Cuatro horas antes
Rodrigo ingresó a la oficina de su padre con la frente en alto y sonrió, dejó el arma en el escritorio y lo miró directo a los ojos.
—Ya lo maté —anunció él con frialdad—. Pero no puedo sacarle los ojos ni nada de eso.
El Señor asintió sin decir palabra, pero se dio cuenta de que todo se había salido de control. Empezó a toser sin poder parar hasta que su hijo le sirvió una copa con Bourbon y se lo bebió en tan solo segundos. Observó a su alrededor notando a los invitados y luego alzó ambas manos en el aire.
—Estoy muriendo —les explicó—. Ya no tengo tiempo para lograr lo que deseo, así que todo recae en los hombros de mi hijo —comentó lleno de seguridad y miró a su hijo—. Es momento de que seas el nuevo jefe.
—¿Cómo que estás muriendo, papá? Yo no puedo ser… —El Señor no lo dejó continuar.
—Sí, me estoy muriendo, pero sé que García será el que me mate.
—¿Y si García no te hace nada?
—Entonces, moriré por mi propia mano. Yo jalaré el gatillo que me brindará mi fin.
Los hombres se pusieron a murmurar, ya que no podían creer lo que estaban escuchando. Ahora el nuevo jefe sería Rodrigo y nadie estaba muy contento con aquella noticia. Él era nuevo en todo esto, mientras que su padre era uno de los mejores mafiosos de Argentina.
—¿Por qué te matarás? ¿Vos estás loco? ¿Te faltan tornillos en el cerebro? —Cuestionó Rodrigo, tratando de no perder la cabeza por la noticia.
—Si no me mata García, me mataré yo. No quiero una muerte agonizante ni dolorosa como se supone que me espera —le explicó lo más frío y seco que pudo—. No voy a sufrir. Proclamo a Rodrigo Ferraioli el nuevo jefe de la mafia.
En la actualidad
Para Camille, ya era tiempo de irse a la casa y no solo por su malestar nocturno. Ella sabía que este era el momento perfecto para llamar a su papá y dejar que el tiempo haga lo suyo, ya no había vuelta atrás, pero saber que Rodrigo le había dicho que su padre estaba de viaje no le había gustado nada en lo absoluto a ella.
Saliendo de la casa de él, le envió un mensaje a su papá, pero no le llegaban, entonces llamó a Emiliano.
—Número equivocado. —Atendió él.
Camille no pudo evitar soltar una carcajada por lo que estaba ocurriendo.
—Soy Cam —respondió ella.
Hubo un momento de silencio, pero luego la voz de Emiliano se volvió a escuchar.
—Ahhh, Cami, ¿qué pasó? —Él se preocupó.
—Le avisas a mi papá que me quedo en la casa de Rodrigo, es que no le llegan los mensajes que le estoy enviando hace horas.
—¿Ya te vas a quedar en la casa de él?, parece que funcionó el plan —dijo entre risitas.
—Ni hice el plan todavía.
Ella se preocupó por lo que estaba sucediendo, pero decidió no decir nada al respecto. Sin embargo, la idea de Emiliano era muy diferente a la de ella.
—Por eso mismo te vas a quedar en la casa de él, ¿no? Para hacer el plan.
Esa, sin duda, no era lo que ella planeaba, pero debía acoplarse a lo que su padre deseaba. ¿La razón? Ella creía que esta era la mejor idea que había surgido en la cabeza de sus familiares y amigos.
—Sí.
Había algo de miedo en Emiliano, pero ella intentó persuadirlo de la mejor manera. ¿Cuál era esa? Cambiar el tema de conversación después de la próxima palabra que él digiera.
—Está bien. ¿Y el colegio?
Esa era la señal para cambiar el tema, solo sonrió y luego respondió.
—Mañana voy temprano a casa, tranquilo. —Suspiró—. ¿Y vos qué estás haciendo?
—¿A qué hora te paso a buscar mañana? —preguntó él, volviendo a sonar preocupado—. Yo nada, estoy aburrido mirando la tele con los pibes.
El silencio volvió a aparecer en la escena, pero solo por unos minutos, los suficientes como para no llamar la atención.
—Seguramente me vaya con Rodrigo, No sé después te aviso.
—Bueno, cualquier cosa llámame, cuídate.
—Dale, chau.
Ella odiaba hacer llamadas en casas ajenas, ya que no sabía cómo iban a reaccionar las personas que vivían allí. En este caso, se sintió un poco vergonzosa, pero no lo suficiente.
Cuando volvió a ingresar a la casa, se dio cuenta de que Rodrigo no estaba por ningún lado y eso la preocupó por completo. Ella necesitaba verlo para saber que todo estaba bien, pero ¿en dónde rayos se había metido él?
—¿Rodrigo? —Se atrevió a preguntar.
—¡En la cocina! —gritó él desde su lugar.
¿Dónde era la cocina? Se preguntó ella buscándola con la mirada, pero sin tener buenos resultados.
—¡Te espero en el living!
Los minutos pasaban y ella se aburría mirando los cuadros de él pequeño junto a sus padres y a su ¿hermano? ¿Rodrigo tenía un hermano? Ella se sorprendió al verse preguntándose aquello, pero decidió dejar de lado sus preguntas y volvió a sentarse en el sofá.
Después de un par de minutos, apareció él en el comedor.
—Me dejaron quedarme, pero nos tenemos que levantar temprano para ir a buscar mi uniforme.
—Uh, qué mala onda, pero, bueno, está bien.
—¿Que tenés planeado hacer hasta que me de sueño? —intervino ella con una sonrisa amplia sobre sus labios.
—Vamos arriba a ver pelis, vení. —La agarró de la mano para comenzar a caminar rumbo a la habitación de él—. No tenés miedo, ¿verdad?
Subieron las escaleras hasta el cuarto que ella supuso que era de él. Quizás estaba equivocada, pero no quiso hacer preguntas, solo observó con una pequeña sonrisa notando que el lugar era bastante deprimente para un joven de su edad, pero ella sonrió para calmar los nervios que poseía.