Deseo prohibido

6

Llegar a la casa de Raquel fue toda una odisea para el grupo. El ambiente en el auto de Juan, un Chevy que traqueteaba con una familiaridad reconfortante, se había llenado de risas y anécdotas. Se deleitaron con las historias de Camille, que fluían con la naturalidad de un arroyo, y alguna que otra de Rodrigo, aunque él parecía mucho más reservado que ella y sus amigos. Era como si una pared invisible lo rodeara, manteniendo a raya las intromisiones. A los chicos no les importó mucho no saber sobre las cosas cotidianas de sus nuevos amigos, pero suponían que, en algún momento, aquella brecha que habían puesto entre el pasado y el presente se recompondría, que el misterio se disiparía con el tiempo.

Ser amigo de alguien cuando tu propia familia era una de las cúpulas de la mafia era una complicación existencial. No podían hablar sobre el tema, ni siquiera un susurro, o la vida de sus supuestos amigos podría acabar en un instante. Nacer en una de esas familias era sinónimo de soledad, una sentencia de aislamiento. Aunque deseaban cambiar eso, romper las cadenas de la herencia, no era posible. De esto se trataba la mafia: era hereditaria, una maldición que se transmitía de generación en generación. No había forma de salir de allí, al menos, no vivo. Las sombras del pasado se cernían sobre ellos, invisibles para los demás, pero palpables para aquellos que vivían bajo su yugo.

En la cabeza de Camille, imágenes fugaces del pasado llegaban como destellos dolorosos, punzadas que la desconectaban del presente. El dolor era tan intenso que por momentos no sabía lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Por supuesto, a Rodrigo también le estaba sucediendo algo similar, un torbellino de recuerdos y presiones, pero solo podía recordar dos palabras que su padre le había dicho hace mucho tiempo, un ancla en su caos: "Respirá profundo". Esas dos simples palabras lo eran todo para él; siempre que podía, se las repetía y seguía la instrucción. Se mantuvo en silencio por unos minutos, el zumbido de la radio llenando el vacío, hasta que sintió la necesidad de cantar una estrofa de la canción que sonaba. Se sintió bien con el sonido de su propia voz, una liberación, hasta que Camille, con un comentario inesperado, le dijo que su voz era como la de un gato al que estaban matando. Esa información, un golpe bajo, hizo que Rodrigo dejara de cantar, la alegría esfumándose de su rostro. Pero los demás, con una camaradería sincera, le pidieron que siguiera cantando y que no le hiciera caso a lo que Camille le había dicho. Le comentaron sobre el típico discurso "para gustos se hicieron los colores", pero la chispa se había apagado. A él no le gustó la idea de que a la chica que le agradaba no le gustara cómo cantaba. Le recordó a su madre, a una época lejana cuando aún vivía y le decía que su voz era como la de un pajarraco agonizante. Desde ese día, no había vuelto a cantar hasta ahora, en la comodidad del auto, una barrera que se había vuelto a levantar.

Camille, como para demostrar su punto, comenzó a cantar, su voz un intento vacilante de entonar la melodía. Rodrigo, con un movimiento rápido y divertido, le llevó la mano sobre la boca y la calló con una risa. Era evidente que la persona que no cantaba bien, en realidad, era ella. Él dejó que Cam siguiera cantando felizmente en su mente, no dijo nada, solo sonrió y la dejó expresarse del modo que ella quisiera, una muestra de tolerancia y afecto. No obstante, en su propia cabeza, ella supo que no cantaba nada bien y decidió no seguir, pero le hizo una seña a él para que continuara. En ese instante, él retomó la canción, su voz, esta vez sin inhibiciones, fluyó con naturalidad. Al terminar, le dedicó una sonrisa amplia, una sonrisa de complicidad que disipó cualquier incomodidad.

Después del excelente "recital en vivo", como lo llamaron entre risas, todo cambió repentinamente. El auto se detuvo, y la magia del momento se rompió. Era tiempo de salir y hacer lo correcto que, en este caso, era acostarse a dormir y descansar plácidamente hasta el día siguiente. Al menos, eso era lo que Camille deseaba desde hacía, al menos, tres horas atrás. Nunca se había sentido tan agotada, cada músculo de su cuerpo clamaba por descanso. Solo pensaba en cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño, un abismo de inconsciencia. ¿Qué era eso? ¿Por qué se sentía tan cansada como para dormir más de cuarenta horas seguidas? ¿Era posible dormir tanto y sin despertar? La idea de ella era averiguarlo esa noche, hundirse en el sueño y no salir.

—¡Llegamos! —canturreó Juan, sacando la música de la radio, el silencio regresando al auto.

Camille fue la primera en bajar, sus pies tocando el asfalto mojado de la calle. Después, Rodrigo se acercó a ella, sus pasos firmes, y se pusieron a hablar. Él le preguntó si iba a su casa o se quedaba con Raquel, a lo que ella respondió, con un suspiro de alivio, que se quedaba con Raquel. Rodrigo se sorprendió, pero sonrió, una sonrisa genuina que la desarmó, y luego dijo que también se quedaba. Después de los momentos incómodos que habían pasado en el auto, ninguno de los dos quería verse a la cara en la intimidad de sus hogares, pero el destino parecía tener una mejor idea: acercarlos, tejiendo un hilo invisible entre ellos.

Esperaron a que bajaran los demás del auto. Juan, el último en descender, se acercó a ellos con una sonrisa cómplice sobre sus labios. Ambos se dieron cuenta de que él iba a decirles algo relacionado con lo sucedido anteriormente, con la cercanía forzada en el auto.

—Los vi picarones —murmuró, riéndose entre dientes, y se dirigió a la puerta de la casa, dejándolos atrás con una punzada de vergüenza.

Camille se quedó esperando a su amiga bajo el techo de la entrada, para no mojarse con la lluvia que caía con persistencia. El frío comenzó a quemarle los huesos, una sensación que la hacía temblar.

Camilo y Florencia se despidieron de los chicos con un saludo rápido y se fueron, sus pasos resonando en la calle mojada, al igual que los otros, cada uno volviendo a su propio mundo.



#214 en Detective
#179 en Novela negra
#905 en Otros
#155 en Acción

En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 30.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.