Eran las doce de la noche cuando una mujer que hace unos minutos encendió el televisor y puso “Canciones para perros” en YouTube, subió el volumen a tope. Arpas,violines, flautas y un piano sonaron tocando las sinfonías más deleitantes que hicieron relajar tanto a la mujer como a su mascota. Tendidas en la cama, intentaron ignorar el sin fin de fuegos artificiales que rugían afuera.
Mientras el cielo se iluminaba con colores y el resto del mundo se felicitaba, ella acariciaba a su can intentando tapar sus orejas; la abrazó a pesar del calor, a la par que relataba cuánto la amaba, susurraba que todo iba a estar bien. Por sus ojitos brillosos, comprendió que pudo apartarla de la tortura, y a pesar del intermitente jadeo, el can comprendía acerca de lo que pasaba afuera.
Al cabo de una hora, el infierno sonoro terminó. Únicamente se escuchaba música de cumbia y cuarteto, entonces la mujer apagó el televisor y pensó que era buen momento para dormir. Su perra estaba tranquila, se acurrucó en sus pies como habitualmente hacía. En la oscuridad del cuarto se vio algo en el cielo que cruzó por la ventana, podía ser un relámpago pero la mujer prefirió creer que era una brillante estrella; a su mente, llegó un deseo.
Lo último que pensó mientras miraba a su perrhija, antes de caer en el profundo sueño, fue “Cómo me gustaría que seas humana, por lo menos un día”.
Al sentir el calor desesperante, la mujer se levanta a prender el aire acondicionado, luego vuelve a acostarse sin más. Sin embargo, hay luz solar entrando por la ventana que no le permite seguir con el descanso. Se recuesta boca abajo y se mueve del lugar donde durmió toda la noche debido al charco de baba que dejó. Rasca su cabeza y se despereza con todo el cuerpo, estirando músculos y tendones ante la falta de ganas de empezar el día.
Es 25 de Diciembre, tiene el día libre, le gustaría aprovecharlo para seguir durmiendo. No obstante, cuando intenta acariciar a su perra en el pie como todos los días, algo la espanta al punto en que se cae de la cama gritando, pues en lugar de sentir pelo, sintió piel.
Una vez en el piso, temblando como si el suelo estuviera por separarse, piensa en sujetar algo para golpear al intruso pero sus pensamientos no son tan rápidos como para llevarlos a cabo. La mujer ve cómo “eso” baja de la cama como un rayo y se acerca a ella, piensa que es el fin, grita «AHHH».
Automáticamente cierra los ojos. Siente una lengua recorrer su cara y piensa que un pervertido está sobre ella manoseándola y aprovechándose de su vulnerabilidad, pero siente que este individuo no pesa tanto, ni la está sujetando. Se siente preparada, y abre los ojos.
Una niña de aproximadamente 8 años, cabello castaño largo hasta la cintura, nariz redonda, ojos rasgados café con párpados caídos y labios en forma de corazón, está desnuda sobre ella. Intenta agarrarla con temor a lastimarla pero sintiéndose perturbada.
—Nena… ¡Para! ¿Quién sos? ¿De dónde saliste?
Preocupada por que su perra, que es soberanamente guardiana, lastime a la pequeña, intenta abrazarla y ponerse sobre ella para que no ocurra una tragedia.
No obstante, no la ve por ningún lado del monoambiente. Grita su nombre pero no aparece.
—¡Esme! —alarga la última letra, nadie aparece— ¡Esmeralda!
Ante el vocablo de la mujer, la niña mueve un poco su cadera de lado a lado mientras coloca sus brazos fijos en su pecho y sus manos a peso muerto; saca la lengua y se queda mirando penetrante como un universo descubierto La mujer ve los ojitos brillosos y cree que está alucinando. «¿Esme?» Pregunta. La niña se mueve exaltada.
Intentando ordenar las ideas, la mujer la suelta y empieza a dar indicaciones.
—¡Chito! ¡Abajo! ¡Quedate quieta! —la niña obedece, se queda panza para arriba mientras la mujer se pone de pie y hace lo de todas las mañanas, preparar el desayuno— Vení, vamos a comer.
Corriendo en cuatro patas pero intentando hacerlo en dos por instinto, la niña la sigue. «Se cumplió el deseo» Piensa la mujer mientras retiene la compostura para no caer en la locura mientras prepara los víveres. Hace café frío para ella, y una chocolatada para Esme, acompañándolo con diferentes cosas de la mesa dulce que sobró del día anterior; turrón, maní con chocolate, garrapiñada y mantecol. Pero antes de consumir su latte frío, la mujer opta por dejarlo e ir directo a la sidra y vino que también sobró. «Necesito más esto» Piensa. Toma un trago de vino con el cual baja el contenido que había en la botella. Se limpia la boca y escucha el ruido de la bolsa del perro, inmediatamente corre la mirada para el rincón, ve a Esme sobre una silla, logró llegar al alimento balanceado que tenía escondido.
—¡No! ¡Esme! —le quita la bolsa y lo que tiene en la boca, Esme nunca fue agresiva con su dueña ni cuando comía, se deja quitar el alimento—. Vení —la guía hasta la silla y le enseña a usarla—, así, ¿ves? Así te sentas y así te paras.
Haciendo caso, Esme lo hace y se queda sentada. Cuando la mujer coloca el desayuno frente a ella, Esme come tranquila pero usando la boca directamente.
—No, Esme. Mirá —le muestra que primero se agarra con la mano, le enseña a tomar del vaso—.
Tranquilamente y sin mayores problemas, desayunan en paz. En el transcurso la mujer piensa, «¿Y sí no salimos en todo el día? Total el deseo era solo un día. Pero también podría aprovechar y salir a hacer todo lo que no podemos hacer juntas porque es un perro… para eso, primero, tengo que conseguirle ropa… la puta madre, justo hoy no hay nada abierto.»