Deseo prohibido

19

Camille pensó en algo para decirle a Emiliano, pero supo que lo mejor era decirle la verdad. Con él tenía confianza suficiente como para hablar de cualquier cosa. Ambos sabían cosas del otro que otras personas no tenían idea, siempre que podían hablaban de todo, pero se habían distanciado un poco últimamente. Sin embargo, todo había cambiado y se empezaron a sentir mejor otra vez.

Ellos se sentían bien hablando de todo un poco, pero cuando se trataba del corazón, ambos ponían paredes entre ellos. Era por eso que Camille siempre intentaba hablar de otros temas, pero Emiliano era diferente, a él no le importaba hablar de eso y otras mujeres. A pesar de eso, él todavía sentía algo por ella.

Hace unos días, él le preguntó a ella si podían regresar y ver qué tal les iba, ya que ahora ellos eran más grandes y quizás esa relación crecía con ellos para mejor; no obstante, la respuesta que ella le había dado fue un rotundo no. A pesar de eso, él trataba de insinuarse y ella lo aceptaba.

Una noche, a las doce, él fue a buscarla a su habitación para dormir junto a ella. La necesitaba cerca y no importaba qué tan distante podría estar, sabía que siempre tendría un lugar para él. Ambos sabían que así era aquella amistad.

Camille escuchó la pregunta de él y volvió a sonreír.

—Ahhhh, sí, pero ya Rodrigo me invitó a otro lado —respondió con sinceridad.

A él no le agradó mucho lo que salió de los labios de ella. De inmediato, creyó que ya no habría lugar para él cerca de ella. Emiliano supo que Rodrigo había ocupado su lugar.

—¿Te estás enamorando o me parece a mí?

—Te parece a vos, sabés que es todo parte del plan —le recordó ella—. Yo no sirvo para el amor y lo sabés bien. Ni siquiera lo nuestro funcionó, Emi.

—Ajá, sí… el plan —aseguró él—. Lo nuestro no funcionó porque éramos niños, Cam. Tal vez, ahora… —Él le dio el pie para seguir con esa conversación, pero ella lo rechazó.

Camille lo miró y se mordió el labio negando. Sintió que el auto se detenía, ya que habían llegado a la casa y bajaron del auto. Casi corriendo, ella entró al comedor, donde se encontraba su padre y le dio la nota para después subir rápido a su pieza y, a los minutos, escuchó a su papá gritar su nombre, enojado, entrando a su pieza.

La mirada de Camille estaba sobre su celular y luego miró a Emiliano. Él se puso de pie y saludó a García para luego decir:

—Creo que yo me iré…

Al terminar de decir eso, él salió de la habitación de Camille y se fue a la planta baja.

—¡¿Vos estás mal de la cabeza o qué?! —gritó el padre.

Ella soltó una carcajada y se dio la vuelta para seguir viendo videos en Tik Tok.

—¡¿Cómo vas a tener sexo adentro de la universidad?!

Camille se dio la vuelta para verlo a los ojos.

—¿Sexo? Ulala señor francés.

—No te estoy jodiendo, Camille, te estoy hablando. No te hagas la tonta —chilló y le revoleó con un almohadón en la cara.

Ella se mordió el labio inferior para aguantar la risa, amaba hacerlo enojar.

Se encogió de hombros y luego hizo una mueca con sus labios.

—No me resistí. Si el pibe es hermoso, ¿qué querías que haga? Tengo que seguir con tu plan y qué mejor para eso que acostarme con él. Estar con él es fácil y hasta puede ayudar con el plan, ya sabés, papá. Yo sigo las reglas del juego —le explicó ella con una sonrisa.

García la interrumpió sin ganas de seguir escuchando las excusas que ella le ponía.

—No quiero escuchar más. —Agarró una lapicera del escritorio y firmó la nota—. La próxima encontrá un modo mejor de seguir con el plan. Y tener sexo en la universidad, sin duda, no es una opción.

Ella soltó una carcajada.

—Voy a seguir tu consejo, la próxima lo traigo acá —murmuró a propósito.

—Esta vas a traer, nena —advirtió él—. Ese inmundo no va a entrar a esta casa.

Camille trató de recordar lo que tenía que hacer, así que supo lo que estaba olvidando.

—Tomá —le pasó la nota que les dictó el profesor por el viaje.

Su papá la leyó con detenimiento y luego empezó a llenar los otros papeles para autorizarla ir a la costa, después se lo devolvió y salió de la pieza.

A ella le llegó un mensaje de Rodrigo que decía lo siguiente: "Y al final ¿podés?". Le puso que sí y él le respondió que a las doce cuarenta la pasaba a buscar, entonces, ella se fijó la hora y eran las once cincuenta, así que se levantó y se sacó la ropa que tenía para ponerse más cómoda. Se puso un vestido negro de mangas largas y un corte recto hasta los tobillos, después, se colocó los zapatos y agarró un abrigo del mismo color.

Supo que era hora de ir a hablar con su padre, tenía que decirle lo que iba a suceder.

—¿Vamos al departamento? Están las chicas allá —informó Emiliano con una sonrisa.

Ella se fijó la hora y eran las doce de la noche.

Asintió y fueron para allá. No tardaron mucho en llegar y se pusieron a hablar mientras Valeria le contaba su vida amorosa. Le avisó a Rodrigo que la vaya a buscar al edificio, donde también vivía su abuela y le respondió con un "Bueno". Después, ella bloqueó el celu y escuchó que Emiliano hablaba:

—No me dijiste quién era el pibe de hoy. —La miró con seriedad después de haber bebido un trago de tequila—. ¿Es un nuevo reemplazo?

Ella odiaba que él le hable de ese modo. Era como si no hubiera superado la ruptura y eso a ella no le gustaba en lo absoluto, pero muy en el fondo, ella tampoco lo había superado del todo.

—Se llama Manuel, es nuevo en la universidad.

—¿Hay onda o qué?

Ella negó más de una vez.

—Creo que quiere pegar amistad conmigo, pero no creo que seamos amigos.

—¿Por qué? —cuestionó Valeria.

—A Rodrigo no le cae bien...

—Perfecto —gruñó Emiliano, parándose rápido.

—¿Perfecto?

—Sí, podés usar a Manuel para darle celos a Rodrigo.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 26.05.2022

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