Deseo prohibido

12

Camille se sintió tan intimidada que solo pudo sonreír y observar a su alrededor. Simplemente ella esperaba que su compañero hubiera llamado a una Camille que estaba por ahí y que no era ella; sin embargo, supo bien que se trató de ella.

Se dio la vuelta para mirarlo y notó como él se acercó a ella con seguridad, ni siquiera le prestó atención al acompañante de Camille, solo sonrió y miró a su compañera.

—¿Te avisó Lucía de la juntada? —Fue lo único que salió de los labios de él.

Ella solo asintió.

—¿Vas a venir?

La mirada de ella se posó en Emiliano que estaba con tremenda cara de pocos amigos, mirando a Rodrigo.

—No sé, ¿es acá?

—No, acá vive mi abuela, la vine a visitar un poco. Tipo ocho, por ahí, voy para mi casa, así nos juntamos todos —explicó él.

Ella sonrió ante la explicación, ahora comprendió lo que Rodrigo estaba haciendo en este edificio. Igual, le resultó raro, pero prefirió no decir nada al respecto y responder sobre la invitación a la juntada.

—Bueno, después me fijo si voy con Lucía —dijo ella conteniendo la sonrisa que comenzaba a crecer sobre sus labios—. Igual, creo que iré, pero no estoy muy segura.

Rodrigo no estaba muy contento con la respuesta de ella, pero solo asintió y pensó que si hablaba un poquito más quizás podría lograr un pequeño avance mejor.

Él sonrió leve.

—Dale. Tal vez nos vemos y podemos hablar mejor de cosas que no tuvimos la oportunidad de hablar, ¿no te parece? Pero, bueno, te lo dejo a tu criterio. —Se dio la vuelta sobre sus talones y empezó a caminar—. Nos vemos —dijo alzando su mano, saludando.

En el instante, en el que Camille entró al departamento de Emiliano no pudo evitar sonreír y, más aún, al ver a los chicos. Aquella sonrisa creció hasta desaparecer, pero volvió para quedarse allí, sobre esos labios dulces y rosados de Camille. Ni siquiera le importó ver el departamento, no le prestó atención, ya que su punto focal eran sus amigos. Él que más se hizo querer fue Harry.

Harry tenía veintitrés años y toda una vida por delante, siempre se mantenía sonriendo, firme y con un traje: su único traje, el cual solo lo usaba para fechas importantes. Y Camille al ver que él lo estaba llevando, se ilusionó al segundo. Los ojos de Harry eran de un color casi indefinible, ya que cambiaban con el tiempo, podrían ser de color gris, verde o celeste y hacían un contraste hermoso con su color de piel oliva.

Ella lo vio, él se paró como para saludarla y Camille fue corriendo para abrazarlo, a lo que él no dudó y le devolvió el abrazo; sin embargo, después le dio un beso en la mejilla y ella respondió del mismo modo.

—Tanto tiempo, hermosa —comentó Harry, mirándola con una sonrisa tierna.

—Te extrañé —admitió ella con voz de nena chiquita.

Después, saludó a los chicos y se pusieron a hablar sobre cosas de la vida. Estuvieron una hora hablando sobre la universidad y todo lo que había hecho ella a lo largo de los años, lo que a ella le llamó la atención fue que ellos seguían en lo mismo, pero que ahora habían decidido tratar de asentar sus vidas.

Los chicos empezaron a traer comida (papas fritas, sándwich y palitos) y, por supuesto, no olvidaron de traer a la mesa bebidas. Todo lo que habían llevado de comida era salado, así que tuvieron que traer más que solo una botella.

Todo iba bien hasta que Emiliano sintió que era tiempo de hacer la pregunta, ya que no podía resistir las ganas de saber lo que ese tipo quería con ella. Él se sentía como el hermano de Camille, así que era su deber protegerla y, por alguna razón, a él no le agradó en lo absoluto el chico del elevador.

—¿Quién era el pibe ese?

Camille creyó que él se había olvidado de Rodrigo, pero le quedó en claro que no era así. Solo sonrió tratando de mantener la conversación anterior, pero se dio cuenta de que debía responderle a su amigo, así que lo hizo de la siguiente manera:

—Nadie, un conocido de la universidad. —Tomó un trago de gaseosa.

—¿Es el hijo de Daniel Ferraioli?

El mundo de Camille cayó a sus pies, se comenzó a atorar con la bebida y Harrison le empezó a hacer palmadas en la espalda hasta que se le pasó. Por otro lado, estaba Emiliano que la miraba serio y sabiendo que ella le estaba ocultando algo.

—No sé quién es Daniel Ferraioli —murmuró ella en respuesta, mientras seguía tosiendo.

—El que lo robó a tu papá Buenos Aires, mejor dicho, Argentina. Ese también tiene mafia.

—Ahhh, ni enterada —respondió apenas se le pasó la tos.

—Parece que te tiene ganas ¿o no? Te invita a su casa... ¿viste con los ojitos que te mira? —cuestionó Emiliano en tono burlón—. Ya sé —comentó y se paró para agarrar su celular mientras una enorme sonrisa creció en sus labios—. Vamos a decirle a tu papá que encontramos al hijo.

Ella tragó saliva abruptamente.

—¿Qué onda Jefe...? Sí, está conmigo... escúchame, te tengo noticias... sabemo' quién e' el hijo de Ferraioli. Camille lo conoce... sí, pero no sabía su apellido... dale, ya voy para allá, señor. —Cortó y luego la miró a ella—. Bueno, Cam, ponete la campera que vamos a tu casa, ustedes también vienen. —Los miró a los tres chicos.

Se levantaron del sillón y se fueron del departamento. Subieron al auto y Emi arrancó para la casa de ella; llegaron y ahí estaban los papás de Lucía, Raquel y el de Camille.

Leonardo, el padre de Lucía, saludó a todos.

—Tanto tiempo, chicos. —Se fueron al living—. ¿Cómo se llama el chico, Camille?

—Su nombre es Rodrigo.

—¿Sabes dónde es su casa? —preguntó el papá de ella.

—No.

La voz Esteban (papá de Raquel) resonó por la habitación en el momento que recordó algo.

—Raquel me dijo que hoy iba a una juntada para hacer tarea con sus compañeros, él es su compañero ¿o no?

—Sí... pero… —Emiliano no la dejó terminar.

—Estaban ¿tu hija sabe la dirección? —Alzó ambas cejas Emi.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 26.05.2022

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