Desde que la muerte nos unió.

Capítulo 5: Puki y los canguros del garaje.

—Oye. No te enfades — dijo siguiéndola. 

 

Sabía que decía la verdad, sus ojos se lo aseguraban. Eran limpios y sinceros. Como los de July. 


Nunca creyó encontrar a alguien más que fuera tan honesto y transparente. 


Aunque Lois intentaba ocultar una realidad que le causaba dolor, él podía ver cuanto le estaba costando sobrellevarlo. 


Pero con el asunto del reverendo quería confirmar sus sospechas. Su respuesta influía un 50% en su decisión de quedarse o no. 


Para Alex era más que evidentes los sentimientos que el reverendo tenía para con Lois. Su falta de experiencia en el manejo de los celos le decía que llevaba un tiempo considerable pensando de forma romántica en ella. 


Pero el solo pensarlo le causaba gracia. Es decir ¿Un reverendo enamorado? Porque tenía entendido que esos hombres guardados para el camino del Señor, no se casaban. Aunque él era presbiteriano. Quizás podían tener novia y casarse. 

 

—Solo me parece interesante. No diré nada si me dices que tú y él…. 

 

Ella se giró justo frente a la puerta. Tenía la mandíbula tensa y le veía directamente a los ojos. 

 

“Enfado” apuntó Alex mentalmente. Una pequeña arruga apareció entre sus cejas. El deseo de pasar su pulgar por esa zona lo sorprendió. 

 

A July se le marcaba una pequeña “V” cuando se molestaba. Algo que no ocurría seguido. Era una chica muy alegre pero al enfadarse se veía “adorable” para Alex. 


El método efectivo para disipar su enojo era darle la razón y suavizar con una caricia su entrecejo fruncido. 

 

Pero quién tenía delante no era July. No. Era Lois y por muy grande que fuera el paso de confianza que habían dado entre ellos, no existía razón de peso para que él sintiera esos deseos de tocarla. 

 

—No te burles. Dan es un muy buen amigo. Y no lo digo sólo por ser un hombre religioso. 
—No he dicho nada — aseguró. 

 

Contenía una risa ante tal enfado. Era testaruda y berrinchuda en ocasiones. Ahora lo sabía. 

 

—Pero lo pensaste. 
—¿Cómo lo sabes? 

 

Se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared. Ella vaciló un momento pensando que responder. 


Alex seguía sonriente. No recordaba la última vez en que hubiera sonreído sinceramente  todo un día. En especial con una mujer. Pero, tenía que aceptar lo bien que se sentía sonreír y bromear aunque sólo fuera un poco. 


Ese hecho no dejaba de sorprenderle. Con Lois era fácil sonreír. No tenia necesidad de fingir. Podía sentirse en libertad total de no responder a algo si no lo deseaba o revelar lo que él podía decir. Un detalle más que interesante.

 

—Te ves bien así. Sonriendo — habló de pronto. 

 

Fue en ese momento en el que cayó en cuenta de su cercanía física. Un paso más y podría tocar su brazo. Unos centímetros más y…. 


Se irguió de prisa y retrocedió marcando la distancia. 

 

—Creo que mejor iré a dormir — anunció dejándola ahí plantada en el pasillo. 

 

El minuto siguiente lo pasó mirando el techo  de la habitación. Meditaba en que su vida no era así, como un lienzo en blanco. Más bien era un enorme mosaico lleno de colores. Y todos eran recuerdos de su vida junto a July. No había lugar para alguien más. 


Recordó a Lois y quién suponía fue solo su prometido puesto que no tenía una alianza matrimonial en el dedo. Comprendía que hablar sobre él, por muy mínimo que fuera, había sido todo un reto.


No había duda, era una mujer valiente. Como July. Y mucho más valiente que él. 
Dos años después ni siquiera era capaz de pronunciar su nombre en voz alta. Las terapias en grupo decían que era bueno hablar sobre ellos, sobre esos seres queridos que perdías para siempre, que era bueno expresar tus sentimientos. Otros decían que al hacerlo, los mantenías vivos en tu corazón y tu mente. 


Pero era más fácil decirlo que hacerlo. 
“Aunque no fue tan difícil” pensó.


Ver el esfuerzo de Lois por abriese con él en un tema tan delicado y personal le dio el valor para expresarse. Estaba seguro que de estar en la terapia de grupo ya le habrían aplaudido y agradecido por compartir algo.

 

En lugar de solo escuchar como siempre lo hizo mientras asistió. 


El comentario de Lois volvió a él:

“Te ves bien así. Sonriendo”. 

 

July siempre decía que le gustaba cuando sonreía. Le encantaba la forma en que ella lo miraba, tan enamorada. Pero esa expresión era solo el reflejo de la suya. No existía mujer más hermosa que ella, aún cuando adelgazó y su piel se volvió más pálida por el tratamiento, para él era la más bella de todo el hospital.




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