Nos vestimos formales para la ocasión, ya que para el pueblo era un acontecimiento importante y todos lucían sus mejores galas. Llegamos tomados de la mano, lo que levantó algunas cejas curiosas. Vi que había hecho varios amigos entre los pobladores, quienes se acercaban a saludarlo como si fuera un viejo conocido. Rosemary y su esposo nos hablaron para que nos sentáramos a su lado, y después de presentarlos, al poco rato, Peter y Graham platicaban como si fueran conocidos de toda la vida.
La obra fue magnifica, y Graham emocionado, declaró que lo que había grabado realzaría aún más el documental. Al llegar a casa, la incomodidad anterior ya se había esfumado. Graham me tomó entre sus brazos y me empezó a besar como nunca antes lo había hecho. Esa noche hicimos el amor de forma más plena y yo empecé a contar los días para que se fuera, esperando que el momento no llegara nunca.
—¿Has pensado en mudarte a otro lado? ¿En viajar? ¿Conocer el mundo? —me interrogó Graham, mientras permanecía recargada en su pecho.
—Hace tiempo si anhelaba eso, pero ahora no. Mi vida está en Vail, no podría vivir en otro lado, aquí están enterrados mis padres, aquí tengo a mis amigos y suficientes recuerdos que no quisiera soltar. Aunque no me negaría a pasar unas buenas vacaciones en un lugar caluroso y de preferencia con playa —le contesté, somnolienta.
—Hay tantos lugares por conocer, tantas maravillas por descubrir, pero entiendo tu resistencia a dejar Vail, aquí se vive muy bien —dijo él, pero ya no agregó más. La esperanza se empezó a instalar a mi corazón, aún a pesar de mi lado racional.
Esa noche soñé que teníamos una vida en común. Por la mañana me desperté nostálgica, pero sus besos borraron cualquier tristeza.
—¿Sabes esquiar? —me preguntó, cuando dejó de besarme.
—Por supuesto, quien no sabe esquiar en Vail —le dije, burlándome un poco de él.
—Entonces acompáñame al resort. Será divertido.
—Hecho, aprovechemos que es mi día libre —le dije, levantándome para ganarle el baño.
—Oye, que tramposa —protestó, pero su sonrisa desmentía su cara de enojo.
Una hora después, abrigados hasta los dientes, emprendimos camino al resort. Lo recibieron como se recibe a un cliente preferencial, lo cual me hizo preguntarme si lo hacían por el documental que estaba realizando o porque él era alguien con mucho dinero. Nunca le había preguntado cosas tan personales. El día pasó rápido, esquiamos mucho, nos divertimos más. Comimos ahí, esta vez sí pude pedir un platillo extravagante, el cual estaba delicioso, pero Graham me aseguró que la comida de Bailys era mucho mejor.
—Esto lo puedes comer en cualquier restaurante y siempre sabrá igual —me dijo, señalando mi filete miñón, pero tu comida tiene ese toque especial que solo tú puedes darle. Preferiría mil veces comer en Bailys que aquí —declaró, sin dar derecho a réplica.
Yo me sentí halagada y feliz. Él podía ser un encanto cuando se lo proponía. Antes de dejar el resort, fue llamado por una de las recepcionistas y le dijo algo que no alcancé a escuchar.
—¿Me permites un momento, Cassy?, necesito tratar un asunto —me dijo, un poco preocupado. No quise ser entrometida y solo le dije que pediría un café y postre mientras él arreglaba lo que tuviera que arreglar.
Media hora después ya estaba de regreso.
—Perdón, es que me pidieron que les mostrara un adelanto del documental, al llegar a casa tendré que trabajar en eso —me dijo, poniéndose un poco serio.
—Por supuesto, mientras tu trabajas aprovecharé para dormir, esto de esquiar tanto es cansado —le contesté.
—Entonces vámonos, me llevará mucho tiempo preparar lo que me están pidiendo —dijo. Se notaba molesto.
—¿Puedo preguntar el motivo de tu enojo? —le interrogué curiosa.
—Si claro, no les pareció que incluyera en el documental a los negocios del pueblo, querían que fuera exclusivamente del resort, les expuse las razones por las que decidí incluir a Vail, pero seguían negándose. Llegué al punto de amenazarlos con no seguir en el trabajo, aunque tuviera que pagar una compensación, y ahí decidieron confiar en mí, solo que pidieron ver lo referente al resort. En realidad, menciono más al pueblo que al resort, pero entiendo que ellos me contrataron, debo dejar satisfecho al cliente.
—Entiendo, ojalá y no tengas más problemas por incluirnos en el documental —le dije, preocupada—, si es necesario pues quítanos del video.
—De ninguna manera, yo trabajo así Cassy, si no me llama la atención o no me apasiona, no lo hago. También les dije eso, hacer un frio documental con propósitos meramente propagandísticos le quita la emoción a todo. Mejor no lo hago, hay miles de periodistas o influencers que podrían hacer ese trabajo. Yo no trabajo así. Me importa el dinero, pero más me importa ofrecer algo diferente a lo que hace el resto.
Me gustó su forma de pensar, que en realidad se parecía a la mía. Mi comida era famosa en todo el pueblo, hubo un momento en que el resort me había ofrecido un puesto en su cocina, con un sueldo exorbitante, pero me negué, por las mismas razones que Graham me estaba exponiendo. Esa noche dormí sola, él se pasó frente a la pantalla de su computadora, trabajando. Por la madrugada, sentí unos brazos que me envolvían y un cuerpo cálido que cubría el mío. Lo recibí gustosa. A la mañana siguiente, cuando desperté ya se había ido al resort.