Deseo prohibido

24

Camille trató de callarlos un poco, ya que su padre estaba durmiendo ahí. Al menos, eso era lo que ella comprendió al ver su campera sobre la silla del comedor. Él siempre la usaba, menos en la casa, eso quería decir que su padre estaba en casa durmiendo.

—Rodri, están durmiendo mis viejos —advirtió ella con pena.

La prima no pudo evitar soltar una risita divertida ante aquel comentario,  ya que sabía lo que le había sucedido a la madre de ella. Después de todo, ella y el Señor tenían capturado el cuerpo de aquella mujer.

—Esperame acá. —Él fue hasta donde estaba su prima y se la llevó para afuera.

Camille solo asintió, pero no estaba convencida de entender lo que estaba sucediendo frente a sus propios ojos.

—Sé lo que estás planeando hacer —Le dijo una vez que salieron afuera.

Rodrigo debía hablar con su prima para hacerla entrar en razón, no iba a dejar que ella arruine sus planes.

—¿Si sabés para que venís a cagarla?

Él la miró a los ojos con una expresión de típico hombre alfa, a lo que ella rodó los ojos.

—Porque está "misión" es mía, no tuya, primita —le respondió con sequedad.

Micaela sabía bien que ella no debía hacerse cargo de esa misión, pero todo había cambiado cuando se dio cuenta de los sentimientos que su primo le tenía a la chica. 

—Rodrigo, estás haciendo todo para el orto, ¿por qué te pensás que tu papá me llamó? Para que lo ayude porque vos no haces una mierda, solo pensás en ella como la chica que te gusta y está mal. Ella no es como cualquiera chica, es tu enemiga —le explicó Micaela—. No tenemos tiempo para hablar de esta porquería, debemos hacer lo correcto, lo que tu papá quiere antes de que él se muera o se mate.

Eso lo enojó más de lo que ya estaba. Por supuesto, a Micaela, no le importaba en lo absoluto lo que su primo sentía por aquella tipa que ni siquiera conocía de verdad. Ella estaba segura de que Camille era una mosquita muerta que sabía todo lo que estaba sucediendo, pero no decía nada.

—¿Por qué no te vas? Yo sé lo que hago —sugirió él.

Micaela soltó una carcajada sin pensarlo, pero luego le respondió sin dudarlo.

—Ajá, sí, yo no me voy a ir. No vine hasta acá para no hacer nada —dijo ella, tratando de volver a entrar a la casa de los García.

Él la agarró del brazo frenándola.

—Hagamos las cosas bien, Mica —propuso él.

Ella se dio la vuelta para verlo a los ojos y asintió con la cabeza tan solo una vez.

—Necesito volver a entrar para observar mejor la casa, Rodrigo, ¿qué tramás?

Micaela no pudo evitar sonreír sintiendo que podía volver a confiar en él, pero no estaba muy segura de lo que él intentaba hacer. Siempre supo que su primo era una mosquita muerta, pero… ¿Qué tanto?

—Nada, solo quiero que desde ahora nos llevemos bien, siempre estamos peleando o compitiendo, creo que es momento de empezar a hacer las cosas juntos, así que lo que vamos a hacer ahora tiene que ser juntos —dijo él, pensando seriamente en todo lo que debería suceder ahora.

Micaela le dedicó una pequeña sonrisa, pero luego asintió.

—Bien, ¿qué cosa vamos a hacer?

—Yo me la llevo y vos te escondés hasta que ya no nos veas y volvés a entrar a la casa, ¿te parece bien?

—Me parece perfecto.

Micaela se escondió; él ni siquiera supo a dónde y volvió a entrar a la casa de Camille con una sonrisa sobre sus labios.

—¿Vamos? —cuestionó él, mirando a Camille.

—Sí, ¿a dónde vamos? —intervino ella, parándose.

—A una joda, quiero que conozcas a todos mis amigos, porque solo conoces a Camilo y, bueno, a Juan, pero él no cuenta —le explicó él con seriedad—. Juan es más amigo tuyo que mío.

Salieron de la casa de ella y empezaron a caminar a la casa de Facundo. Llegaron y él tocó la puerta; Facu les abrió con una sonrisa amplia sobre sus labios, Rodrigo lo saludó y le presentó a Camille. No le dijo que era su novia, pero casi se le salió de sus labios.

Entraron a la casa, esta era bastante corriente, poseía todo lo que una casa normal tenía. Ambos decidieron que lo mejor era seguir a Facundo a la sala, donde estaban todos los pibes, la joda todavía no empezaba, ya que tenían previsto hacerlo a eso de las tres de la madrugada. Rodrigo le presentó a Camille a todos sus compañeros y, después de hablar un rato, empezó a caer gente a la casa de Facundo.

La casa se estaba llenando de gente que Camille no conocía y se preguntaba en dónde estaban sus amigas. Después se imaginó que ellas no iban a aparecer por ese lugar, ya ni siquiera conocían a Facundo. Todo eso era tan extraño para Camille que se empezó a sentir sin ganas de hacer nada.

Llegó Camilo, lo que le pareció raro a Rodrigo fue que él no haya ido con su novia, no lo saludó porque ya se habían visto. Igualmente, él no podía ir a saludarlo, ya que eso estaba en contra de sus planes iniciales.

—¡Me voy a fumar uno al jardín! —Le gritó él a Camille en el oído para que pudiera escuchar.

La música era tan fuerte que, para Camille, aquel grito había sido casi un susurro.

Ella asintió con una pequeña sonrisa, pero no le agradó tener que quedarse sola con un montón de personas que no conocía. Estaba un poco asustada, pero lo miró y trató de demostrar que todo estaba bien.

—¡¿No venís?! —Él se preocupó al instante.

—¡Ya te dije que no fumo!

—¡Bueno, cualquier cosa andá para el jardín!

Camille volvió a asentir y él salió a fumar. A él tampoco le gustaba la idea de dejarla con gente que no conocía, pero si estaba Camilo ahí adentro, se ponía más tranquilo. Rodrigo sabía que ellos dos no se hablan mucho, pero si le llegaran a hacer algo a ella, él la iba a defender, lo conocía muy bien.

Camille solo se quedó quieta por unos segundos, viendo a Rodrigo irse, así que cuando no lo pudo ver más se fue a la cocina para prepararse algo no tan fuerte para beber. A ella no le gustaba no estar en sus cabales y menos en un lugar donde posiblemente estaba lleno de enemigos disfrazados.



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En el texto hay: traicion, mafia, venganza

Editado: 26.05.2022

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