Pasaron las horas, la lluvia se había detenido, el cielo grisáceo aún vivía. Pero sólo lo que surgía escándalo eran bomberos y ambulancias. Pero yo miraba mi casa, como huecos oscuros. Mamá pedía muchas soluciones para reparar las ventanas de la casa y todos los vecinos reclamaban la falta de luz de los hogares. Mis pensamientos caminaban en rueda por los conceptos de la maldición.
—Miranda, espero que estés bien —dijo Diana de preocupación y me di la vuelta para mirarla.
—Gracias Diana, no pasó a mayores —le contesté con seriedad.
En el momento indeseado, apareció Julieta. Y siempre acertaba a su propósito:
—Miranda, te dije que no te juntaras con esa tipa.
—Esta tipa tiene su nombre —recordó Diana.
—Me da igual. De todos modos eres tú la que causó esto —señaló Julieta con sus brazos en el aire.
— ¡Ya cállate! –grité y todo el público me miraba, incluyendo mi madre y la abuela —Primero me ofendes delante de mi casa, y luego me ordenas que ya no me junte con Diana.
—Pero Mira...
— ¡No!, sólo quiero que te calles y te alejes de mí, maldita perra —la ofendí y Julieta me miró con una lágrima, segundos después dio la vuelta y se fue.
Sentí muchas cosas por lo que hice de mi acto, es como si volviera a disparar a otra persona pero a la vez satisfecha por desahogar mi coraje.
—Miranda ¿Qué te pasó?, ¿Por qué le hablaste así a Julieta? —preguntaba mi mamá a la vez que me agarraba los hombros.
—La verdad... no sé lo que me pasa —contesté tocándome mi cabeza.
—Miranda, es mejor que descanses. Acompáñame a mi casa —sugirió Diana.
—Tu amiga tiene razón —dijo mamá y las obedecí.
Diana caminó y empecé a seguirla. El cielo empezó a chispear y sentí como una gota cayó en mi mejilla. Me limpié y escuché la voz invisible "¿Quieres ser mi amigo?" Con acompañamientos de sonidos tétricos como si fuera esquizofrenia. Miré una vez más la imagen de Julio; las mismas características pero sus ojos... no tenía ojos (o eso recordaba), de huecos muy negros, empezó a sonreír, yo solamente me detuve. Me quedaba sorda, no podía escuchar mí alrededor, apenas llegaban las preocupaciones de Diana a mis oídos. Miraba a Julio con mucho pánico, su sonrisa crecía cada vez más, los labios se separaban para exhibir la dentadura filosa y podrida, sentía como el corazón estaba a punto de explotar y la respiración desgastarse. De repente, Julio empezó a gritar, mis oídos no soportaban el sonido que tuve que agacharme y taparme los oídos, mis gritos los utilizaba como escudo para evitar el sonido y simultáneamente cerraba los ojos. Mi situación duró cinco minutos aunque los que me miraban contaron cinco segundos; pensando que todo terminó, abrí los ojos y demasiado cerca, su rostro con el mío con la misma sonrisa. Me petrifiqué y sentía como la sangre se escapaba en mi nariz, y sin otra explicación me desmayé.
Desperté en una recamara del hospital, acostada en una cama y Diana estaba parada en mi lado derecho dándome la espalda.
— ¿D... Di-a-ana... Diana? — traté de hablar y Diana dio la vuelta para mirarme.
—Miranda. Por fin despiertas.
— ¿Cuánto tiempo estuve desmayada? —pregunté.
— ¿Desmayada?, yo diría inconsciente.
— ¿Perdón? —cuestioné.
—Sí, estuviste inconsciente por un día.
—Oh, no puede ser que fuera... tanto tiempo.
—Sí —contestó Diana y estuvo callada con la mirada perdida como cinco minutos —... Creo que lo de la maldición te está afectando mucho.
—Tal vez tienes razón.
—Y hablando de eso. Fabián murió.
Me impresioné, otra víctima más de la maldición. Pero qué habría hecho Fabián para merecer eso, ¿A caso si ofendió la difunta dignidad de Julio?, tenía que saber más de talles.
— ¿Y cómo murió?
—Según lo que me han dicho. Murió en su casa y dice la policía que fue envenenado.
— ¿Envenenado? —pregunté.
—Sí. Es lo que todos pensamos... o lo que se demostró.
Quería decirle una cosa, pero la enfermera entró al cuarto sólo para decir que la hora de visitas terminó. Diana se despidió de mí antes de retirarse y la enfermera me dijo con una mirada tierna:
"No se preocupe, mañana en la mañana te darán de alta".
Yo no le dije nada, ni unas gracias. La enfermera se retiró, yo solamente miraba el lugar. Estas cosas me vuelven loca cada día.