Deseo prohibido

19

Camille, con el peso de las revelaciones y la urgencia de los acontecimientos, sopesó sus opciones. Pensó en una evasiva, una mentira piadosa para Emiliano, pero descartó la idea casi al instante. Con él, la confianza era un puente sólido e inquebrantable, construido con los años y las experiencias compartidas. Ambos custodiaban secretos del otro, verdades íntimas que nadie más conocía. Habían sido confidentes incondicionales, sus conversaciones fluyendo sin esfuerzo, aunque últimamente una sutil distancia se había instalado entre ellos. Sin embargo, algo había cambiado, una corriente subterránea de comprensión que los unía de nuevo, haciéndolos sentir cómodos en la familiaridad de su vínculo.

Se sentían bien al hablar de casi todo, pero cuando la conversación viraba hacia los intrincados laberintos del corazón, ambos levantaban muros invisibles, protectores e infranqueables. Por eso, Camille siempre desviaba el tema hacia territorios más seguros, menos personales. Emiliano, sin embargo, era diferente; a él no le importaba adentrarse en esas profundidades, ni hablar de otras mujeres, ni de sus propios sentimientos. A pesar de su aparente apertura, una chispa persistente, una llama silenciosa de afecto, aún ardía en su interior por Camille.

Hacía apenas unos días, Emiliano le había propuesto un regreso, una oportunidad para reavivar lo que una vez fue, sugiriendo que, ahora que eran adultos, su relación podría madurar y crecer. La respuesta de Camille, sin embargo, había sido un rotundo y amable "no". A pesar de eso, él persistía en sus insinuaciones, y ella, de algún modo, las aceptaba. La línea entre la amistad y algo más permanecía deliciosamente borrosa. Incluso, una noche, rozando la medianoche, él había ido a buscarla a su habitación, un impulso casi inconsciente de dormir junto a ella. La necesitaba cerca, y aunque las distancias a veces se impusieran, ambos sabían que Camille siempre tendría un lugar inexpugnable en su corazón, una certeza que definía su compleja amistad.

Camille escuchó la pregunta de Emiliano sobre Rodrigo, y una sonrisa genuina se dibujó en sus labios.

—Ahhhh, sí, pero ya Rodrigo me invitó a otro lado —respondió con una sinceridad que resonó en el aire, desprovista de cualquier matiz oculto.

Las palabras de Camille cayeron sobre Emiliano como una ducha fría. Una sombra cruzó su rostro, y el brillo de la expectación en sus ojos se apagó. De inmediato, una punzada de desaliento lo invadió. Creyó que ya no habría espacio para él cerca de ella, que la posibilidad de reconquistar su lugar se desvanecía. En un instante, la amarga certeza se instaló en su mente: Rodrigo había ocupado su lugar, y con ello, un eco de celos inconfesables se agitó en su interior.

—¿Te estás enamorando o me parece a mí? —soltó Emiliano, la pregunta flotando en el aire como una acusación velada.

—Te parece a vos, sabés que es todo parte del plan —le recordó ella, la voz firme, casi cortante, intentando disipar cualquier idea romántica—. Yo no sirvo para el amor y lo sabés bien. Ni siquiera lo nuestro funcionó, Emi.

—Ajá, sí... el plan —aseguró él, con un tono escéptico que no le pasó desapercibido—. Lo nuestro no funcionó porque éramos niños, Cam. Tal vez, ahora... —Él le tendió la mano, invitándola a seguir esa conversación delicada, pero ella, con una voluntad férrea, rechazó la invitación.

Camille lo miró, y se mordió el labio inferior, un gesto que denotaba su conflicto interno, mientras negaba con la cabeza. Sintió que el auto se detenía, el suave freno anunciando su llegada a casa. Apenas el vehículo se detuvo, casi corriendo, ella se lanzó hacia el comedor, donde su padre la esperaba. Le entregó la nota con una rapidez inusual y, sin perder un segundo, subió velozmente las escaleras hacia su habitación. A los pocos minutos, el silencio de la casa se rompió con un grito furioso de su padre, que resonó por el pasillo antes de que irrumpiera en su pieza, la puerta abriéndose con violencia.

La mirada de Camille, imperturbable, estaba fija en la pantalla de su celular, sus dedos deslizándose casualmente. Luego, levantó la vista y la dirigió hacia Emiliano. Él, comprendiendo la situación, se puso de pie con una lentitud casi ceremonial, saludó a García con un movimiento de cabeza y dijo, su voz resonando con una mezcla de respeto y despedida:

—Creo que yo me iré...

Al terminar de decir eso, se retiró de la habitación de Camille, dejando tras de sí una atmósfera cargada, y descendió a la planta baja, donde el murmullo de la casa lo acogió.

—¡¿Vos estás mal de la cabeza o qué?! —la voz de su padre retumbó, llena de exasperación.

Ella soltó una carcajada, un sonido ligero y desafiante, y se dio la vuelta, retomando la vista de sus videos en TikTok como si nada.

—¡¿Cómo vas a tener sexo adentro de la universidad?! —la acusación de su padre la envolvió con una intensidad inesperada.

Camille se dio la vuelta para mirarlo a los ojos, una chispa de diversión en su mirada.

—¿Sexo? Ulala señor francés. —La ironía en su voz era palpable.

—No te estoy jodiendo, Camille, te estoy hablando. No te hagas la tonta —chilló García, y, con un movimiento rápido, le revolvió un almohadón en la cara, intentando romper su fachada de indiferencia.

Ella se mordió el labio inferior, una sonrisa amenazando con escapar, amaba hacerlo enojar, llevarlo al límite de su paciencia.

Se encogió de hombros, un gesto de despreocupación, y luego hizo una mueca con sus labios, un indicio de su rebeldía.

—No me resistí. Si el pibe es hermoso, ¿qué querías que haga? Tengo que seguir con tu plan y qué mejor para eso que acostarme con él. Estar con él es fácil y hasta puede ayudar con el plan, ya sabés, papá. Yo sigo las reglas del juego —le explicó ella con una sonrisa astuta, sus palabras envenenadas con una doble intención que solo ellos dos entendían.

García la interrumpió abruptamente, sin ganas de seguir escuchando las excusas que ella tejía con tanta facilidad.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 30.05.2025

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