los hombres nos cargaron contra nuestra voluntad y comenzaron a caminar hacia el pasillo, decir que estaba asustada ahora era poco, no sabía que hacía Nicolas en un lugar como este y si salia con vida de esto me tendría que dar una gran explicación— ¡suéltenos! —grité y patalee intentado zafarme pero no lo conseguía.
— mas les vale quedarse quietas si no la quieren pasar peor —dijo uno de ellos tratando de que María dejara de moverse, mi amiga se quedo quieta al escuchar la amenaza. Mi miedo incremento cuando doblamos y entramos al cuarto, cerré los ojos esperando que esto solo fuera un sueño, pero mis esperanzas fueron rotas cuando sentí como el hombre que me traía en su espalda me soltaba, me tiro al piso como si se tratara de un costal de papas y solté un quejido por el duro impacto que recibió mi cuerpo al caer contra el piso.
— aquí están las intrusas —dijo el hombre, los otros dos ubicaron a mis amigas a mi lado y nos agarraron por el cabello obligándonos a ponernos de rodilla, me obligue a levantar la mirada por primera de vez desde que entramos aquí y mi sorpresa fue encontrarme con los ojos oscurecidos de Nicolas mirándome fríamente, como si no se tratara de su hermana menor la que estuviera aquí sometida por unos hombres que posiblemente fueran matones.
—Nicolas...—dije pero fui interrumpida por su voz.
— tengo una reunión muy importante en media hora, átenlas y ténganlas vigiladas mientras vuelvo —dijo con sequedad y se puso de pie junto a otro señor de tercera edad que tenia cara de psicópata y miraba todo con diversión. Los hombres sacaron unas sogas y se dispusieron a amarrarnos, trate de luchar porque no me amarraran pero fue inútil, el hombre tenia mucha mas fuerza que yo.
— Nicolas, para esta locura de una maldita vez —dije pero fue inútil, solo lo vi apretar la mandíbula y dedicarme una ultima mirada antes de salir, no sin antes decir;
— ni se les ocurra tocarla hasta que yo llegue—y sin mas, salio de la habitación. Después de eso perdí la noción del tiempo, llevábamos horas aquí sentada sin ver el aire libre y con las manos y pies atados, ¿en que momento llegamos a esto?
—les dije que seria mala idea —murmuro Lele y maldecí.
[...]
No sabía cuantas horas habían pasado desde que Nicolás se fue con aquel hombre, lo único que sabía es que había sido hace mucho, Lele y María se encontraban dormidas desde hace un rato y las envidiaba por ello, a diferencia de ellas yo no podía darme ese lujo, debía mantenerme despierta por si sucedía cualquier cosa, también estaban esos hombres aquí en la habitación y aunque no nos habían tocado, no me confiaba de ellos. Siento todos mis músculos agarrotados debido al cansancio por estar en la misma posición durante horas, trato como puedo de moverme para mejorar mi posición pero debido a que mis músculos se encuentran débiles y no responden bien, el cuerpo se me va para un lado y caigo de frente al piso, ahogo un gemido y trato de recomponerme pero se me es difícil, con la poca energía que me queda me impulso hacia un lado y logro ponerme boca arriba, de modo que quedo acostada mirando para el techo. Escucho unos pasos acercarse cada vez más y ruego porque este martirio acabe, pronto veo la imponente figura de Nicolás entrar al cuarto con una muda de ropa diferente y su cabello mojado, claro el muy hijo de mi madre seguramente se tomó el tiempo de llegar a la casa como si nada y bañarse, me pregunto que pensaría mi mamá al enterarse de lo que ha estado haciendo, que al parecer son cosas no muy buenas —llévenlas a mi camioneta— demandó en tono seco, los hombres se pusieron de pie inmediatamente y vinieron a por nosotras, Lele y María se levantaron enseguida y murmuraron un par de palabras que no alcance a comprender. Uno de los hombre se acerco a cargarme pero Nicolás se lo impidió —yo me encargo de ella— dijo, el hombre asintió confundido y Nicolás me tomó en sus brazos, salimos por el pasillo y me sentí ansiosa por estar en aire libre de nuevo, el viento golpeo mi cara con brusquedad y mi cuerpo tembló, cuando estuvimos frente a su camioneta vi a Thomas abriendo las puertas, Nicolás me tiró al asiento del copiloto como si de un costal de papas se tratara y luego cerró la puerta con seguro, miré a los asientos de atrás donde mis amigas fueron tiradas de la misma manera y estas se quejaron. Mi hermano se sentó en el asiento del conductor y Thomas en los asientos de atrás al lado de Lele, sin más; el auto arrancó a gran velocidad por la carretera.
— ¿me puedes explicar qué diablos fue todo eso? —le pregunté a Nicolás. Vi como apretó las manos al volante logrando que sus nudillos se tornaran blancos por la fuerza ejercida y su quijada se apretó aun más, a tal punto que pareciese que se le fuese a partir en dos.