Capítulo dedicado a Pury Belsay.
Gracias por tu intensidad jjjjjjjj
Noah
¿Qué coño he hecho?
Las bragas de April queman en el bolsillo de mi pantalón, mientras, sentado en este bar, con una cerveza en la mano, debato si mi mejor opción ahora es largarme de Andarsa de una jodida vez para no tener que enfrentarla.
Dios santo, qué vergüenza…
Cuando Pelusa entró a mi habitación con aquella cosa en la cabeza, pensé que se había enredado con ella y solo quise ayudarla; menudo susto me llevé cuando, segundos después, su dueña hizo acto de presencia. Juro que casi sufro un puto infarto al verla envuelta en aquella minúscula toalla, con gotas de agua cayendo desde los mechones sueltos de su cabello hasta su blanca piel, sus prominentes pechos que, ¡joder!, solo sus pezones estaban ocultos, ¿saben cuántas neuronas hicieron corto circuito en mi cabeza ante ese detalle? Eso sin contar con sus piernas desnudas y la certeza de que no llevaba ropa interior.
Fue entonces cuando entendí lo que tenía en mis manos y volví a mirarlo como si se tratase de un objeto alienígena. ESTABA TOCANDO SUS BRAGAS… ¡SUS BRAGAS!
Creo que, oficialmente, ahí mi cerebro sufrió un infarto. No puedo explicar de otra forma el hecho de que haya decidido guardarme la prenda en el bolsillo antes de salir huyendo.
¡Por el amor de Dios!
¡Me he robado las bragas de April! ¡La chica de mi hermano! ¡Mi cuñada! Y, encima, ¡en sus narices!
¿Cómo voy a explicarle por qué lo hice? ¿Cómo voy a mirarla a la cara a partir de ahora?
Bebo lo que queda de mi bebida de un solo trago con la esperanza de olvidar el bochorno. Menudo desastre.
Las próximas horas transcurren entre bebidas y conversaciones sin sentido de fondo y cerca de las dos de la mañana, un poco borracho, para qué mentir, decido dar por finalizada la noche y regreso a casa. Todo está en silencio y a oscuras… Gracias a Dios.
A la mañana siguiente, cuando suena la alarma, quiero lanzar el teléfono contra la pared. La tengo programada para mucho más temprano que mi hora habitual, para evitar cruzarme con mi nueva compañera. Sí, poco maduro de mi parte, pero hasta que no encuentre una forma de tratarla con normalidad, eso es lo que hay. Mucho más ahora, después de los sucesos de anoche.
Mi cabeza duele horrores por la jodida resaca. Desde que Nathan falleció, durante esos días en los que estuve totalmente perdido, no había vuelto a beber en exceso y ahora estoy lamentando seriamente haberlo hecho. Procurando no hacer demasiado ruido, voy al baño, me aseo y luego de vestirme, salgo de la casa.
Y, por si se lo preguntan, las bragas siguen en el pantalón que justo ahora está tendido a los pies de mi cama. Ya luego pensaré qué haré con ellas.
Paso primero por la cafetería de Coco para desayunar y luego me dirijo al taller, donde me enfrasco en la moto y me enajeno de todo lo demás, hasta que, alrededor de las once de la mañana, recibo una llamada de April.
Mierda.
Me congelo mientras observo la pantalla.
¿Para qué me llama?
Ella nunca llama. Desde que entendió que la estaba ignorando después de la fiesta de Hayley, no lo ha hecho. Entonces, ¿por qué lo hace hoy?
¿Es por sus bragas?
Mierda, mierda, mierda…
¡Joder!
¿Y si no lo cojo?
«Muy maduro de tu parte, Noah.»
Lo sé, pero… ¿qué coño le digo cuando pregunte por qué lo he hecho?
La llamada se cae y yo suelto un suspiro aliviado, sin embargo, segundos después, vuelve a sonar.
¿Puedo fingir que estaba trabajando y no lo escuché?
«¿Y si es algo importante?» cuestiona mi subconsciente. «Tú mismo lo has dicho. Ella nunca llama y ahora lo está haciendo con insistencia.»
¡JODEEEEEEER!
Antes de arrepentirme, contesto.
—¡Tío! —me recibe la voz de Nathan y todo mi cuerpo se destensa de inmediato.
Sonrío de puro alivio.
—Hola, pequeñajo. —Separo el celular de mi oído para revisar la hora una vez más—. ¿Qué haces? ¿No deberías estar en la guardería?
—No. Mamá y yo fuimos a Lotton a…
—¿Lugton? —pregunto, haciendo referencia al pueblo vecino, pues, si es eso, él lo ha pronunciado mal.
—Ajá. Fuimos, pero ahora estamos de regreso y el coche hizo pum, pum y se paró. Nos varamos…
Frunzo el ceño. Hay veces que no pronuncia bien las frases. Supongo que se refiere a que se quedaron varados.
—¿Puedes venir a arreglarnos el coche?
—¿Dónde están?
—En la carretera.
Me río ante su rápida y segura respuesta, como si fuese algo lógico.
—¿Qué está haciendo tu madre?
Siento un trasteo al otro lado de la línea y, aunque intento identificar de qué se trata, no lo consigo. Una puerta se cierra.