Desde que la muerte nos unió.

Capítulo 12: Sentimientos, anillos y cartas.

—Esto no está bien — dijo bajando de su posición. 

 

Inmediatamente Alex extrañó su calor y su cuerpo contra el suyo. Lo necesitaba y no única y precisamente por una necesidad carnal. Era algo mucho más grande y profundo que a penas y había logrado identificar. 

 

—Perdona. Ha sido mi culpa. 
—No Lu. No te disculpes. 

 

Ambos se acomodaron las ropas de nuevo y evitaban mirarse. Al menos por parte de Lois, pues Alex le observaba  cada pocos segundos mientras ella seguía confundida en su sitio. 


Tocaba su sortija haciéndola girar como cuando estaba nerviosa, cuando sentía miedo y buscaba seguridad. Y por primera vez Alex deseó ser él su fuente de consuelo en lugar de el recuerdo de un hombre que ya nada podía hacer por ella. 

 

—Pero no te arrepientes — señaló. 
—Lu. Sé que estás asustada y te entiendo, yo también lo estoy pero…. 
—Esto está mal. Muy mal. ¿Cómo fue que llegamos a esto? — Preguntó al borde de la histeria. 

 

Alex realmente entendía como se sentía. El recuerdo de July fue algo que no pudo evitar cuando tocó su piel y que decir del remordimiento que apareció al besarla. 


Y a pesar que la razón y el corazón se debatían por lo correcto, sus acciones obedecían a esos extraños sentimientos que había comenzado a abrigar en su interior. 

 

—Lu. Estoy tan aterrado como tú pero no estamos lastimando a nadie. 

 

Al instante sé sintió el peor de los mentirosos.  Sabía que no era así, se estaban lastimando a si mismos y al otro. 

 

—No…. Yo no….

 

Con miedo a que ella le terminara odiando por lo que ocurrió decidió tomar la responsabilidad de la situación. 

 

—Ha sido culpa mía Lu. Perdóname. No debí.

 

Se acercó a ella con cautela, quería mantener su confianza todo lo posible. 

 

—¿Porqué lo hiciste? 
—Es lo que siento y…  No quise faltarte el respeto Lois. 
—Yo no estoy segura de lo que siento — susurró sin mirarlo. 
—Y eso está bien — dijo acercándose un poco más. Necesitaba abrazarla pero tenía que controlarse—. No tienes porqué decidirlo ahora solo…. Admito que fue la peor manera de hacerte saber lo que siento. 
—No fue tan malo — habló con una media sonrisa—. Pero no puedo dejar de pensar en qué diría él de mí. Siento como si… 
—Le estás traicionando. 
—Sí. 
—Yo también…. Por un momento sentí que ella estaba aquí, mirándonos y que me odiaba. 
—Lo siento — dijo con un sollozo. 
—Lu. Por favor. No llores. Me partes el corazón y me molesta no poder abrazarte. 
—Sí puedes — pronunció bajito. 
—No te imaginas lo mucho que me alegra escuchar eso pero no quiero que luego te sientas culpable.

 

Ella permaneció abrazándose a si misma mientras que a Alex se le estrujaba el corazón al verla ahí necesitada de él. 


No quería presionarla, en realidad no deseaba que la buena relación que tenían se echara a perder por las culpas, remordimientos y por presionarse a sentir lo que creían sentir. O por lo menos lo que Alex sentía. 


Desconocía lo que Lois tenía dentro y era mejor dejarlo así. 


Sin embargo, ahora ambos estaban caminando por la cuerda floja. Ese beso solo puso lo más importante a caminar en equilibrio, su confianza. Sí eso se venía abajo todo estaría perdido. Ni siquiera podrían salvar un buena amistad. 

 


Mirando el techo blanco de la habitación pensó una vez más en July. Su conciencia la traía a colación pero él la empujaba diciéndole que hablarían luego, que debía pensar. 


Temía que July sintiera que la estaba olvidando, que le había traicionado. Algo totalmente incorrecto. La recordaba, claro que sí. Cada día y a cada hora. Todo a su alrededor en esa casa le hacía pensar en ella. 


Incluso Lois, tan diferente a ella, ponía a su mente a buscar las diferencias y nombrar mentalmente todo lo que ella era. 
Esa fue la razón por la que decidió quedarse. Era inútil vivir huyendo del recuerdo cuando estaba en su interior. Y su determinación a no soltarla jamás la mantenía a su lado. 


Pero ahora, cuando tocó por primera vez la piel de Lois, por un momento, por un instante, July no estaba. 


Sus manos comenzaron a hormiguear. Vacías y frías sin ella. 


Hacía tanto que no sentía eso, esa electricidad recorriendo desde la punta de sus dedos hasta su pecho. Su corazón latiendo más a prisa y la melancolía por escuchar su voz. 




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