Desde que te vi

22. Fresas y leche condensada

Capítulo dedicado a Paky Lomas

April:

Estoy exhausta...

Nunca había tenido tantos orgasmos en un período de tiempo tan reducido. Y, joder, ¡qué orgasmos!

Después del segundo, cuando pensaba que ya no podía más, me llevó a la ducha para darnos un baño. Ahí su lengua hizo maravillas una vez más y fue erótico a niveles insospechables. Luego, mientras nos secábamos, lo hicimos de nuevo y no nos quedó más remedio que, entre risas, regresar a la ducha.

Desde entonces, estamos aquí en la cama, abrazados el uno al otro, en silencio, con él acariciando mi cabello húmedo mientras deja besos castos de vez en cuando sobre mi frente. Estoy tan feliz, tan en calma, que no quiero salir de aquí. Lamentablemente, la tercera guerra mundial que tengo en el estómago, no está de acuerdo conmigo.

—Noah —susurro en la quietud de la habitación. Son casi las diez de la noche, o al menos lo eran la última vez que miré la hora. No ha pasado mucho tiempo después de eso... Creo.

—¿Mmm? —Es lo que recibo como respuesta mientras pasa su nariz por mi frente para luego dejar otro beso.

Aquí debo hacer una pequeña aclaración. Nunca pensé que Noah fuera tan cariñoso. Es decir, desde que lo conozco, es un tío introvertido, que incluso detestaba que su madre lo besuqueara como hacía con su hermano. Siempre lo he creído parco en palabras, seco o, mejor dicho, distante, pero en solo unas horas me ha demostrado lo equivocada que estaba. Es cariñoso, atento, técnicamente no me ha soltado ni una vez desde nuestra conversación en el sofá y me ha hecho sentir querida, escuchada, deseada. Sus palabras... ¡wao!... Sin duda alguna me han sorprendido.

Por otro lado, su destreza en la cama. ¡Madre mía! Es de otro mundo, lo juro. Al incio tenía tanta calma, me tocaba con tanta devoción que por un momento creí que me haría el amor lentamente, tipo película. Sin embargo, si bien sus caricias nunca dejaron de ser tiernas y su mirada jamás abandonó la mía, sus moviemientos eran fuertes, seguros, certeros y yo toqué el cielo con las manos. Luego, ya en el baño, justo cuando nos estábamos secando, todo se fue de control. Esa fue la definición de sexo duro y desenfrenado. En un momento me subió una pierna sobre la encimera y su gran mano ahuecó mi garganta. Nuestras miradas se encontraron a través del espejo de la pared y cuando comenzó el vaivén de sus caderas, pensé que colapsaría. Fue increíble.

Cuando ambos llegamos al orgasmo, me besó con tanta ternura, que no podía creer que ese hombre y el que acababa de follarme hasta dejarme sin sentido, fueran el mismo.

Noah besa mi hombro regresándome a la realidad y el rugido de mi estómago me recuerda en qué estaba.

—Deberíamos levantarnos para preparar algo de cenar.

Sus brazos refuerzan su sujeción alrededor de mi cuerpo y yo me río por lo bajo.

—Estamos muy cómodos aquí.

—Tengo hambre.

—Yo también. —Sin embargo, lejos de liberarme, me atrae aún más a su cuerpo—. Pidamos pizza.

—Hay comida suficiente en el refrigerador. Si la calentamos en el micro, será mucho más rápido.

Levanta su cabeza y se remueve un poco hasta que consigue mirarme a la cara.

—¿Y regresamos aquí?

—Obviamente.

—Bien. —Sin previo aviso, me da una nalgada y luego se incorpora—. Venga, pastelito, levanta ese culo sexy que me muero de hambre.

Negando con la cabeza, sin poder ocultar la sonrisa tonta de mi rostro, me incorporo y mientras él se pone sus calsonsillos, yo me dispongo a ir a mi habitación para poder vestirme, pues mi ropa se quedó en la sala.

—¿A dónde crees que vas? —pregunta antes de que logre llegar a la puerta.

Lo miro por encima de mi hombro.

—A vestirme, listillo.

Niega con la cabeza, va a su armario, saca algo de una gaveta y luego coge otra cosa de las que estaban dobladas.

—Nada de eso. Ten.

Me lanza el bulto en sus manos y no soy lo suficientemente rápida como para cogerlas, así que una de ellas termina en el suelo. Al levantalo, me doy cuenta de que es un bóxer, lo otro, una camiseta.

Arqueo las cejas en su dirección.

—Es difícil que puedas verte mejor que ahora, así desnuda, pero estoy convencido de que si una imagen podría hacerle competencia, es la tuya usando mi ropa —se explica y la sensación cálida que se extiende por todo mi estómago me hace encorvar los dedos de los pies.

—¿Por qué no me das las bragas que tienes en el bolsillo del pantalón?

—Olvídate de ellas, pastelito, son mías.

—No creo que te queden bien, la verdad. Tienes mucho material que ocultar.

Una risa estruendosa sacude su cuerpo y yo me doy varias palmaditas mentales en la espalda. Noah debería sonreír siempre.

—Elogiándome no las vas a conseguir de vuelta —dice mientras camina hacia mí. Coloca sus manos sobre mi cintura y baja su cabeza hasta que nuestras narices se rozan—. Si necesitas unas nuevas, yo te las regalo, pero esas van para la caja.




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