encantaría probar otro poco de esa lasaña. 
—¿Y con eso me darás mi cinta azul? — Habló entre risas. 
—Asegurado el primer lugar. 

 

Seguían mirándose directamente a los ojos sin moverse y olvidando por completo la existencia del tercer comensal. 

 

—¿Eso no es soborno? — Opinó Dan intentando entrar en la extraña conversación. 

 

No había podido evitar sentirse excluido con esos dos mirándose tan intensamente. Y eso solo derrumbaba lo que Lois le había asegurado hace un rato, que no conocía a ese hombre y que tampoco estaban implicados.  

 

—Oh cierto. Es ilegal hacer los sobornos frente al resto del jurado. 
—En especial si es un reverendo — bromeó Lois con una sonrisa que le robó a Alex un suspiro. 

 

Hacía mucho que no contemplaba una sonrisa así ni escuchaba las risas de July. Ahora tenía que conformarse con los recuerdos y las fotografías. 

 

Lois sirvió un trozo más de la cena. Le ofreció a Dan repetir pero este dijo estar satisfecho. A continuación ayudó a Lois a lavar y secar todos los utensilios de cocina. 

 

Alex contemplaba la escena terminando de comer en silencio. Sonrió para sí al verlos, él y July siempre lavaban los platos juntos. Siempre. Y si uno no tenía ánimos de hacerlo comían en los recipientes desechables de la comida rápida sin importar la montaña de platos sucios. Eran pequeñas costumbres que habían adquirido con la convivencia. 

 

—Deja, yo lo lavo — dijo Lois al ver las intensiones de Alex.
—No hay problema. Lo lavaré yo. 
—No. Es mi casa y las visitas no lavan los platos. 

 

“Eso pone al reverendo…. ¿En calidad de qué?”. 

 

—Pero soy inquilino. A menos que eso signifique que ya me has echado. 
—No. No. Claro que no. Tenemos un trato. 
—Entonces, parte de mis deberes como inquilino es lavar mi plato. No sé por qué lo hará él — dijo mirando a Dan que estaba a espaldas de Lois poniendo café fresco en la cafetera—. Pero yo lo haré. 
—Él es un amigo. No cuenta. Y ¿Qué clase de anfitriona sería si te dejo lavar tu plato el primer día? 
—Insisto — dijo ahora más serio y acercándose a ella—. Yo lo haré. 




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