Desde que te vi

FINAL

Capítulo dedicado a Anita Moro que mañana está de cumpleaños. Felicidades mi reina

Noah:

Luego de la cena, regreso a mi casa sin Nathan y con un peso de más en el bolsillo derecho de mi pantalón.

Me dejo caer en el sofá y saco el pequeño aro de oro con un bonito diamante rosa en el centro rodeado de piedrecitas más pequeñas. Es el anillo que mi padre le dio a mi madre cuando le pidió matrimonio y el que hace solo un par de horas ella me entregó para el día en que decida pedirle matrimonio al amor de mi vida. Desde entonces, ha estado en mi bolsillo, pesando como una enorme piedra a pesar de su diminuto tamaño.

Suspiro profundo.

No sé cuándo se lo pediré, solo sé que ahora no podré quitarme la idea de la cabeza. Ella aún no está preparada; yo, por mi parte, creo que sueño con convertirla en mi esposa desde ese día en que, a través de su ventana, la vi cantar a pleno pulmón, sin importarle el daño que le hacía a los que la rodeaban con su voz de cordero degollado.

Un mensaje llega a mi móvil y al leerlo, no puedo evitar la decepción que se asienta en la boca de mi estómago al saber que April pasará la noche con Hayley. Me había entusiasmado ante la idea de poder estar con ella a solas, pero, aunque me duela, entiendo que su amiga lo está pasando mal, así que le respondo que no hay problemas.

Sin nada mejor que hacer, enciendo el televisor y busco alguna película que me entretenga. Dos horas después me voy a dormir deseando poder tenerla a mi lado. Me despierto alrededor de las seis de la mañana y luego de dar vueltas y más vueltas sin poder conciliar el sueño, me levanto decidido a correr un rato. Una hora más tarde, duchado y vestido con intenciones de ir a casa de mi madre a buscar a Nathan para llevarlo a la guardería, a pesar de que ella dijo que se encargaría de hacerlo, escucho la puerta abrirse y cerrarse y me detengo un instante.

¿Qué hace April aquí tan pronto?

Por experiencia, sé que cuando ella y Hayley se juntan en una de sus famosas pijamadas, se acuestan a las mil y quinientas y no dan en sí hasta la hora del almuerzo del día siguiente. Bueno, supongo que ahora que es mamá no puede permitírselo, aunque ella sabe que Nath está en buenas manos y que nada le pasará.

Da igual. Lo importante es que está aquí y que, tal vez pueda aprovechar la mañana al máximo. Sonriendo, con disímiles imágenes de nosotros en la intimidad danzando en mi cabeza, salgo de mi habitación. La encuentro de espaldas a mí, con la cartera apoyada en el respaldo del sofá mientras mira lo que sea que tiene en sus manos.

—Buenos días —susurro y ella se sobresalta.

Se voltea hacia mí con rapidez, su cartera cae al suelo y esconde sus manos y su contenido, tras su espalda. Sin embargo, por mucha curiosidad que siento, me olvido de todo al fijarme en su rostro y darme cuenta de que ha estado llorando.

—¿Qué sucede? —pregunto, al mismo tiempo que ella:

—¿Y Nathan?

—Con mi madre. —Elimino la distancia que nos separa y acuno su rostro con mis manos—. ¿Qué pasa, pastelito? ¿Por qué estabas llorando?

Sus ojos se llenan de lágrimas una vez más y el corazón me da un vuelco al saberla herida. A simple vista no parece lastimada, pero, no lo sé.

Seca una lágrima descarriada con el dorso de una de sus manos (no se me escapa que la otra sigue tras su espalda ocultando algo). Decido no preguntar de qué se trata, a pesar de que estoy a punto de perder los nervios.

—Habla conmigo, por favor —susurro, pasando mi pulgar por sus mejillas.

Ella respira profundo y, como única respuesta, descubre lo que tan celosamente guardaba. Confundido, tomo lo que parecen dos termómetros (sin la parte que marca la fiebre) rosados y blancos, con dos listas rojas cada uno.

Tardo unos segundos en darme cuenta de lo que son.

—¿Hayley está embarazada? —pregunto como un tonto, pues es la única posibilidad que se me ocurre.

Madre mía, embarazada y terminó con su prometido. Debe estar devastada.

—No son de Hayley —susurra y yo la miro en espera de una explicación.

Por un segundo se me pasa la idea de que sean suyas, pero la descarto inmediatamente porque hemos usado protección en cada ocasión y…

—Estoy embarazada, Noah.

Pestañeo varias veces consecutivas mientras mi cerebro hace trabajo extra para interiorizar sus palabras.

Abro la boca con intenciones de decir sabrá Dios qué cosa, pero no sale sonido alguno y la cierro.

Embarazada.

—No sé cómo sucedió. —Se aparta de mí y comienza a caminar de un lado a otro bajo mi atenta mirada, mientras continúa su balbuceo nervioso manoteando en el aire como si de esa forma pudiese explicarse mejor—: No sé si algún condón estaba defectuoso o si la teoría de Hayley de que la grasa de la leche condensada arruinó el que usamos ese día, no tengo idea. Solo… —Se encoge de hombros—. Estoy embarazada.

Embarazada…

April, la chica que he amado toda mi vida…

La que nunca creí que podría tener y que, para mi sorpresa, ahora es mía…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.