Desde que la muerte nos unió.

Capítulo 7: Advertencias.

—Gracias al cielo que estás bien — dijo Dan mientras aún abrazaba a Lois. 
—Si, estoy bien. Lamento no haber podido avisarte. Los teléfonos no tenían señal. 
—Lo imaginé. Pero te juro que si no volvías está mañana saldría con el Sheriff Jones a buscarte. 
—Eres muy dulce Dan. Pero estamos bien. Ahora solo quiero comer. Tengo hambre — le dijo haciendo un puchero a su amigo. 
—Ve a cambiarte. Te prepararé algo. 

 

Lois le sonrió antes de meterse al pasillo. 

Comenzó a buscar en el refrigerador que preparar cuando escuchó los pasos de Alex. 

 

—Te recomiendo no volver a perder a ese perro Alex. 
—Descuida. Le pondré un rastreador — bromeó. 
—Claro. Y ¿Dónde pasaron la noche? 
—Lu conocía una cabaña del otro lado de la colina. La tormenta no nos permitió volver. 
—Ya veo — respondió batiendo los huevos—. Y ¿Fue ahí donde encontraron al perro? 
—En realidad él nos encontró. Estábamos dormidos cuando escuchamos sus chillidos. 
—M. 
—¿Qué? 
—Y ¿Durmieron bien? 
—De maravilla — dijo poniendo a Puki en el suelo. 
—Imagino que sí. 

 

Alex buscó una taza y se sirvió café mientras la mirada acusadora de Dan lo perseguía. 

 

—Parece que tú y Lois se llevan bien. 
—Sí. Pero yo diría que más bien nos entendemos. 

 

Dan dio un gran suspiro y apagó el fuego de la cocina. 


—Alex. Quiero hacerte una pregunta. Es sobre Lois — dijo cruzándose de brazos. 
—Tu dirás. 


Alex imitó su postura. 


—¿Qué pretendes? 
—¿Qué? 
—¿Cuáles son tus intenciones con ella? 
—Ninguna. ¿A qué viene eso? 
—No creas que no sé cuál era tu plan. 
—¿De qué estás hablando? 
—El haber extraviado a ese perro no fue un accidente. Tú lo provocaste para llevártela. 
—Oye. Eso fue un descuido. De todos ¿Sí? Yo no sabía que correría a la colina. 
—Fuiste tú quien sugirió ir a buscarlo ahí y estoy seguro que fuiste quién insistió en buscar dónde pasar la noche. 
—Sí pero, era razonable ¿No crees? No podíamos volver así. 
—No te pases de listo conmigo, entiendes — habló ahora acusándole con el dedo índice—. No creo ni una palabra de lo que dices. Y lo que sea que tengas planeado con ella, olvídalo. Ella es una buena chica que merece algo mejor. 
—¿Cómo qué? ¿Alguien como tú? ¿Con sus elevados “principios”, sus palabras melosas, un supuesto instinto protector que no es más que inseguridades, miedos e inmadurez? ¿Eso necesita ella? 
—Escúchame bien Alex. Aléjate de ella. 
—Si tanto te gusta ¿Porqué no se lo has dicho? En lugar de fingir.
—¿Estas llamándome hipócrita? 
—Solo digo que sería más fácil ser sincero con tus intensiones que negar que la ves cómo algo más que amiga. 

 

Dan estaba por responder algo cuando ella apareció en la puerta del pasillo con un enorme suéter de punto color azul. 

 

—¿Está todo bien? — Preguntó mirando a los dos hombres con rostros serios. 
—Sí. Bien — masculló Dan. 
—Oye Lu, tengo que ir al centro. Recordé que le prometí a Rose revisar el aire acondicionado. 
—De acuerdo. Llévate mi auto. 
—Gracias. 

 

Alex salió de la pequeña cocina. A los dos segundos regresó con las llaves en la mano y se acercó a Lois. 

 

—¿Olvidaste algo? 
—¿Te gustan las hamburguesas? 
—¿A las nueve de la mañana? — Preguntó sonriendo. 
—Creo que serán para acompañar el té. 
—Ok. Entonces quiero tres con queso y cebolla extra. 
—Perfecto.

 

Y sin que nadie lo esperara se inclinó hacia ella y le besó el cabello. 


Dan estuvo a punto de hacer pedazos el plato que tenía en las manos. Nunca había sentido tal repulsión contra alguien. Pero debía controlarse. De lo contrario le daría la razón a ese tal Alex. 


Debía convencer a Lois de sacar a ese hombre de su casa. Su amabilidad y hospitalidad eran para Dan su mayor pecado. Sin embargo el ser testaruda era el primer y más grande obstáculo. 

 

“Tengo que trazar un plan”. Meditó sentándose a la mesa con ella. 




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