Desencuentros

Relato 3: "Los Ecos del Pasado"

Ana nunca pensó que volvería a su ciudad natal. Había pasado más de veinte años construyendo una vida en otro lugar, lejos de las calles que la habían visto crecer, lejos de los recuerdos que la atormentaban. Sin embargo, una llamada de su hermana la obligó a regresar. “Mamá está mal”, le dijo con voz temblorosa, “creo que deberías venir”.

El avión aterrizó en una tarde gris, como si el cielo también estuviera envuelto en el pasado. Al caminar por las calles adoquinadas, Ana sintió que todo seguía igual, pero diferente. Las fachadas de las casas coloniales habían envejecido, pero conservaban esa dignidad propia del tiempo, como si las historias de sus habitantes se hubieran impregnado en los muros. Respiró profundo el aire húmedo de la plaza central, tratando de calmar el torbellino de emociones que la invadía.

Allí estaba él, como si el tiempo no hubiera pasado. Ernesto, su primer amor, sentado en un banco bajo la sombra de los naranjos, con la mirada perdida en algún punto lejano. Ana lo había imaginado muchas veces, pero verlo en persona, después de tanto tiempo, fue como revivir una historia que creía enterrada. Él también la vio, y algo en su mirada se encendió brevemente, como un eco lejano de lo que alguna vez fue.

Se saludaron con una torpeza casi dolorosa. Las palabras que intercambiaron fueron triviales: ¿cómo has estado?, ¿qué tal la vida?, preguntas llenas de vacío que ninguno de los dos sabía cómo llenar. Ana intentó buscar en sus ojos al Ernesto que una vez la había mirado con amor, con devoción, pero solo encontró un hombre cansado, marcado por los años. Se sentaron en el banco, en silencio, como dos extraños que comparten una historia que ya no les pertenece.

Siempre pensé que regresarías”, dijo él de repente, rompiendo el silencio.

Ana lo miró, sin saber qué responder. “Y lo hice”, dijo al fin, con una sonrisa amarga. Pero ambos sabían que ya era demasiado tarde. El amor que los había unido alguna vez, ese amor juvenil, lleno de promesas y sueños, se había perdido en el tiempo, como un susurro en el viento. Los años los habían cambiado, y lo que alguna vez fue ya no tenía lugar en sus vidas.

Se despidieron con un abrazo frío, y Ana se alejó sabiendo que, aunque había vuelto, nunca podría recuperar lo que había dejado atrás.




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