Desde que te vi

Epílogo 2

Dedicado a Florencia Franchioni

April:

16 años después

—Creo que me va a dar un infarto.

Ruedo los ojos ante la voz dramática de mi hija y al levantar la mirada, la encuentro desplomada en una silla, con una mano en su pecho y la otra sobre su frente.

—El corazón está al otro lado, Noa —murmuro y debo aguantar la carcajada cuando la escucho maldecir por lo bajo e intercambiar la posición de sus manos—. Uy, me he equivocado. Era en el izquierdo.

—¡Mamá! —chilla, incorporándose en el asiento antes de cruzarse de brazos.

Enarco una ceja y evito echarme a reír junto a su hermana.

Noa, la mayor de mis gemelas por unos escasos minutos, fulmina con la mirada a Naira, cuyo único delito es encontrar divertida la actitud exagerada de su hermana.

Cuando supimos que estaba embarazada de dos niñas, su padre y yo llegamos al consenso de que cada uno elegiría un nombre. Yo sugerí Noa, en honor a mi esposo y él se decantó por Naira. En aquel entonces, cuando me imaginaba a una pequeña con el nombre de Noa, me la imaginaba como su padre. Una chica taciturna, introvertida, callada. No pude estar más equivocada.

Noa es vitalidad pura, el alma de la casa, dramática en exceso que sueña con ser actriz. Tiene potencial, eso no tiene duda. Por otro lado, Naira es la lectora empedernida que prefiere mil veces estar encerrada en su habitación, que de salidas con sus amigos.

Mi hija mayor desvía la atención de su gemela y me observa con sus ojitos de cordero degollado.

—¿Puedes liberarme ya, por favor? —pregunta, colocando las manos bajo su barbilla en el gesto clásico de súplica—. Estoy exhausta.

—No exageres. No llevas ni una hora aquí y no has hecho más que meter cuatro bandejas de galletas en el horno —la reprende Naira.

—Lo que dijo ella.

Noa se cruza de brazos en unos de sus característicos enfurruñamientos.

—No me mires así, señorita, hicimos un trato. Tú me ayudas en la pastelería y yo intervengo a tu favor esta noche cuando nos presentes ese noviecito que tienes. —La señalo con mi dedo índice—. Alégrate de que he decidido ignorar que has arrastrado a tu hermana contigo.

—Pero si no me voy ahora estaré hecha un esperpento en la cena.

Hace un puchero que me haría reír de no ser por lo ridículo de sus palabras.

—En primer lugar, no parecerías un esperpento ni aunque lo intentaras. Eres hermosa.

Una sonrisa tímida se abre paso en su rostro.

—Y, en segundo lugar, ¿quién coño necesita ocho horas para arreglarse?

Joder, que son las nueve y diez minutos de la mañana y a los invitados se les citó para las cinco de la tarde.

—Nayeli —dice sin más y yo me volteo hacia Naira.

—¿Quién demonios es Nayeli?

—La chica nueva.

Suspiro profundo y vuelvo a mirar a mi hija mayor.

—Cariño, no necesitas tanto tiempo para arreglarte y, aunque así fuese, tendrías que arreglártelas con menos tiempo porque necesito tu ayuda. —Intercalo la mirada entre ambas—. De las dos. Tenemos invitados.

—Yo estoy lista para hacer lo que necesites, mamá —dice Naira, como siempre disponible para ayudar al que lo necesite.

Noa suspira profundo.

—De acuerdo. —Se resigna y yo sonrío.

Estamos en la pastelería, Dulce Tentación, la primera de las tres que tengo a lo largo del país. La verdad es que hace catorce años, cuando Diego, el padrastro de Noah, me dijo que estaba pensando en invertir en algún negocio del pueblo y que Noah le había hablado sobre la pastelería de mis sueños, jamás imaginé que me iría tan bien que tendría que abrir otras sucursales porque no daba abasto con los pedidos.

Llegué temprano en la madrugada para ultimar los preparativos de la fiesta de esta tarde. Hayley, su esposo o como a mí me gusta llamarle, su felices para siempre, sus hijos y algunos de sus nuevos amigos con sus respectivas familias, vendrán a cenar.

Desde que se mudó a Florencia hace ya tantos años luego de un inicio de relación tormentoso que puso su vida en peligro, ya no nos vemos tan a menudo. Aunque hablamos todos los días, no es lo mismo, así que hicimos un pacto en el que cada dos meses nos reunimos para cenar, ya sea aquí en el pueblo que la vio crecer o en la ciudad que ha escogido para envejecer.

Para completar la velada, Noa nos dijo hace dos días que quería presentarnos a alguien. No dijo que era su novio, pero tampoco lo negó. Su padre, para nuestra gran sorpresa, le pidió muy diplomáticamente que lo invitara a la cena de hoy; sin embargo, horas después, cuando sus peques estaban dormidas, me lo encontré buscando en internet: “formas de alejar al novie de tu hija de ella sin que esta se dé cuenta”.

Está de más decir que casi me destornillo de la risa, pero lo dejé hacer si así se sentía más tranquilo. A la mañana siguiente, durante el desayuno, él y Nathan (que está de más decir que su sobreprotección es casi peor que la de su tío) se reunieron para conversar cosas de hombres super importantes.




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