Deseo prohibido

22

El ruido de la sala los sorprendió a tal modo de que saltaron de la cama en cuanto lo escucharon. Se miraron a los ojos como diciendo: ¿Qué demonios es eso? Sin embargo, ninguno de los dos tenía una respuesta para eso.

Ambos le dieron las gracias al ruido que los pudo despertar, pero la serie seguía allí. Ellos ni siquiera sabían de lo que trataba, ya que en el primer capítulo se quedaron completamente dormidos.

—Quédate acá —ordenó Rodrigo.

A ella le recordó cuando él le había ordenado que no abriera los ojos en el tiroteo, pero le resultó difícil y ahora estaba sucediendo exactamente lo mismo. Lo único diferente era que no había tiros ni muertes.

Ella asintió, pero era obvio que no se iba a quedar ahí. Cuando él salió corriendo con rapidez, ella se quedó a esperar unos segundos, pero después de que escuchó que él bajaba las escaleras, entonces, decidió agarrar una varita de Harry Potter que él tenía en la repisa. Ella pensaba que quizás era alguien que les quería robar, entonces, con la varita iba a golpear al ladrón hasta dejarlo inconsciente.

Cuando él bajó se encontró a su papá con... ¿su prima? Su prima era una de las "mejores" de la mafia de los Ferraioli. ¿Cómo era su prima? Una joven de veintiún años, pelirroja, delgada con ojos color esmeralda.

Ella era su competencia, él tenía que ser el mejor, tenía que superarla de todos los modos posibles, desde chiquitos vivían compitiendo y eso no iba a cambiar de la noche en la mañana.

—Uhhh, hijo, ¿te desperté? —cuestionó Daniel.

Rodrigo ni siquiera se percató de la presencia de su prima. No le importaba en lo absoluto lo que esa mujer estaba haciendo en su casa.

—Sí, ¿qué haces? —preguntó él, ignorando por completo a su prima.

No quería hablar con ella, así que la mejor idea que se le ocurrió era ignorar. Siempre que se veían hacía eso, sino también discutían sin cesar, así que la mejor opción, en este caso, fue ignorar por completo a la persona.

—Corriendo los sillones nuevos que compré —respondió su papá.

A su hijo le sorprendió escuchar eso, ya que era muy tarde para hacer ese tipo de cosas.

—No estoy pintada pedazo de, ñoño —chilló Micaela, su prima.

A Rodrigo escuchar eso de parte de Micaela no le gustó en lo absoluto. No le pareció apropiado aquel comentario, pero al parecer ella había elegido la otra opción: Pelear.

—¿Qué me dijiste? —le preguntó a su prima.

—Ño... —Ella no pudo terminar con sus palabras, ya que su padre la interrumpió.

Su padre sabía del acuerdo que ellos dos tenían, entonces, decidió interrumpir la discusión que iba a comenzar. No había tiempo para que eso suceda, lo importante era detener el desastre.

—Micaela y Rodrigo no empiecen. Mica, andá a buscar tus cosas.

Ella lo miró mal y se fue afuera, él dejó de mirarla y su vista va a la escalera a donde se encontró con la mirada de Camille con la varita de Harry Potter en la mano, mirándolo confundida. Entonces, él se acercó a ella con cuidado.

—¿Qué haces con esto? —cuestionó él, riéndose y le sacó de la mano la varita.

Comenzaron a caminar de regreso a la habitación, al entrar, él dejó la varita en el lugar que estaba antes de que ella la sacara.

—¿Quién era? —le preguntó Camille con respecto a Micaela.

Rodrigo sintió nervios ante aquella pregunta, pero decidió responder con sinceridad.

—Mi papá corriendo muebles —le dijo él.

Ella rodó los ojos ante la respuesta, ya que no esperaba escuchar eso, sino quién era la chica.

—Hablaba de la chica.

—¿Micaela? Es mi prima.

Ella se preguntó si eso era cierto, al principio, pensó que lo mejor era no hacerle caso a él. Después, se dio cuenta de que Rodrigo no tenía razón para mentirle, entonces, decidió creer.

—Ah, creo que ya me tengo que ir —dijo ella con entusiasmo—. Nos vemos.

Rodrigo comenzó a creer que Micaela había arruinado algo bonito entre él y Camille. Rodó los ojos maldiciendo en sus adentros a la pelirroja.

—Te acompaño —se ofreció él.

—No, no. Será mejor que sea así.

—¿Segura? Mirá que ya es un poco tarde y todo puede pasar por las calles de Argentina.

Ella no pudo evitar soltar una carcajada, pero sabía que nadie le haría daño, ya que casi todos los habitantes sabían a la perfección quién era ella y a qué familia pertenecía. Solo una persona bruta y sin escrúpulos podría hacerle algo.

—Llamo para que me vengan a buscar, tranqui —le explicó ella, ya que pudo imaginar un montón de situaciones que se le presentaran en la calle—. No hay problema.

—Bueno... Te acompaño a la calle.

Él no quería dejarla ir tan fácilmente. Al final, Rodrigo no pudo hacer nada de todo lo que había planeado en su mente. No pudo disfrutar como lo deseaba: junto a ella.

—No hace falta —respondió ella en un tono seco.

—No fue una pregunta, vamos —ordenó Rodrigo.

Justo cuando estaban saliendo de la casa, ella se chocó con Micaela. El mundo de Rodrigo se fue a pique. Ahora sí pensó que todo iba a terminar mal.

—Uh, perdón ¿estás bien? —Micaela fue la primera en hablar.

Rodrigo supo, de inmediato, que una nueva batalla estaba por comenzar.

—Me sacaste el hombro de lugar, pero, tranqui, estoy bien —dijo sarcástica Camille.

A Micaela casi ni le importó lo sucedido, soltó una risita divertida, pero luego dijo lo siguiente:

—Perdón, otra vez.

Y se fue a su pieza.

Rodrigo y Camille siguieron caminando hasta llegar a la puerta, ella se despidió del papá de Rodrigo y luego salieron a la puerta.

Hizo llamada con alguien que, al parecer, era una chica por el nombre... Valeria. Rodrigo no la conocía, pero se imaginaba a una mujer. Después ella cortó y se sentó en la vereda junto a él.

Ese momento era perfecto para hablar de cosas privadas, ya que no había nadie, solo ellos dos; sin embargo, habían decidido no decir nada y enfrentarse después. Por supuesto, ninguno de los dos quería eso, pero era lo que debían hacer.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 26.05.2022

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