Mataderos, Buenos Aires, Argentina
02 de noviembre de 2019
El aire denso de Mataderos, cargado con el inconfundible aroma a asado y el eco lejano del Mercado de Hacienda, nunca había parecido tan asfixiante. Las luces parpadeantes de la calle apenas lograban disipar la oscuridad que envolvía a Camille, una oscuridad que se había instalado en su alma.
—¡Aléjate de mí! —El grito de Camille rasgó la noche, empapado en un dolor que parecía desgarrarla por dentro. Las lágrimas corrían por su rostro, cada gota un amargo reproche.
Rodrigo, su figura imponente envuelta en la penumbra, se acercó con cautela. Sus ojos, antes llenos de una chispa peligrosa y atractiva, ahora reflejaban una desesperación silenciosa.
—Trato de ayudarte con lo poco que puedo —murmuró, extendiendo una mano hacia ella, pero Camille retrocedió como si el contacto pudiera quemarla.
—Ya hiciste suficiente. Lo sabías… ¡Y nunca se te dio por decírmelo! Te odio —Su voz temblaba, una mezcla de furia y desilusión.
Rodrigo, el pelinegro sexy, cuyo carisma solía dominar cualquier espacio, agachó la cabeza, vencido. Las palabras se le ahogaron en la garganta. Ella se irguió, su postura frágil pero firme, para mirarlo a los ojos, si es que la oscuridad le permitía discernir su expresión.
—Nunca, en el resto de tu vida, me vuelvas a hablar, Rodrigo —La sentencia fue un corte limpio, irreversible.
—Pero fue por tu bien, Cami…
La risa que escapó de Camille fue un sonido hueco, desgarrador.
—¿Por mi bien? ¿Sos joda? ¡Al que mataron era mi viejo, pibe!
Un silencio cargado de tensión se instaló entre ellos. Rodrigo cerró los ojos, el remordimiento grabado en cada rasgo de su rostro.
—Perdón —dijo, la voz apenas un susurro que se quebraba—. Posta, perdón. Fue mi culpa, yo…
—Un simple perdón no me va a traer de vuelta a mi papá —interrumpió Camille, la voz llena de un veneno helado—. Te metiste con la mafia equivocada, Rodrigo.
El chico de mirada penetrante intentó un último intento de redención.
—Dejá que te explique todo lo que pasó.
Pero Camille ya no quería explicaciones. Ya no quería nada de él.
—No quiero que me expliques nada. Vos y tu familia se pueden ir bien a la mierda.
La adolescente de cabello castaño con tonos oscuros se dio la vuelta, el dolor transformado en una determinación férrea. Caminó hacia su moto, el rugido del motor prometiendo una huida de ese infierno personal. Ni siquiera le dedicó una última mirada a Rodrigo.
—¡No metas a mi familia en esto, flaca! ¡Tu papá era un maldito con todos! ¡Se merecía que lo caguen matando! —La voz de Rodrigo resonó en la calle desierta, cargada de una ira contenida y el peso de su propia verdad.
Camille, sin inmutarse, se subió a la moto. El escape de la máquina fue un rugido ensordecedor que se tragó la amenaza de Rodrigo, mientras se perdía en la oscuridad de Mataderos, dejando atrás un rastro de promesas rotas y un futuro incierto, donde los secretos y las mentiras eran las únicas certezas. Nada era lo que parecía, y un acontecimiento que apenas comenzaba a desenmascararse, estaba a punto de enfrentar a Rodrigo Ferraioli con la única mujer que podía derrocarlo y echar abajo todo su imperio: Camille García, la única con el poder para destruirlo.